La dilección
Barcelona. 11/01/23. Palau de la Música Catalana. Obras de Mozart y Schoenberg. Mahler Chamber Orchestra. Mitsuko Uchida, dirección y piano.
Qué bonita es la dilección y cuánto se perdió al sumarle el prefijo pre-, ¿no les parece? De la voluntad honesta, del amor reflexivo... acabamos pasando a una mera preferencia de algo o alguien por encima de otros. Según la RAE, se nos quedó en un "cariño especial". Apenas lo verbalizamos y, sin embargo, podemos sentir la dilección constantemente en un mundo tan intangible como es el de la música.
Cualquiera que asistiese el pasado día 11 al Palau de la Música Catalana, podría advertir la dilección de Mitsuko Uchida hacia Mozart. Y de ahí, si quieren algo más profano, su predilección por su música. Su historia personal con el genio de Salzburgo se precipitó en los años ochenta, bien es sabido, cuando el estreno de la película Amadeus arrasó en cines, taquillas y premios cinematográficos. Entonces tuvo que aparcar momentáneamente a Schubert para grabar a Mozart, aunque ya viniera demostrando su amor hacia él desde mucho antes, en su adolescencia vienesa, antes de instalarse definitivamente en Londres. Desde entonces, si se quiere, Uchida ha venido demostrando su dilección por el compositor hasta la saciedad. También es lo que le venimos demandando. Recuerdo en ocasión de una entrevista, hace muchos años, cuando le pregunté por él. "Disculpe, pero yo ahora estoy tocando Beethoven y se me hace difícil hablar de cualquier otro compositor". También recuerdo, justo antes de la pandemia y casi en las mismas fechas de enero, acudiendo a Pamplona para escucharle un concierto de patrón muy similar a este, como viene repitiendo desde hace años: Mozart + compositor posterior + Mozart. Si es acompañada por la Mahler Chamber Orchestra, nos encontramos ante el (extraordinario y esperado) día de la marmota.
Entonces fueron sus conciertos 17 y 22, con interludio de Widmann. Ahora son el 05 y el 25 con Schoenberg de por medio. El principio y el final, de algún modo, de toda un ciclo vital y compositivo. Tanto, que se podría decir que es mucho más clásico el Schoenberg de la Sinfonía de cámara nº1 que el Mozart del Concierto para piano nº25. Al menos en las coordenadas temporales propias de cada uno. En este, Mozart juega con la forma, con esas variaciones alla Marsellesa, himno creado más de un lustro después. No deja de ser una obra lumínica, cargada de contrastes y en la que el propio Beethoven se inspiró para sumergirnos de lleno, sí, en el Romanticismo. La ventana hacia esta época, desde luego, nos la abrió Mozart con partituras como esta. Se respira la gloria y la revolución en ella. El acorde inicial mostró a una Mahler Chamber Orchestra en estado de gloria. De hecho, creo que lo mejor de la noche fue la cohesión entre el teclado de la artista nipona y el trío formado por flauta (Chiara Tonelli, magnífica durante toda la obra), oboe (Kyeong Hang) y fagot (Guilhaume Santana), que terminaron por dibujar una sensacional atmósfera, cálida, redonda, dramática. La derecha de Uchida no siempre terminó de ser clara y optó por resoluciones que, a mi entender, no terminaron de comprenderse en la cadencia propia del primer movimiento. Lo degustado del Andante central, no obstante, con su delineada introducción orquestal y el coqueto y personal fraseo de Uchida, siempre de líneas tan propias, elevaron la noche hacia un Alegretto final de lo más arrebatador, donde, de nuevo y por momentos, la derecha no encontró la claridad de ocasiones anteriores, pero que siguió mostrando eso, una reflexión, un amor por Mozart tan característico como sublime.
Antes, el Concierto para piano nº5 no terminó por desplegarse, pareciera, del todo. A cambio se mostró un sonido compactado, siempre apropiado, al que siguió una magnífica lectura de la Sinfonía de cámara nº1 de Schoenberg. Cohesión absoluta entre los miembros de la Chamber, congregados de cara al público y con la concertación de su primer violín, José Maria Blumenschein. Brillaron e hicieron brillar la escritura de un joven Schoenberg, aún tonal, donde se aventura ya lo que podría venir después. Sensacional la fluidez, la energía, el drama en la recapitulación y final Etwas bewegter. Demostraron que, en esto de la música clásica, quizá lo mejor sea no tener predilecciones, sino una dilección como tal hacia ella. Hacia toda ella.