Lady Macbeth Wilfried Hoesl 

Pornofonía

Múnich. 28/11/2016. Bayerische Staatsoper. Shostakovich: Lady Macbeth del distrito de Mtsensk. Anja Kampe, Anatoli Kotscherga, Sergey Skorokhodov, Misha Didyk y otros. Dir. de escena: Harry Kupfer. Dir. musical. Kirill Petrenko.

Cuando el régimen estalinista desaprobó la Lady Macbeth de Shostakovich la tacho de un sinfín de descréditos (“un flujo de sonidos deliberadamente embrollado”, por ejemplo) pero fue sin embargo un crítico norteamericano quien describió la partitura como “pornofonía” (sic), habida cuenta de lo sexualmente explícito de varias escenas y la naturaleza de su música. Y quizá convenga reflotar ese epíteto precisamente al hilo de estas funciones, pues verdaderamente el derroche musical de Petrenko roza lo obsceno. Lo cierto es que cada nueva producción de la Bayerische Staatsoper de Múnich en manos de Kirill Petrenko es ya un acontecimiento por méritos propios. Son muchas ya las veladas inolvidables si echamos la mirada atrás, abarcando apenas un lustro: Die Frau ohne Schatten, Der Ring des Nibelungen, Die Soldaten, Der Rosenkavalier, Lucia di Lammermoor, Lulu, Ariadne auf Naxos, Die Meistersinger von Nürnberg, Tosca… El genio de Petrenko no conoce límites ni apenas parangón hoy en día. Es ya de sobra conocida su capacidad para aunar en una misma batuta un enfoque sumamente analítico, capaz de diseccionar la partitura como nunca antes la habíamos escuchado, con un pulso teatral inusitado que impide que la tensión decaiga. En esta Lady Macbeth imprime Petrenko además una dosis sobresaliente de sarcasmo y erotismo, resaltando lo grotesco en el contexto de lo trágico. Y al mismo tiempo consigue situar y recrear la poesía en mitad de ese universo horrendo que nos narra el libreto, encontrando el lirismo su lugar natural en una música por momentos agresiva. Petrenko disfruta gestionando el riesgo y no en vano lleva a la orquesta por momentos a un ritmo vertiginoso, casi hasta el paroxismo ante una audiencia boquiabierta. Es simplemente genial la óptica con la que aborda el carácter bailable de algunas partes, como si fueran un vals vienés deformado. Y al mismo tiempo el fraseo es tan preclaro, tan transparente... parece un milagro encontrar momentos de una belleza arrebatadora e irresistible en el devenir de esta tragedia exuberante. Una vez más Petrenko firma una versión de referencia, un auténtico festival de teatro musical. Lo cierto es que no esperábamos menos.

Anja Kampe resuelve con nota un intrincado debut, habida cuenta de que la escritura vocal de su parte parece reclamar una voz más dramática, incluso más oscura y con otra densidad. Kampe es si acaso una lírica plena con mucho empuje, bregada sobre todo en papeles emblemáticos de repertorio alemán como Sieglinde (Die Walküre), Senta (Der fliegende Holländer) o Leonore (Fidelio), aunque con puntuales y no muy afortunadas incursiones en el repertorio italiano (Tosca). En esta ocasión aborda la parte de Katerina Ismailova con suma inteligencia, sin forzar las costuras de su instrumento, muy esmerada en su trabajo con el idioma ruso y por lo general convincente y creíble en escena. 

Sin embargo, el reparto flaquea claramente con el Boris de Anatoli Kotscherga, cuya veteranía e indudable teatralidad no justifican el estado comatoso ya de su instrumento, una voz ahogada, cuajada de sonidos fijos, sin suficiencia alguna. Hace apenas unos meses John Tomlinson, otro veterano aunque dueño de unos medios mucho más sonoros e imponente, ofreció un Boris muy respetable en la Deutsche Oper de Berlín. A Kotscherga no le queda ya instrumento para enfrentarse a un compromiso de esta envergadura.

Estupendo el desempeño de los dos tenores requeridos por la obra, Sergey Shorokhodov como Sinowi y Misha Didyk como Sergej, en ambos casos con instrumentos brillantes y bien proyectados, con el color idóneo para este repertorio Como es costumbre, el equipo de comprimarios reunido por la Bayerische Staatsoper es sobresaliente, destacando las voces de Alexander Tsymbalyuk como jefe de policía y Anna Lapkovskaja como Sonjetka.

El espectáculo no obstante no es redondo, ya que la propuesta de Harry Kupfer adolece de varias flaquezas. De entrada cuenta con una escenografía deficiente -obra de su veterano colaborador Hans Schavernoch- que lastra notablemente toda la representación, incapaz de generar espacios y organizando sin imaginación alguna la acción. Por otro lado la dirección de actores de Kupfer es sumamente convencional y clásica; en este sentido estamos ante un planteamiento sumamente literal y muy poco estimulante. A lo sumo, Kupfer atina a subrayar bien la doble condición de víctima y verdugo de la protagonista, algo bastante obvio por otro lado. En otro orden de cosas, habida cuenta de varias de sus últimas propuestas como el Rosenkavalier de Salzburgo y Milán o el Fidelio de Berlín, se diría que Kupfer ha descubierto de golpe y porrazo el universo de las proyecciones en video, resolviendo con estas el fondo de sus escenografías. El recurso hastía ya un tanto y se antoja de un conformismo decepcionante.

Ocasión perdida, pues, para cuajar en Múnich otro binomio redondo como los que Petrenko encabezó junto a Kriegenburg (Der Ring, Die Soldaten), Warlikowski (Die Frau ohne Schatten) o Tcherniakov (Lulu). Tampoco el reparto ha sido tan redondo como en otras ocasiones, quedando en fin la labor de Petrenko como el principal y destacado atractivo de estas funciones que se extenderán durante la primera quincena de diciembre.

* El audio de la función de estreno, a la que aquí me refiero, está disponible en el siguiente enlace de la Bayerischer Rundfunk. Asimismo, el día 4 de diciembre está prevista la difusión en streaming de la representación, en vivo y en directo desde la Bayerische Staatsoper, a través de su portal Staatsoper.tv