Araucana LittleOpera 22 

Valentía y acierto

Zamora. Teatro Principal. 31/07/2022. La graciosa y el compositor, de Luis de Misón y La araucana, de José Lidón. Sonia de Munck (soprano), Anna Tonna (mezzosoprano), Juan de Dios Mateos (tenor) y David Oller (barítono). Orquesta Little Ópera y coro. Dirección de escena: Guillermo Amaya. Dirección musical: Alberto Cubero-Moreno.

No es Zamora una provincia que aparezca en demasía en los noticiarios aunque en las últimas semanas se ha roto esta dinámica por dos razones bien opuestas, la cruz y la cara de la vida. La cruz, una serie de incendios que han asolado el mundo rural zamorano dejando en evidencia –además de un daño ecológico de enorme magnitud- un sistema público claramente insuficiente y mal gestionado.

La cara, al menos una de ellas, la ha constituido la ópera, en concreto la celebración de la VII edición del Festival Internacional de Ópera de Cámara que, coloquialmente, se conoce como Little Ópera y que permite a los zamoranos y visitantes conocer distintos títulos y compositores, normalmente infrecuentes en el resto de los teatros. Este año se ha presentado con cierta alharaca el estreno escenificado en tiempos modernos en España de La araucana, considerada la primera ópera en castellano, del salmantino José Lidón bajo la dirección musical de Alberto Cubero.

La difusión de este hecho es cierta pues hasta donde uno ha podido alcanzar esta obra fue interpretada (¡y grabada!) en tiempos modernos en el Museo Hermitage de San Petersburgo con el título Glaura y Cariolano en otoño de 2002 con solistas españoles y orquesta rusa. Soy lego en la materia pero quiero suponer que Glaura y Cariolano es la misma obra que ésta aquí es denominada La araucana, aunque desconozco la última razón del cambio de título. Aquella versión fue en versión de concierto y fuera de los límites estatales así que la publicidad del festival era sincera. En cualquier caso aunque solo fuera porque han pasado al menos veinte años desde su última interpretación, este Festival ha cumplido su objetivo con el aficionado operístico de forma contundente.

Musicalmente la velada fue muy interesante aunque se mantuviesen los condicionantes de siempre. El Teatro Principal zamorano es minúsculo aunque precioso y en su foso apenas entran una docena de músicos; otros ocho se dispusieron en los palcos del primer piso, a derecha e izquierda del director, los instrumentos de madera en concreto. Vocalmente el nivel fue adecuado destacando Sonia de Munck (Glaura), quien lleva el peso de la obra y mostró una voz bien emitida y una pronunciación muy adecuada. Su esposo, Cariolano, era el tenor Juan de Dios Mateos, una voz grande, bien proyectada y de timbre hermoso. Su hermana y amiga de Glaura era la mezzosoprano Anna Tonna, que dio empaque a un personaje menor; finalmente, el barítono David Oller fue el colono español que al final de apiada de los tres indios, salvándoles la vida. Oller tiene una voz importante aunque su coloratura quedaba algo elemental. En términos generales las cuatro voces fueron muy adecuadas y supieron darle a la obra mucha dignidad.

Alberto Cubero-Moreno dirigió la obra con pasión, muy centrado en dar credibilidad al proyecto y superó todos los problemas de disposición de los músicos para dar a la obra unidad. La puesta en escena de Guillermo Amaya, sin embargo, fue sorprendente pobre. No tengo nada en contra de la alteración temporal –un recurso utilizado en exceso en los tiempos que corren- y uno puede hacer un esfuerzo por ver flechas donde el director nos pone una navaja, ver indios sudamericanos colonizados donde hay jóvenes poligoneros, soldados españoles cuando se nos exponen seguratas o que se reitere el consumo de rayas de cocaína cada poco tiempo con cualquier excusa. 

Lo que, sin embargo, me parece un auténtico despropósito es que poco antes de que los tres indios canten la dignidad del capitán español en la escena final –única donde aparece el coro, que aquí estaba formado por un grupo de cuatro voces- éste último obligara a la hermana de Glaura a hacerle una felación tras el graderío situado junto a la cancha de baloncesto. Una cosa es pedir al espectador su colaboración para aceptar una propuesta escénica “distinta” y otra, tratar de hacer pasar por acto digno tal chantaje sexual, del todo punto de vista inaceptable.  El abucheo de un espectador, sonoro y contundente, bien pudo ser el mío por esta única cuestión, claramente desacertada.

Previo al plato fuerte los espectadores pudimos disfrutar una tonadilla escénica de 1762 del compositor catalán Luis de Misón cuyo título original es casi más largo –si se me permite el pésimo chiste- que la tonadilla misma: Una graciosa de compañía y un compositor de viejo, que para esta velada quedó resumido al título indicado en la ficha técnica. Apenas doce minutos que protagonizaron los dos cantantes que menos labor tenían luego en la ópera, Tonna y Oller, y que cumplieron con gran eficacia.

Este años solo hemos podido estar en el concierto de clausura del festival aunque antes se habían celebrado otras dos citas de interés que no pudimos cubrir: el día 30, La vida secreta, de Nuno Côrte-Real y el día anterior estaba programado en dos pequeñas localidades zamoranas La obisparra, de Daniel Blanco, obra que tuvo que suspenderse por los incendios ya conocidos y que parece se podrá disfrutar a finales de agosto. 

Solo a modo de aportación desinteresada no estaría de más que dado lo infrecuente de los títulos programados se hiciera bien por megafonía bien en persona una breve presentación de la velada a los espectadores presentes; además no estaría de más concretar en el programa de mano la duración aproximada de cada obra y si se van a celebrar o no descansos durante la representación. Quedamos a la espera de la octava edición de un festival que va adquiriendo cada vez más trascendencia, seriedad y fama Y bien merecido que lo tienen.