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Referente

Madrid. 16/03/22. Auditorio Nacional. Ibermúsica. Obras de Eisendle, Schumann y Dvorák. Orquesta Sinfónica de Radio Viena. Kian Soltani, violonchello. Marin Alsop, dirección musical.

En estos tiempos tan turbios y violentos, erigirse como referente debería significar la mayor consecución de una carrera artística. En estos tiempos y en cualquiera de ellos, en el pequeño o gran jardín al que uno pueda dar sombra. Están también el dinero, la fama, lo mediático y el aplauso, pero ese es el verdadero legado. Alcanzar cada presente a través de lo sembrado. Y para ser modelo, también en la música, se han de tener valores, aquellos que le son inherentes al auténtico arte, más allá del mero ejercicio estético. Como ejemplo de ello, muchas veces traigo a colación a Leonard Bernstein, uno de los últimos grandes genios de la música que, si alcanzó a serlo fue, sin duda, por su implicación social, de la que surgió tantas veces un arte, una música verdadera.

Suyo fue el relato "La respuesta de un artista a la violencia" que hoy en día regresa a mi memoria. Él fue el "hijo de puta" al que se refería Nixon en los audios del Caso Watergate. Su voz se sumó a la Marcha hacia Montgomery, participó en el Comité por los Refugiados Antifascistas y celebró la caída del muro de Berlín con aquella Novena del Himno de la libertad. Tardaría en terminar (su lucha contra el sida, el apartheid, sus programas didácticos...), y después tendría que hablar de la herencia musical ¿No han vibrado de nuevo con el remake de su West Side Story - mensaje social incluido - que ha firmado Spielberg? Ya ven... luego hay quien, en un ejercicio de auténtico cinismo, afirma que los artistas han de estar por encima de toda cuestión social y política. Habría que analizar detenidamente, en cualquier caso, qué relación queremos tener y ejercer, como público, con los artistas. Si queremos que sean parte activa de nuestra cultura y acervo o si queremos unos simples títeres que nos entretengan en un ejercicio de sometimiento entre quien paga y quien cobra

El influjo del compositor estadounidense, su parte más colorista y vitalista sobre la partitura, parece llegar, por rítmica y tímbrica hasta la nueva creación contemporánea, como quedó reflejado en el estreno de Heliosis, de la compositora austriaca Hannah Eisendle, encargo de la ORF-RSO Wien. "Una escena de verano", en sus propias palabras, que pretende ser sofocante, como aquella tortuga en el camino de Steinbeck. El resultado es un ejercicio tan breve como intenso, sustentado en el ritmo, muy percusivo, de estallidos tímbricos, coloristas. Podría tener cierto corte cinematográfico en su sucinta narrativa, alejada de la experimentación más vanguardiasta. Un pequeño éxtasis, que no oasis, en medio de un verano en el asfalto.

Fue conducido con precisión y estructurado sentido del ritmo, fluido en su dinámico y elegante gesto, por la directora Marin Alsop, quien fuese alumna del propio Bernstein. Es innegable el legado de este en su dibujo, en su gesticulación. Una de las mejores batutas del momento, que ha recogido el testigo de quien fue su mentor, convirtiéndose ella, a su vez, en nuevo referente. En lo musical y en lo social. De hecho, su programa de becas Taki Alsop, en el que se vela por el desarrollo de nuevas mujeres directoras de orquesta, se han dado cita nombres como los de Karina Canellakis, Alondra de la Parra, Chloé van Soeterstède, Marta Gardolinksa, Lina González-Granados... o, este año, la gaditana Irene Delgado-Jiménez.

Lo cierto es que el programa presentado en Ibermúsica mostró tres facetas de Alsop que hacen de ella una referencia, también en lo musical. Si en el estreno de Eisendle mostró sus orígenes, de cómo ha absorbido lo mejor de su maestro, en el Schumann consiguiente supo estar al servicio del solista. Se cambió parte de la música con la que se ofreció este concierto en Viena, cambiando el violín de Feng Ning y la música de Korngold por el Concierto para violonchelo del compositor alemán y el violonchelista Kian Soltani, artista de la propia agencia de Ibermúsica. El sonido del músico de orígenes persas es, a todas luces, de bella factura. Límpido, luminoso, con un sonido, sin embargo, plegado, suave en su articulación. Resulta coherente que haya escogido a este Schumann, de tantas reminiscencias camerísticas, para su presentación en el ciclo. A su lado, Alsop supo dotar de la atmósfera necesaria a las formas del solista, muy bien equilibrada en balances y con un sonido fluctuante, apocado incluso en el primer movimiento, brillante en la ecuación del segundo.

Finalmente, la directora estadounidense mostró su registro más propio al frente de la Séptima sinfonía de Dvorák. Una lectura absolutamente personal, como quedó ya demostrado desde las primeras frases del Allegro maestoso inicial. El vuelo del ideal romántico fue recibido en una visión más directa, temperada, en una línea de elegante corte. Todo parecía estar lo suficiente y necesariamente ponderado, sin un contraste agresivo de dinámicas o marcación extrema en los acentos, como a veces nos malacostumbramos a escuchar. Estupendos los movimientos de apertura y cierre de la sinfonía, raudos aquí, con su fusión única de temperamento y lirismo, y un Scherzo equilibrado donde, quien firma, hubiese esperado mayor dinamismo, atendiendo a su sentido rítmico.

La noche terminó con varias propinas - un galop y una polka - que vinieron a demostrar que, siempre que Marin Alsop quisiese y le apeteciese, la ranciedad que cubre el acartonado Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena se disolvería un tanto ofreciéndole a ella ser la primera mujer en la historia que lo dirija. Además, junto a Soltani, antes del descanso, ofrecieron una canción tradicional ucrania (Encantadora Minka) como homenaje a las víctimas de la barbarie que estamos presenciando. Aquí demostraron una vez más que sí, que se puede ser referente. Que se debe ser referente y que la música es mucho más que un mero entretanimiento para bolsillos pudiente. La música somos nosotros y nosotras. Que nadie les convenza de lo contrario.

Foto: Rafa Martín.