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El encanto melódico de Giordano

Las Palmas de Gran Canaria. 21/02/23. Teatro Pérez Galdós. Giordano: Fedora. Saioa Hernández (Fedora). Jonathan Tetelman (Loris). C. López Moreno (O. Sukarev). A. Daza (De Siriex). P. Illera (Dmitri/Savoiardo). G. Álvarez (Desiré/Baron Rouvel). F. Campero (Gretch). M. Hochmuth (Cirillo/Borov). D. Molina (Lorek). A. Edelmann (Michelle/Nicola). I. Figueira (Sergio). Coro del Festival de Ópera. Orquesta Filarmónica de Gran Canaria. Francesco Ivan Ciampa, dirección musical. Daniele. Piscopo, dirección de escena.

Hay que aplaudir la audaz iniciativa de los Amigos Canarios de la Ópera quienes han programado Fedora, de Umberto Giordano, como ópera inaugural de su 56ª edición de la Temporada de Ópera de Las Palmas de Gran Canaria, Alfredo Kraus, 2023. No solo han conseguido recordar y situar en el mapa una temporada de ópera que siempre apuesta por nombres internacionales, sino que también desde un punto geográfico tan alejado del circuito europeo se pueden cuajar propuestas tan interesantes y estimulantes como esta.

Esta 56ª edición, dedicada In memoriam Maria Callas, por el centenario de su nacimiento, está formada por cinco títulos que la diva griega cantó y con ellos engrandeció su leyenda: Fedora, Aida, Lucia di Lammermoor, Rigoletto y La Gioconda. La Callas debutó Fedora en seis únicas funciones en el Teatro alla Scala de Milán en 1956, la acompañó entonces el siempre espectacular Franco Corelli, ambos bajo la batuta de Gianandrea Gavazenni. 

Pero es que en el estreno de Fedora, en 1898 en el Teatro Lírico de Milán, (el mismo teatro donde tuvo su estrenó mundial L’elisir d’amore de Donizetti), sus dos protagonistas principales fueron la soprano Gemma Bellincioni (la primera Santuzza en el estreno mundial de Cavalleria Rusticana de Mascagni) y un tal Enrico Caruso, quien fue el primer Loris Ipanov, el amante atormentado de Fedora.

El autor del libreto, basado en texto de Victorien Sardou -el dramaturgo francés que también inspiró la Tosca de Puccini o la Madame Sans-Géne ópera también de Umberto Giordano- fue el escritor Arturo Colautti, quien fue también el autor del libreto de la Adriana Lecouvreur de Cileà.

Ahora prácticamente desterrada del repertorio, Fedora, un título del llamado movimiento verista, siempre fue un caballo de batalla de las grandes sopranos italianas que adoptaron el papel como propio de la tradición de grandes figuras. Así Maria Caniglia, Magda Olivero, Renata Tebaldi, Mirella Freni o Renata Scotto, fueron grandes Fedoras. Otras divas que la interpretaron fueron la antes mencionada Maria Callas o la siempre temperamental Eva Marton. 

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Esta oportunidad canaria de revisitar, descubrir y disfrutar de esta ópera rara de Umberto Giordano, ha sido además la oportunidad de aventurarse en un nuevo rol-debut de la soprano madrileña Saioa Hernández. Suma y sigue en este frenesí de nuevos roles con las que la española sigue engrosando su ya gran carrera, reconocida y apreciada a nivel internacional.

La noche del estreno, Saioa pareció estar más cauta de lo normal, con un registro agudo sonoro y mórbido, sello de la casa. Pero es cierto que en el registro medio y grave la voz pareció más apagada de lo normal, con una emisión menos brillante y una proyección más mate. Se ha sabido a posteriori, porque la misma Saioa lo anunció en un post de su instagram, que sufrió una indisposición vocal que le impidió estar al cien por cien, cosa que explicaría esa diferencia de estado vocal en su registro. No se sabe porque no se anunció esa noche de estreno, como suelen pedir los cantantes que no se encuentran en su condición más óptima.

Sea como fuere Hernández volvió a mostrar la belleza de un timbre siempre irisado y de color atractivo, su imperial registro agudo, potente, incisivo y generoso con el que volvió a triunfar en un nuevo rol que esperamos interprete en más teatros. Destacó sobretodo en sus dúos con Ipanov, por su carga dramática y su cuidadísima dicción, su temperamento y esa italinianità que le es tan propia y que siempre recuerda a las grandes cantantes de otros tiempos. Un canto a la antigua que sigue siendo una delicia para el espectador.

A su lado debutó en la temporada de ópera de Las Palmas el tenor Jonathan Tetelman, nacido en Chile pero crecido y formado en los EE. UU. Tetelman está desarrollando una interesante carrera internacional que los ha llevado ya a debutar en teatros como en la Royal Opera House, la Semperoper de Dresden además de debutar en el Liceu como Pinkerton. Entre sus nuevos papeles ya debutó Loris Ipanov de Fedora en la Ópera de Frankfur la temporada pasada.

Tetelman tiene un descollante registro superior que explota con fulgor. La voz es amplia, con metal y brillante en los agudos como se pudo comprobar en la icónica Amor ti vieta que cantó con fruición. El problema es que la voz pierde homogeneidad y se resiente de cambios de color en el resto del registro. Con todo es un instrumento de notoria calidad al que una mejora técnica que permita homogeneizar la tesitura lo puede convertir en una de la voces del futuro de la siempre mermada calidad de las voces de tenor a nivel internacional. Su implicación escénica no fue siempre a la par con una expresión que también necesita más colores e inflexiones.

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Una agradable sorpresa fue el descubrimiento de la Olga de la soprano boliviano-albanesa Carolina López-Moreno. Canto siempre redondo, pulidos agudos, impecable linea y un timbre de perlada sonoridad, la auparon a ser la más ovacionada después de Saioa y Tetelman. De proyección algo limitada, sin embargo, la emisión siempre fue limpia apoyada en una técnica notoria. 

La cuarta voz en importancia fue la del reconocido barítono mexicano Alfredo Daza. Dueño de un instrumento sonoro, recio y de potentes agudos, Daza construyó un De Siriex llamativo aunque algo tosco pues le faltó el refinamiento verista que también es necesario en esta música. Entre el resto de secundarios se hicieron notar el Gretch de Fernando Campero, voz siempre presente y bien proyectada, y la pizpireta mezzo Patricia Illera.

La batuta de Francesco Ivan Ciampa tradujo la calidad musical y melódica de Giordano con efectividad pero sin imaginación. Así pasó con el bellísimo interludio de la ópera, escanciado con cuidado pero sin el mordente propio del leitmotiv que lo engrandece. Fue muy cuidadoso con los cantantes, gran acompañante de voces, además de conducir la solvente Orquesta Filarmónica de Gran Canarias con conocimiento del estilo. Un trabajo que se quedó algo desdibujado a falta de mayor teatralidad musical desde el foso. Correcto el Coro del Festival de Ópera, a pesar de los desequilibrios sonoros de la sección femenina, dirigido por Olga Santana. 

La producción de Daniele Piscopo, basada en una puesta en escena tradicional con ropas de época, combinadas con fondos de proyecciones y un vestuario acorde, fue convencional y sin sorpresas. La aparición de un perro adiestrado que acompañó a la soprano Carolina López y el cameo del conocido pianista y repertorista Borja Mariño, aquí como Boleslao Lazinski, fueron dos guiños simpáticos y curiosos de la producción.

Un resultado global satisfactorio del que resultó ganador el público que pudo disfrutar del siempre refinado y elegante melodismo de Umberto Giordano.

Fotos: © Nacho González Oramas /ACO