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Agujeros negros 

Bayreuth. 03/08/23. Bayreuther Festspiele. R. Wagner: Tristan und Isolde. Catherine Foster (Isolde). Clay Hilley (Tristan). Georg Zeppenfeld (König Marke). Markus Eiche (Kurwenal). Christa Mayer (Brangäne). Olafur Sigurdarson (Melot). Jorge Rodríguez-Norton (Ein Hirte). R. Nolte (Ein Steuermann). S. Maquingo (Junger Seemann). Coro y Orquesta de Bayreuther Festspiele. Roland Schwab, dirección de escena. Marcus Poschner, dirección musical.

Segundo y último año para esta producción de Tristan und Isolde firmada por Roland Schwab y estrenada el verano pasado por Markus Pochner. Se trata de la nueva producción que Katharina Wagner se sacó de la manga por culpa de un brote de coronavirus que afectó a la baja de Pietari Inkinen con el Ring el año pasado y que había de ser el gran atractivo de la pasada edición. Este brote de covid amenazaba con afectar a las otras producciones con numeroso coro ya programadas, Tannhäuser y Der Fliegende Höllander, y se escogió este Tristan para tener una producción de pocos cantantes y poco coro por si las anteriores se hubieran tenido que cancelar por un nuevo brote pandémico. Por suerte esto no pasó y el año pasado sólo se escenificó este Tristan dos veces ya que tanto Tannhäuser como el Der Fliegende Höllander se pudieron programar sin cambios ni cancelaciones.

Esta producción pues, nacida con urgencia y a modo de salvación in extremis, se ha vuelto a reponer este año en dos fechas también, con el mismo director musical y el mismo reparto que el verano pasado. La baja este verano por requerimiento médico del heldentenor Stephen Gould, Tristan previsto, hizo que ocupara su lugar el tenor estadounidense Clay Hilley, quién el año pasado ya vino a salvar los muebles en el primer Götterdämerung del Ring en estreno, debido de nuevo a la baja por fatiga vocal de Gould.

Estamos pues ante un Tristan nacido de manera circunstancial con artistas que también acudieron a la llamada de Bayreuth a socorrer fuegos. De esta manera se ha de contextualizar esta producción y también su resultado artístico. 

Si bien el año pasado Markus Poschner acudió desde sus vacaciones en Creta para dirigir esta producción, con un resultado más que alentador, este verano su vuelta y además su dirección del concierto al aire libre el día antes de la inauguración del Festival 2023, se ha de leer como un agradecimiento de Katharina Wagner a su buena labor y disposición. La batuta de Poschner, de hecho, se puede explicar en la linea de los estimables Kapellmeisters que han dirigido en la verde colina.

Lectura clara, de lineas y tensiones bien diferenciadas, que jugó con los contrastes y densidades de la colosal partitura, con una obertura sensible y bien adrministrada. Es cierto que en el segundo acto, como ya le pasó el año pasado, en el inconmensurable dúo de amor pierde la oportunidad de brillar, pues la lectura cae en sus tensiones en un magma sonoro que no encuentra el in crescendo infinito que pide Wagner y que tampoco dio el resultado deseado debido a un Tristan prácticamente inexistente.

El tercer acto pecó de nuevo del lastre vocal de un Hilley totalmente fuera del rol: ni por color, ni por cuerpo, ni por dramaturgia fue Tristan… Poschner no se volvió a encontrar con las dinámicas deseadas y con la voz idónea hasta el Liebestod de Isolda con una Catherine Foster inexpugnable. En resumen, desde el foso, una labor agradecida que se perdió y no terminó de brillar como en su debut en 2022. Perfecto, en todo caso, en su cometido el coro del Bayreuther Festspielhaus dirigido por Eberhard Friedrich.

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Catherine Foster, en cambio, se creció en un rol que no tiene secretos vocales para ella, a nivel de potencia y proyección. Otra cosa son los matices, los colores y una expresión que, si bien se intuye la rabia del primer acto, la sensibilidad amorosa del segundo y la desesperación existencia del tercero, no acaba tampoco de encontrarse con un rol que pide mucho más que potencia vocal.

Lo de Clay Hilley como Tristan se pude resumir o en un mal día, que lo puede tener cualquiera, o en una mala elección de rol. La voz no dio ni el color, ni el cuerpo, ni la consistencia recia y robusta que pide un Tristan.

En el primer acto paso prácticamente desapercibido; en el segundo, eclipsado totalmente por la monumentalidad del instrumento de Foster, apenas se percibió un fraseo sensible y con intenciones en el inenarrable O sink hernieder, Nacht der Liebe; y en el tercero, con su temible escena, la debacle se percibió cercana. Con todo un público agradecido aplaudió su cometido en un acto casi de redención popular.

Como siempre y como es habitual en el gran bajo germano Georg Zeppenfeld, su König Marke fue referencial. Por la belleza de su fraseo, por la claridad de su canto, por el uso expresivo de un instrumento siempre imbuido de la dramaturgia del libreto y con un hermoso color oscuro de noble timbre que lo convierten en un aristócrata del canto wagneriano. El único cantante al nivel deseado por sensibilidad  y vocalidad.

La Brangände de Christa Mayer y el Kurwenal de Markus Eiche comparten virtudes, perfección estilística y vocalidad, con una tendencia a cierta monotonía cromática de un canto impecable pero falto de carisma tímbrico. Corrección y profesionalidad en el resto de secundarios con el español Jorge Rodríguez-Norton como ein Hirt.

De la producción, no se sabe si excusar su simpleza debido al nacimiento prematuro y circunstancial de la misma. Pero si el año pasado ya produjo cierta vergüenza ajena su superficialidad estética, mismo cuadros para los tres actos, jugando con la atemporalidad de cielos, mares y un universo sideral que une y engulle a la vez a los dos amantes, distanciándolos de una realidad que no los acepta. 

Este año el posible margen de mejora con una profundización dramática de la producción, en el socorrido work in progress de las producciones de Bayreuth, ni se produjo ni se dio. Al revés, es cierto que Stephen Gould, Tristan el año pasado, no es un gran actor que se prodigue en un acting notorio, pero es que Clay Hilley todavía es más esquivo y patoso con la régie. Sus parcos movimientos todavía dejaron más en ridículo la unión de los amantes en la piscina central que preside los tres actos y que los engulle en un agujero negro que se rebela tristemente metafórico. Un agujero negro que pareció disolver las prestaciones de todos los protagonistas exceptuando el gran bajo wagneriano de las dos últimas décadas que reina en Bayreuth: Georg Zeppenfeld.

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Fotos: © Enrico Nawrath