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Exuberancia musical

28/08/2022. Palacio de Festivales, de Santander. Sinfonía nº 7 en mi menor, de Gustav Mahler Orquesta Filarmónica Checa. Dirección musical: Semyon Bychkov. 

29/08/2022. Palacio de Festivales, de Santander. Obras de A. Dvořák, B. Martinu y L. Janácek. Katia y Marielle Labèque (pianos), Evelina Dobračeva (soprano), Lucie Hilscherová (mezzosoprano), Aleš Briscein (tenor), Jan Martiník (bajo), Daniela Valtová Kosinová (órgano), Orfeón Donostiarra y Orquesta Filarmónica Checa. Dirección musical: Semyon Bychkov.

En coordinación con la Quincena Musical Donostiarra el Festival Internacional de Santander (FIS) ha dado por finalizada su edición 2022, la septuagésima primera, con dos conciertos muy bien estructurados de la Orquesta Filarmónica Checa bajo la batuta de su titular, el ruso Semyon Bychkov. He mencionado su adecuada estructura porque el primero de ellos giraba en torno a una obra estrenada por la misma orquesta el 19 de septiembre de 1908 bajo la batuta del mismo compositor; y el segundo, porque supone un repaso de la música checa de la primera mitad del siglo XX –entiéndase esta apreciación de forma generosa- entre 1891 (la obra de  Dvořák) y 1943 (la de Martinu).

Como ya se ha dicho, el primero de ellos lo ocupo la sinfonía menos popular de un compositor que hoy está muy en boga; no hay orquesta que no se empeñe hoy en mostrar toda su capacidad musical sin utilizar una sinfonía de Mahler para ello. La Sinfonía nº 7 en mi menor está dividida en cinco movimientos y tiene dos particularidades a señalar: por un lado, el uso de instrumentos infrecuentes en el mundo sinfónico cuales son la guitarra, la mandolina y los cencerros; y por otro, la organización interna con movimientos extremos de larga duración que abren y cierran la obra mientras los dos pares, centrales, son dos músicas nocturnas enlazadas por un Scherzo, el movimiento central y el más corto.

Semyon Bychkov logró lo que en apariencia no parece sencillo cual es dotar de unidad a una obra compleja y sorprendente. Para ello contó con unos músicos de gran nivel, donde destacaría el resultado de metales, percusión y la prestancia de una cuerda plegada a los requerimientos del director, al que se le advertía feliz al termino del concierto. Bychkov lográ que todas y cada una de las secciones tenga su propia presencia y así, solo por poner un ejemplo, pocas veces hemos escuchado el contrafagot de forma tan notoria dentro del magma orquestal mahleriano como en esta ocasión. El público, que ocupaba apenas dos tercios del recinto, saludó con sinceridad pero sin efusión alguna la interpretación, quizás aun sorprendido por el desarrollo de una obra tan compleja.

El segundo concierto y despedida oficial del FIS 2022 fue una miscelánea de música checa, abierta con la obra más popular, la Obertura Carnaval, quizás en excesivo contraste con lo que luego nos venía. Una interpretación ágil y festiva preparó al auditorio –en este caso, con una entrada mayor, alrededor del 80% del mismo- para una obra infrecuente, el Concierto para dos pianos y orquesta, H292,  de un compositor injustamente olvidado por los programadores de las salas de concierto cual es Bohuslav Martinu. La presencia de las hermanas Labèque garantizaba calidad para una obra que sería primeriza para la inmensa mayoría de los oyentes. La obra, en la que se aprecian influencias de la música de Igor Stravinsky, plantea un diálogo en que los dos pianos llevan el mayor peso, situando el compositor a la orquesta –sobre todo en el segundo movimiento- en un segundo plano, al servicio de los dos solistas. Las vasco-francesas consiguieron una interpretación brillante aunque el público respondiera con una frialdad destacable, arrancándose el susodicho –e innecesario- bis más por tradición que por exigencia popular.

29 08 2022 Orquesta Filarmónica Checa hermanas Labeque Orfeón DOnostiarra SANTANDER 41 1

Toda la segunda parte del concierto se dedicaba a una obra tan compleja como interesante, la Misa Glagolítica, de Leoš Janácek, una obra de dos dimensiones: una, religiosa al estar el oyente ante una misa cristiana aunque de lenguaje personal y lejana al de la tradición católica; la otra, paneslava pues la misa se canta en antiguo eslavo eclesiástico y responde a la voluntad del compositor de revindicar, por encima de las fronteras políticas, los mundos culturales.

Es una obra de estructura curiosa donde el coro asume el peso mayor de la obra mientras los solistas vocales apenas marcan pinceladas en el texto, en varias ocasiones subordinados a la dinámica que marca la masa coral. Tiene además esta obra la particularidad de otorgar al órgano dos momentos solistas, especialmente el postludium, cercano al final, de lenguaje moderno, rupturista e, incluso desconcertante. En esta parte la labor de Daniela Valtová Kosinová solo merece nuestro aplauso. Los cuatro solistas vocales, en las tesituras habituales, ya queda dicho que no gozan de importante presencia en la obra aunque quepa citar la labor de la soprano Evelina Dobračeva, quizás la voz más hermosa; residual la labor de la mezzosoprano Lucie Hilscherová aunque su voz es oscura y sería interesante verle en mayores responsabilidades. El tenor Aleš Briscein tuvo que hacer frente a una tesitura ardua por las exigencias agudas y lo resolvió bien con una voz un punto metálica, de timbre muy reconocible entre otros tenores históricos checos; el bajo Jan Martiník tenía mucha más presencia escénica que voz grave aunque su particela era también reducida.

El Orfeón Donostiarra hacía frente a una obra singular y a un idioma dificultoso y lo cierto es que dejó una muy buena impresión. Como marca de la casa queda el pianísimo del inicio del Svet o Sanctus, quizás el momento más hermoso de la misa. Aunque haya quien pueda considerar esto de escasa importancia apuntar que es la primera vez que veo a las mujeres del coro abandonando el histórico –y poco afortunado- vestido de Cristóbal Balenciaga. Esta Misa Glagolítica es una obra referencial de la música sacra del siglo XX y considero que su programación ha sido todo un acierto. Quiero suponer que en la República Checa, Eslovaquia y países cercanos sea de interpretación habitual, cosa que por aquí no podemos decir. Su estética e, incluso, su forma de abordar la espiritualidad es distinta y el público volvió a reaccionar con cierta frialdad, con la excepción del agradecimiento mostrado al conjunto coral vasco. En definitiva, dos conciertos hermosos, algo áridos y que nos han permitido profundizar en obras que merecen mucho la pena.