La historia y sus fantasmas
Madrid. 17/04/23, Teatro Real. Adams: Nixon in China. Leigh Melrose (Nixon). Alfred Kim (Mao). Jacques Imbrailo (Chou En-Lai). Sarah Tynan (Pat Nixon). Audrey Luna (Chiang Chin). Coro Intermrezzo. Orquesta Sinfónica de Madrid. Olivia Lee-Gundermann, dirección musical. John Fulljames, dirección de escena.
Hace 51 años, el presidente de Estados Unidos visitaba por primera vez la China comunista. Este hecho hoy ya es historia. Lo podemos analizar desde diversos ángulos, pero lo más interesante es lo que el hecho supuso y las consecuencias que tuvo para nuestro mundo actual. Hay cientos de artículos sobre este tema y el que esté interesado podrá encontrar, vía internet, toda la información que necesite. Pero muchas personas no se hubieran acercado a este momento clave de la segunda parte del siglo XX si John Adams y su magnífica libretista, la poeta Alice Goodman, no hubieran pensado en crear una ópera, Nixon in China, estrenada en la Grand Opera de Houston en 1987, que reviviera esa visita crucial. El libreto de Goodman es una recreación tremendamente poética de lo que pudo ser ese viaje, mezclando hechos constatados con la reacción personal de los protagonistas a cada situación que hubo. Pero la libretista va más allá y nos plantea muchas más cuestiones, como los gustos poéticos de Mao, el paso por la marina durante la II Guerra Mundial de Richard Nixon, o como Mao y Chiang Ching, su mujer, se enamoraron. Con ese texto Adams crea una música tremendamente atractiva, llena de guiños e influencias, aunque siga un camino más o menos minimalista pero siempre con su propio sello, como se puede ver en toda sus óperas posteriores. Hay referencias evidentes a la música de Broadway o la música de las Big Band, pero también a compositores clásicos como Wagner o Strauss y formas corales que nos recuerdan a Verdi o Mussorgsky y sobre todo, en cada cambio de escena, en esos pequeños intermedios musicales, aparece entre la música de Adams la sombra del Peter Grimes de Britten. Como casi siempre, en la composición operística contemporánea norteamericana, la música no es rupturista y permite al oyente primerizo de la obra agarraderos musicales que no encuentra en composiciones europeas mucho anteriores a este Nixon in China, que, extrañamente, se puede ver por primera vez en España.
La nueva producción del Teatro Real, en coproducción con la Den Kongelige Opera de Copenhague y la Scottish Opera, la firma John Fulljames. El director inglés, rodeado de un gran equipo, opta por una visión claramente enraizada en el libreto utilizando el recurso de la rememoración de la historia. No estamos viendo la reproducción del viaje de Nixon sino la visión que podríamos tener de un documental, más precisamente de la reconstrucción de ese viaje a través de archivos escritos y múltiples elementos visuales. Sobre ese andamiaje Fulljames crea una especie de historia de fantasmas, que aparecen en una gran sala de archivos (la gran baza de la escenografía son grandes bloques de archivadores formados por las cajas que guardan la historia narrada) donde aplicados funcionarios les dan nueva vida a través de la documentación y les permiten, quizá una última vez, volver a rememorar sus vivencias, aquellas que cuenta la ópera.
Como acertadamente dice Joan Matabosch, el director artístico del Real, en el programa de mano, esta vuelta al pasado surge del tercer acto, el más intimista y más oscuro, en la que los personajes principales vuelven a recordar su vida anterior a ser las figuras históricas que han sido, o, en el caso de Chou En-Lai (sin duda el coprotagonista mejor tratado por Goodman) en recordar su ideario de vida. De esta idea del libreto, el director de escena monta todo el entramado narrativo, basado en una evidente y buscada economía de medios y que se basa, especialmente, en una perfecta dirección de actores y en un proyecciones (fotos fijas, utilizando el video y algo tan olvidado como el retroproyector). Quiero destacar aquí el reiterado uso de referencias a la Guerra del Vietnam, un asunto tratado en las conversaciones entre Mao y Nixon pero que Fulljames evidentemente ha querido recalcar aquí. La historia no está siendo benigna en absoluto con Nixon y sus fracasos (Watergate incluido) son aquí recordados. Como lo son los de Mao y la terrible Revolución Cultural, uno de los grandes crímenes del siglo XX (tan abundante en ellos). Todo parece advertirnos que los personajes principales no nos conmueven, que sus tremendos errores están ahí. Como decía, el trabajo actoral es profundo y la respuesta de todo el personal artístico es sobresaliente. El resultado en el escenario es una narración concisa pero de fácil comprensión, en la que la trama operística se muestra casi desnuda, libre de aderezos que nos desvíen del objetivo final de la producción: contar unos hechos, que de alguna manera, cambiaron la historia.
A nivel musical esta representación fue un auténtico éxito, refrendado por los grandes aplausos finales. Especialmente fue reconocido el trabajo de la directora surcoreana de origen y alemana de formación Olivia Lee-Gundermann, quien sustituía al previsto Ivor Bolton, y el de la Orquesta Sinfónica de Madrid. Y es que Lee-Gundermann, que ha dirigido esta temporada la ópera en Dortmund, conoce perfectamente la obra y la analiza con precisión de entomóloga, mostrando cada detalle, cada momento diferente que construye esta partitura tan ecléctica, consiguiendo una lectura de gran claridad y todo sin olvidar el lado romántico, intimista, que lo tiene, de Nixon in China. Todo esto no hubiera funcionado sin la tremenda entrega y profesionalidad de la Sinfónica de Madrid, un conjunto que se crece ante las dificultades y que ha firmado aquí una de sus mejores trabajos de la temporada. Todas las familias estuvieron estupendas (un merecido reconocimiento a la percusión, pieza fundamental en el entramado musical de Adams) y una mención especial al trabajo de la concertino, Gergana Gergova, que tuvo una intervención de gran belleza en el tercer acto.
Resaltar aquí también, como parte de los cuerpos estables del Teatro Real, el espectacular trabajo del Coro Intermezzo, que dirige Andrés Máspero, con una implicada participación en el escenario (son ellos los que en casi toda la ópera mueven los elementos escénicos sobre los que sustenta la producción) y con unos resultados vocales de primera categoría. Nixon in China abunda en esos momentos corales que asociamos a las masas que acompañan los grandes actos de las dictaduras. El Coro estuvo en todo momento bien compactado y se lució especialmente en el primer número musical de la ópera, el bellísimo coro que precede al momento de la llegada a Pekín del avión presidencial.
A nivel individual excelente desempeño de Leigh Melrose como Nixon. El barítono inglés demostró estar en plena forma y su voz estuvo a gran nivel toda la noche. Supo darle a su personaje esa rudeza y campechanía taimada que necesita y proporcionándonos momentos de gran calado vocal como News has a kind of mystery en el primer acto, y todas sus intervenciones en el más dramático tercer acto, en el que su canto se vuelve especialmente intimista y bello. Alfred Kim tiró de potencia vocal para demostrar sus medios como Mao. Impecable en la proyección y en la técnica, este exceso de volumen lastró alguna de sus intervenciones, quizá para demostrar que su personaje aunque enfermo y al final de su vida, seguía teniendo la mano de hierro que caracterizó su trayectoria política. Como todos los cantantes, su tercer acto fue más controlado, demostrando que además de tener una voz estentórea y con bonito timbre es capaz de matizar cuando la partitura se lo exige.
Excelente el trabajo del barítono sudafricano Jacques Imbrailo, quizá a mi entender el mejor cantante de la noche. Unió su bello timbre a un canto aterciopelado. Poseedor de grandes medios vocales supo dosificarlos para crear un personaje de gran atractivo. Su discurso en la cena de gala de la tercera escena del primer acto (Ladies and gentlemen…) fue extraordinario y dejó un extraordinario sabor de boca. Como también lo hizo la Pat Nixon de Sarah Tynan, una excelente cantante que además estuvo espléndida como actriz. No defraudó en ningún momento, pero su trabajo actoral y vocal en el segundo acto estuvo entre lo mejor de la noche. De gran dificultad vocal es el rol de la esposa de Mao, Chian-Ching. Adams escribió para ella unas notas agudas que sólo una cantante avezada a estos roles es capaz de dar. La estadounidense Audrey Luna estuvo a la altura de lo exigido, y salvo algún desajuste en la zona más extrema, su trabajo fue de gran nivel aunque inevitablemente estos esfuerzos tienen que pasar factura. Brillante trabajo de las tres secretarias que acompañan a Mao o a la señora Nixon como intérpretes. Sandra Fernández, Gemma Coma-Alabert y Ekaterina Antipova estuvieron estupendas en todas sus intervenciones. También a buen nivel Borja Quiza, quien dio vida a un rudo y desagradable Kissinger.