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Sin chispa

Sevilla. 17/12/2022. Teatro de la Maestranza. Mozart: Le nozze di Figaro. Alessio Arduini (Figaro). Natalia Labourdette (Susanna). Carmela Remigio (Condesa). Vittorio Prato (Conde). Cecilia Molinari (Cherubino). Amparo Navarro (Marcellina). Inés Ballesteros (Barbarina). Manuel de Diego (Don Basilio). Ricardo Seguel (Don Bartolo). Juan Antonio Sanabria (Don Curzio). Pablo López (Antonio). Emilio Sagi, dirección musical. Corrado Rovaris, dirección musical.

Cuando una representación de Le nozze di Figaro transcurre sin pena ni gloria, sin chispa, sin brillo, sin melancolía... es que algo falla. Y en estas funciones del Maestranza de Sevilla, contando con la magnífica propuesta escénica de Emilio Sagi, resultó manifiesto que fallaba el foso, con una batuta alicaída y muy poco estimulante. Y es que la dirección musical de Corrado Rovaris dejo mucho que desear, muy poco atento a los cantantes, sin apenas buscar la conexión entre música y escena, conformista.

El resultado fueron unas Bodas morosas, sin ambición, sin fantasía, aburridas en suma, que es lo peor que le puede pasar a la música de Mozart. El trabajo de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla fue digno, aunque lejos de sus mejores prestaciones, quizá poco estimulados sus miembros por la batuta del maestro italiano. En todo caso, en os pocos instantes en los que la música de Mozart alcanzó a brillar, lo hizo gracias a su buen hacer.

Tampoco el elenco reunido ayudó a elevar el nivel de la velada. La soprano Natalia Labourdette debutaba aquí con su primera Susanna. No se le pueden negar ni la entrega ni el voluntarismo, pero a mi juicio no es el suyo el material requerido para esta parte, que precisa una voz de soprano con más cuerpo y redondez, una lírica con todas las de la ley, sin ese punto de ligereza, casi burbujeante, que adorna el instrumento de Labourdette, quien también tiene margen de mejora en su trabajo con los recitativos.

A su lado, en la parte de Figaro, el italiano Alessio Arduini exhibió un instrumento interesante, recio, de buena proyección, acompañado por una general desenvoltura escénica, convincente en términos generales. En cambio, Vittorio Prato ofreció un Conde francamente irrelevante, sin atisbo de nobleza y lastrado por una emisión leñosa.

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Como quien tuvo, retuvo, la Condesa de Carmela Remigio ofreció destellos de clase, a pesar de un timbre ya algo agrio en el tercio agudo y de esmalte un tanto gastado. Brindó un 'Dove sono' de mucha clase, en contraste con el destemplado 'Porgi amor' con el que abrió su intervención en la velada. 

En la parte de Cherubino, Cecilia Molinari fue seguramente la intérprete más interesante del elenco, con un canto cuajado de poesía, paladeando el texto de Da Ponte y coloreando sus dos intervenciones solistas en la línea de la mejor escuela mozartiana. Brava.

Completaba el cartel un nutrido equipo de comprimarios, entre los que cabe ponderar el buen hacer de Amparo Navarro como Marcellina, con un canto de muchos quilates y mostrando un instrumento con el que bien podría haber hecho justicia a la parte de la Condesa, sin duda alguna. Muy bien asimismo Manuel de Diego como Don Basilio e Inés Ballesteros como Barbarina, junto a Ricardo Seguel como Don Bartolo, Juan Antonio Sanabria como Don Curzio y Pablo López como Antonio.

El trabajo escénico de Emilio Sagi es ya un clásico por méritos propios. Sumamente teatral, con una dirección de actores ágil y naturalísima, se trata de una propuesta visualmente elegante, con una atinada escenografía de Daniel Bianco, francamente bien iluminada por Eduardo Bravo. Así las cosas, realmente puede decirse que la propuesta de Sagi salvó estas Bodas del naufragio.

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