hannigan santa cecilia

 ... y Barbara Hannigan en todas ellas

Roma. 18/04/24. Sala Santa Cecilia. Obras de Copland, Haydn, Offenbach y Weill. Monica Bacelli, mezzosoprano. Accademia Nazionale di Santa Cecilia. Barbara Hannigan, dirección musical y soprano.

La teoría del todo a la vez en todas partes es difícil de manejar, acabo de plantearlo a propósito de La sonnambula que ha podido verse estos días en Roma. Sin embargo, a continuación de estas citas han tenido lugar otras tres en la Accademia Nazionale di Santa Cecilia, también en la capital italiana, donde ha quedado demostrado que en manos sabias todo puede tener lugar. Démosle pues, la vuelta a la fórmula.

Y es que la canadiense Barbara Hannigan es desde hace tiempo una de las batutas, cantantes o artistas a secas de mayor influencia en la cultura musical universal. Sus propuestas suelen resultar rompedoras o cuanto menos efervescentes, de aquellas que te hacen plantearte preguntas a borbotones y re-descubrirte a ti mismo como espectador, como amante fiel a la música. Las manos de Hannigan son aquellas que consiguen que tu ralación con la música, sea esta cual sea, se mantenga viva y apasionada durante el paso del tiempo.

Para el programa escogido con la Santa Cecilia presentaba una ecléctica selección de obras, recogiendo músicas desde el XVIII al siglo XX. Aarcon Coplan y su Music for the Theatre fueron unidos a la Sinfonía nº90 de Joseph Haydn en la primera parte de la noche, por ejemplo. La del compositor estadounidense no fue escrita para un escenario concreto, pero sin duda Hannigan supo dotarle del pulso necesario para imaginar todo lo contrario, una suerte de vaudeville americano cargado de fuerza y color. Empapado de jazz, con un piano en el centro de la formación y excelentes intervenciones de clarinete y oboe. Una degustación de tímbricas imbricadas en las raíces propias de Copland, que dio paso a una reivindicación de la figura de la orquesta como entidad musical con vida propia. Aquí, la deconstrucción de lo acosutmbrado por parte de la directora, sus preguntas abiertas sobre rítmica, fraseo, acentuación o planos sonoros fue apabullante. Ya lo apuntaba: ponernos a prueba como oyentes, como parte activa de esta relación musical. A medida que la pieza avanzaba, los cambios parecían más y más retantes. El Allegretto del Minuetto así lo demostró desde sus primeros compases, mucho más... precisamente, teatrales. Hay un drama, una narrativa añadida y bien recibida en este Haydn, que Hannigan supo explotar hasta el culmen del falso finale del cuarto movimiento. Tras los primeros aplausos del público, la directora abandonó la sala para que fuese la Santa Cecilia quien completase la sinfonía en solitario.

El buen humor continuó en la segunda parte de la noche, con la selección de la Gaîté Parissienne de Offenbach, donde la formación italiana siguió dando excelente muestra de flexibilidad y capacidad para desarrollar cada color, cada atmósfera. Ritmos fastuosos, brillos por doquier y buena sintonía, palpable en la predisposición de los atriles, quienes parecían entusiasmados con la direcciónde Hannigan. Y en medio de todo ello, la participación de Monica Bacelli - quien participaba en la comentada Sonnambula - para cantar junto a Hannigan - al mismo tiempo que dirige - la Barcarolle de Les contes d'Hoffmann. No quedó ahí la demostración de esta doble faceta de la artista, pues el concierto se cerró con dos canciones de Kurt Weill: Youkali y Lost in the Stars. Cantando desde el podio, Barbara Hannigan dio muestra maravillosa de este fluir del cabaret, interpretado desde coordenadas, digamos, más clásicas. Sinceramente, no recordaba una sensación, un impacto tal con este tipo de repertorio y acercamientos al universo jazzistico desde Jessye Norman - porque uno va teniendo ya una edad -. ¡Qué manera de expresar! ¡Qué sutilidad! ¡Qué capacidad del todo en unas manos! ¡Hasta la orquesta participó cantando! ¡Qué maravilla de noche!

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