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Incendios 

Bayreuth. 01/08/23. Bayreuther Festspiele. R. Wagner: Der Fliegende Holländer. M. Volle (Der Holländer). E. Teige (Senta). G. Zeppenfeld (Daland). T. Mužek (Erik). N. Weismann (Mary). A. Glaser (Der Steuermann). Coro y Orquesta de Bayreuther Festspiele. E. Friedich, dirección del coro. Dmitri Tcherniakov, dir. de escena. Oksana Lyniv, dirección musical. 

Tercer verano con el Höllander en producción de Dmitri Tcherniakov y la batuta de la ucraniana Oksana Lyniv, recordemos, la primera mujer en el foso mítico de Bayreuth en su historia. Lyniv, quien dirigió por primera vez en su carrera Der Fliegende Höllander  en el Gran Teatro del Liceu de Barcelona en mayo del 2017, con unas críticas más bien tibias, ha ido puliendo una lectura que se ofreció en esta primera función de la edición 2023 de la verde colina, hasta el punto de ofrecer una versión realmente incendiaria. 

La ucraniana mantiene un pulso in crescendo desde una obertura que no oculta una especie de sino del destino sonoro que incide en con unos acordes potentes y resolutivos. La orquesta responde con brío, flexibilidad en el fraseo y una lucha entre lirismo, narratividad e inexorabilidad, en la linea de una producción donde la venganza, la desolación social y un feminismo alienado, reinan por doquier.

La lectura de Lyniv se ha vuelto incisiva, tormentosa y con un sentido del tempo casi agresivo, como si la ucraniana se reivindicara desde el podio con un carácter marcial y belicoso, que casa perfectamente con la partitura wagneriana. La última media hora de la ópera se vuelve asfixiante, sobre todo por un control sinfónico de la orquesta que responde de manera ardiente y con un sonido de devastadora belleza.

Lyniv brilló e hizo sacar oro desde el foso mísitico en una edición del 2023 que se ha reivindicado como la edición del éxito de las batutas femeninas,  de los debutantes y de los nuevos nombres en el universo wagneriano de la dirección musical, léase: Oksana Lyniv, Nathalie Stutzmann, Pablo Heras-Casado y Pietari Inkinen. El público premio con ovaciones dignas de una gran batuta la labor inexorable de Lyniv, quien se ha confirmado como una batuta wagneriana con carisma y cosas por decir. 

Así las cosas, la producción de Tcherniakov mantiene su orgánica teatralidad, construida sobre una dirección de actores precisa, bien delineada, donde todos los caracteres responden con generosa adecuación. La escenografía móbil, fluída, práctica y casi infantil, incide como envoltorio impersonal de unos protagonistas que son presas de un destino irremediable que se los traga a todos cual torbellino existencial.

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El equipo de cantantes fue entre la discreta corrección, la Mary de la mezzo Nadine Weismann y la excelencia vocal del siempre excelente bajo Georg Zeppenfeld como Daland que paladeó con regusto un rol que no tiene secretos para él. En medio, el Höllander del barítono, y cantante muy querido en el Festspielhaus, Michael Volle, quien demostró su sobrada calidad interpretativa. 

El germano es un wagneriano especialista que demuestra un sentido del fraseo, del tempo y de la interiorización de los personajes que sentencia con soberbia profesionalidad. Escuchar su monólogo, es paladear el canto wagneriano, aún con sus sesenta y tres años, y con una lozanía vocal que ya ha pasado sus mejores laureles, su profundización del texto, la expresión de su canto y su dominio del estilo, lo confirman como un solista de referencia. Es cierto que parece más el padre de Senta que un amante idealizado, pero en esta incrédula producción de Tcherniakov, la diferencia de edad, inicide en la lectura utilitaria de Senta por parte del Holandés para cumplir su venganza.

Elisabeth Teige ofreció su tercer rol este verano en el Festival, después de sus Sieglinde y Elisabeth. Como Senta, papel que canta por segundo año consecutivo en el Festspielhaus, su peculiar vibrato y timbre rugoso, casan bien con un personaje insatisfecho y rebelde. La voz corre con facilidad, pero en el registro agudo, tendió, sobretodo al final de la ópera, a engrosar dramatismo vocal, saturando el sonido y rozando el grito en los agudos más comprometidos.

Gran actriz, su implicación escénica, merced a la ya mencionada incisiva dirección de actores por parte de Tcherniakov, fue generosa y catártica, premiada con grandes ovaciones por un público que valoró con justicia la entrega de la cantante noruega. 

El personaje vocalmente más desdibujado y genérico fue el Erik del tenor croata Tomislav Mužek. Si bien el timbre tiene una luz eslava inconfundible que le dan un color característico y llamativo, su canto tuvo cierta inconsistencia dramática y no estuvo a la altura del resto. 

Ha estado mejor en otras ocasiones también Attilio Glaser como Steuermann. El color es brillante y el canto expansivo y solar, pero resulto irregular y con caídas de tensión en su emisión.

En resumen, una función de Der Fliegende Höllander que encontró en un foso de pirómana hermosura y un coro, de nuevo, rotundo y magnifico en todas sus secciones, los dos principales pilares, junto al Höllander de Volle y el Daland de Zeppenfeld.

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