La pasión y el control
Barcelona. 08/11/2021. Palau de la Música. Obras de Bruch y Brahms. Franz Schuber Filharmonía. Alexandra Soumm, violín. Pablo González, dirección musical.
La violinista francesa Alexandra Soumm colaboraba por tercera vez junto a la Franz Schubert Filharmonia. Tras el Chaikovski que ofrecieron en 2016, lo cierto es que Soumm hizo las veces de concertino en la importante Novena de Beethoven que la antes Orquestra Camera Musicae ofreció en el Palau de la Música, en septiembre de 2020, en plena reactivación tras los meses más duros de la pandemia. Para su tercera colaboración, la segunda como solista, Soumm brindó una imponente recreación del Concierto para violín de Max Bruch.
De orígenes rusos, aunque creció en Francia, Soumm está ahora afincada en Viena, donde imparte docencia en la Hochschule, a pesar de su tempranísima edad, apenas superados los treinta. Soumm atesora una mixtura bien aquilatada de técnica y pasión, con la dosis exacta de contención y entrega en cada pasaje. Su ejecución fue vibrante y apasionada, pero siempre haciendo pie en una técnica firme y refinada. Su fraseo es de primera clase, de un legato ejemplar y con una musicalidad a flor de piel. Estamos ante una violinista de extraordinaria proyección, con un sonido limpio, brillante, con carácter y de proyección más que suficiente. Con aplomo y entrega, el Bruch que ejecutó fue irreprochable, con un palpable entendimiento con la batuta de Pablo González, quien dispuso una lectura igualmente vibrante y apasionada, de gran dinamismo.
Muy emotiva la propina que ofrecieron Alexandra Soumm y las cuerdas de la orquesta de Tomàs Grau, con una bellísima versión del lento del segundo concierto para violín de Bach.
En la segunda mitad de la velada convenció Pablo González con un Brahms arriesgado y valiente, cuajado de contrastes, de tempi bien marcados, como en el arrebatado y vertiginoso finale. Arriesgó porque sabía que podía arriesgar, seguramente, y es que la Franz Schubert Filharmonía brindó una ejecución digna de cualquier formación europea de primer nivel, con unas cuerdas tersas y firmes, muy capaces en el fraseo; y con el respaldo de unos metales infalibles (magníficas las trompas, una vez más) y el remate de unas maderas delicadas.
Pablo González exhibió aquí muy buenas intenciones y obtuvo notables resultados. El suyo fue un Brahms ágil, marcadamente dinámico, cuajado de contrastes, fraseado con franqueza. Se intuía una genuina entrega en la ejecución, buscando poner en valor los muchos recovecos de una partitura de gran expresividad. La Franz Schubert Filharmonía brindó un sonido cálido y consistente, de ejecución minuciosa y transparente. Realmente, una Segunda de muchos quilates.
Fotos: © Martí E. Berenguer