Slatkin OSCYL
 

La grandeza del centenario

Bilbao. 10/03/2022. Auditorio Euskalduna. Maurice Ravel: Kaddish, dos melodías hebraicas. Gustav Mahler: Sinfonía nº 2, Resurrección. Miren Urbieta-Vega (soprano), Isabelle Druet (mezzosoprano), Sociedad Coral de Bilbao y Orquesta Sinfónica de Bilbao. Dirección musical: Leonard Slatkin.

Cumplir cien años siempre es noticia; que lo haga una orquesta también y con motivo de tan redonda fecha la Orquesta Sinfónica de Bilbao ha tenido a bien regalarnos la Sinfonía nº 2, Resurrección, de Gustav Mahler, obra algo más que centenaria en su cronología pero que exige también más de un centenar de intérpretes para llevarla a cabo. Personalmente me parece una elección acertada y cabe, además, pillarle segundas y terceras lecturas a la última razón de que sea esta obra la que celebra tal fausta fecha.

Porque el 8 de marzo de 1922 la Orquesta Sinfónica de Bilbao ofreció en el Teatro Arriaga de la capital vizcaína y bajo la batuta de Armand Marsick con un programa que hoy provocaría estupor por su dimensión, peculiar estructura y mezcla de estéticas. Cien años después, con una sociedad distinta. En la década de los 20 del siglo pasado en Bilbao residían unos 112.000 habitantes; hoy son 350.000. Hace cien años la siderurgia,  minería y servicios financieros eran el principal baluarte económico de la capital; hoy lo es el tercer sector. Hace cien años Bilbao estaba a punto de ver el inicio de la dictadura de Primo de Rivera; ahora vive un estado de autonomías y cierta zozobra política y económica por factores externos. Las cosas han cambiando mucho; o no, depende de dónde pongamos el foco.

Pues bien en todo ese siglo la Orquesta Sinfónica de Bilbao ha sido uno de los enganches que han vertebrado la vida cultural de Bilbao y su provincia. Por ello, me parece de justicia que tal entidad celebre su centenario y que se haga este reconocimiento a todos aquellos artistas que bien han sido puntales de la institución bien han colaborado en su desarrollo.

El concierto comenzó con cierto retraso por aquello de los discursos, los parabienes y las imágenes de recuerdo. Sorprendentemente –y para un servidor, de forma innecesaria-  si tenemos en cuenta la dimensión de la sinfonía, el concierto se abrió con la breve obra de Ravel mencionada en la ficha previa y que, sin solución de continuidad, fue fusionada con la central, la obra mahleriana. La mezzo francesa abordó la obra con garantía absoluta.

Queda dicho que sin transición alguna Leonard Slatkin unió el último compas de Ravel con el primero, enérgico, de la sinfonía. Y así queda mencionado el nombre del auténtico protagonista de la noche: Leonard Slatkin, director estadounidense que afrontó la obra con una seguridad, firmeza y convicción absolutas. El gran mérito de que esta catedral de la música sinfónica se erigiera de forma tan conveniente estuvo en sus dos manos: delicadas y detallistas cuando así se requiere, enérgicas y vibrantes en otros momentos, dando a los ochenta minutos de la obra una coherencia digna de reconocimiento. 

La labor encomiable de un director de orquesta debe de ser seguida, claro está, por los músicos y en este sentido decir que nuestra orquesta está en un estado de forma realmente sano. La etapa de Erik Nielsen está dando sus frutos y en este tipo de repertorio la BOS es plena garantía.

La parte vocal fue abordada por la mezzo ya apuntada, Isabelle Druet, de voz carnosa y bien emitida y la soprano donostiarra Miren Urbieta-Vega, que volvió a dar muestra de que hoy es garantía de calidad. Esta soprano está evolucionando de forma muy adecuada y lo cierto es que su voz es hermosa, tiene gusto y es plena realidad del canto hoy en día. La Sociedad Coral de Bilbao quedó hipotecada en cierta forma por el uso de la mascarilla, hasta el punto de decir que resto algo de solemnidadal himno con el que se cierra la obra. 

La reacción popular fue exultante. Ya se sabe que Mahler tiene sus incondicionales –también sus detractores, como todos los grandes- y lo cierto es que uno tiene la seguridad de que Slatkin adscribió a la causa mahleriana a más de uno tras este memorable concierto. Como se dice en estos casos, vayamos a por los próximos cien años y que estos sean tan fructíferos y generosos como lo han sido los cien primeros.

Foto: © OSCyL