El magisterio de Gould
Valencia. 23/04/2023. Palau de Les Arts. Wagner: Tristan und Isolde. Stephen Gould (Tristan). Ricarda Merbeth (Isolde). Ain Anger (Marke). Claudia Mahnke (Brangäne). Kostas Smoriginas (Kuwenal). Moisés Marín (Melot). Alejandro Sánchez (Un timonel). Alex Ollé, dirección de escena. James Gaffigan, dirección musical.
Me gustaría con esta crónica rendir homenaje a Stephen Gould (Virginia, 1962), un tenor impresionante, que atesora ya a sus espaldas diez producciones distintas de Tristan und Isolde, con un total de 75 representaciones en este papel, 30 de ellas en Bayreuth. Estamos, sin duda, ante el Tristan de su generación, con permiso de otros cantantes sumamente solventes en el rol, como Andreas Schager, que está estos días en el Teatro Real cantando este mismo título bajo la batuta de Semyon Bychkov.
Y es que Gould resuelve la parte con una suficiencia pocas veces vista. Incluso con el paso de los años, con un instrumento que va sonando ya menos fresco, asombran en Gould su magisterio y su imponente autoridad. Tras un primer acto algo reservón y tras un segundo cuadro bastante correcto, Gould destapó el tarro de las esencias en el tercer acto, el más intrincado y exigente de la partitura, donde tantos tenores se diluyen, literalmente, conforme se acumulan las oleadas provenientes del foso. Gould resistió impertérrito, con apenas dos notas menos desahogadas, exhibiendo un instrumento amplísimo, realmente heróico.
Al lado de Gould, la Isolda de Ricarda Merbeth resulta vocalmente resolutiva; estamos ante una intérprete intensa pero no especialmente variada en acentos y colores. Un tanto monótona, en suma, aunque su ejecución puramente vocal no admita tacha alguna. En cualquier caso, una rendición más sólida y regular que en el caso de su Brünnhilde, que pudimos escuchar conforme debutó el rol en el Anillo del Teatro Real, en el transcurso de las pasadas temporadas.
James Gaffigan, batuta titular del coliseo valenciano, retomaba en Les Arts esta partitura wagneriana tras su primer contacto con ella en Santa Fe, en 2022. Su aproximación es pulcra pero escasamente vívida, tan nítida como blanda, falta por lo general de tensión interna y con amplio margen de mejora en términos de dinamismo y fluidez teatral. La representación se escucha con gusto pero sin entusiasmo, en un ejercicio un tanto epidérmico. La Orquesta de la Comunidad Valenciana, en todo caso, sonó casi como en sus mejores días, destacando el espléndido trabajo de las maderas, con intervenciones bellísimas, amén de la infalible solvencia de los metales; la cuerda del conjunto sigue siendo uno de sus pilares más fuertes y fue de hecho el sostén de la lectura de Gaffigan.
Procedente de Lyon, donde se estrenó en 2017, la propuesta escénica de Àlex Ollé resulta bastante inane, aunque tampoco es presuntuosa. El director catalán parece conformarse aquí con un acercamiento plástico, un tanto superficial pero grato en su desarollo, de buena factura técnica en las numerosas proyecciones que emplea. El trabajo depara así algunos cuadros de afortunada impronta estética, como el final de la velada, con una genuina transfiguración lumínica en torno al 'Mild und leise' de Isolda.
Fotos: © Miguel Lorenzo y Mikel Ponce