Una orquesta muy brahmsiana
Barcelona. 21/01/2024. Palau de la Música. Obras de Beethoven y Brahms. Franz Schubert Filharmonia. Trío Ludwig. Salvador Mas, dirección musical.
No deja de ser curioso que la Franz Schubert Filharmonia sea una orquesta muy brahmsiana, ¿no creen? En realidad es algo perfectamente lógico, habida cuenta de la relación entre ambos compositores. Sobre todo me refiero a la admiración, algo tardía y callada, que Brahms reconoció profesar por el talento de Schubert. Como es bien sabido, no cabe hablar de una relación entre ellos semejante a la que se cosechó entre Schumann y Brahms, pero los vasos comunicantes son obvios y la Franz Schubert Filharmonia los puso de manifiesto en este programa, encabezado además por una obra tan señera como el Triple concierto para violín, violonchelo y piano de Beethoven, esa especie de ciprés alargado cuya sombra marcó a todos los grandes autores del Romanticismo.
Comencemos precisamente por este Beethoven, con el que se abría el programa. Fue sin duda encomiable la labor del Trío Ludwig, compuesto por los hermanos Abel y Arnau Tomàs, parte a la sazón del Cuarteto Casals, junto a la pianista Hyo-Sun Lim. Esta última resolvió su parte con verdadera precisión y aquilatado manejo del pedal, segurísima y concentrada. El violín de Abel Tomàs se paseó con pasmosa facilidad por la intrincada escritura de la pieza. Y el violonchelo de Arnau Tomás, más allá de alguna tirantez en los pasajes más vertiginosos de la obra, aportó hondura y brilló con luz propia en el segundo movimiento, el bellísmo Largo.
En lugar del titular y responsable artístico del conjunto, Tomás Grau, lesionado en una pierna, contamos aquí con la dirección musical de Salvador Mas, a la sazón maestro en su día del propio Grau y una batuta de probada solvencia. Serenidad, aplomo y claridad definieron la dirección de Slavador Más, batuta seria y concienzuda, de fraseo meditado e incisivo. Su Brahms combinó pasajes más analíticos con otros más efusivos, verdaderamente arrebatados en el fraseo aunque siempre atento a dinámicas y balances. Una labor de genuino Kapellmeister, podríamos decir.
La Franz Schubert Filharmonia se mueve como pez en el agua en este repertorio. Brahms les sienta como un guante, algo que ya pudimos comprobar en 2021 a las órdenes de Pablo González (cómo pasa el tiempo, dicho sea de paso...). La calidad de los solistas en las maderas y metales encuentra el equilibrio perfecto en la solidez de las cuerdas, segurísimas en cada ataque y realmente flexibles y atentas a las indicaciones de Mas. La Cuarta de Brahms es una partitura realmente exigente, de esas que dejan al descubierto las costuras de quienes no tienen la capacidad necesaria para resolverla. No fue desde luego el caso de la FSF, convincente una vez más, precisamente por esa combinación tan suya de naturalidad y aplomo, de resolución técnica y capacidad expresiva.