Una Juliette inolvidable
Bilbao (24/10/2023) Palacio Euskalduna. Gounod: Roméo et Juliette. Javier Camarena (Roméo), Nadine Sierra (Juliette), Anna Alàs Jové (Stéphano), Andrzej Filończyk (Mercutio), Marko Mimica (Frère Laurent) y otros. Coro de Ópera de Bilbao. Euskadiko Orkestra. Dirección de escena: Giorgia Guerra. Dirección musical: Lorenzo Passerini.
Muy de vez en cuando tenemos la suerte de oír una voz excepcional, un cantante que se sale de lo común, que te hace sentir toda la belleza que encierra la ópera y que, literalmente, te deja con la boca abierta. Nadine Sierra es una de esas estrellas que te recuerda por qué la ópera es tu pasión y por qué el directo nunca podrá sustituir a una grabación. Su trabajo con la Juliette de Gounod es una experiencia inolvidable por el increíble atractivo de una voz excepcional, de una naturalidad pasmosa, impecable en toda la tesitura, y de una naturalidad y buen trabajo técnico que convierte cualquier pasaje de especial dificultad en algo cuasi ligero. Impresionante. Imperial en toda la obra, hizo brillar los pasajes más conocidos, desde Ah, je veux vivre con sus coloraturas nada fáciles hasta esa maravilla que es Amour, anime mon courage, pasando por todos los dúos con Roméo. ABAO (Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera) que abre su temporada 72 con esta obra, puede sentirse orgullosa de haber traído a Bilbao una cantante como hay pocas en panorama internacional.
Javier Camarena, un artista admirable por su trayectoria y por su trabajo, debutaba en el papel de Roméo. El cantante mexicano es un profesional de altísimo nivel pero que aún, en esta primera presentación en el rol, no consigue atrapar toda la fuerza y la pasión que Gounod puso en el personaje. Camarena jamás canta mal, tiene un timbre bellísimo y sus agudos son limpios, preciosos, pero, en mi opinión, le falta algo para ser un Roméo plenamente convincente. La complicidad con la soprano es evidente y juntos consiguieron momentos de imponente belleza, pero las intervenciones de Camarena en solitario adolecieron de poca garra pese, insisto, a la belleza del instrumento. No se puede negar la buena resolución de la famosa aria Ah! lêve-toi soleil, además Camarena mejoró notablemente su desempeño en los actos finales de la obra, pero creo que es necesario que este excelente cantante profundice más en el rol y le saque todo el brillo que encierra.
Buen trabajo el del barítono Andrzej Filończyk como Mercutio, que cantó con excelente gusto La historia de la reina Mab y cumplidor el Frère Laurent de Marko Mimica. Esta obra requiere un buen número de comprimarios que, en general, estuvieron a la altura de lo requerido, pero querría destacar el trabajo de Alejandro del Cerro como Tybalt, un tenor con excelentes medios, el Stéfano de Anna Alàs Jové, que resolvió sin problemas su aria Que fais-tu, blanche tourterelle? y el impecable Pàris del siempre solvente Isaac Galán. En esta obra el coro tiene una importancia muy destacada y las intervenciones del Coro de Ópera de Bilbao estuvo a la altura de lo exigido, sobre todo en esa joya de aires verdianos que es Ô jour de deuil! que sonó bellísimo y bien empastado.
Gran direccióndel joven maestro Lorenzo Passerini, uno de los triunfadores de la noche junto a la Euskadiko Orkestra, de una calidad extraordinaria. El director italiano optó por unos tiempos pausados, elegantes y muy afrancesados, como la partitura exige. Su gesto fue claro y preciso tanto hacia el foso como hacia el escenario y extrajo un sonido suntuoso y muy rico en matices. Como ya se ha dicho, la orquesta, una formación cada vez de mayor calidad, firmó uno de sus mejores trabajos que se recuerdan en el foso del Euskalduna, con un viento apabullante y una cuerda especialmente precisa.
Este Roméo es, escénicamente, un encargo conjunto de la ABAO y de la Ópera de Oviedo, dos asociaciones privadas que se unen para sacar adelante esta producción que firma Giorgia Guerra. Su trabajo opta por el minimalismo (la escenografía fue diseñada por Federica Parolini), utilizando en toda la ópera tres paneles grises, simulando piedra, para cerrar la escena y un gran prisma que es utilizado de una manera versátil para diversos cometidos (balcón de Juliette, su habitación, puerta del convento del hermano Laurent). Sobre las paredes se van proyectando diversos videos que sitúan de forma somera los diversos escenarios de la obra. La solución resuelve con soltura el envite de escenificar una obra con pocas posibilidades teatrales (a no ser que dispongas de un presupuesto mucho mayor del que supongo que ha dispuesto la directora italiana) y consigue sus objetivos sin entusiasmar pero reconociendo el esfuerzo que supone su planteamiento y resolución.
Fotos: © E. Moreno Esquibel