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Del Congo al Valhalla

Barcelona. 10/05/2024. L’Auditori. Obras de Hèctor Parra y Richard Wagner. Lauren Michelle, soprano. Sinéad Campbell Wallace. Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña, Ludovic Morlot, dirección.

Con las elecciones catalanas y la polémica Eurovisión como telón de fondo, llegaba el penúltimo programa sinfónico de la temporada de la OBC, en el que ha querido vestirse de ópera yuxtaponiendo la Tetralogía nibelunga de Wagner con la contemporánea Justice de Hèctor Parra, ambas en versión de suite para concierto; dos propuestas diferentes que han requerido dos divas para cada una: Lauren Michelle, para la contemporánea, y Sinéad Campbell Wallace, para la romántica alemana. 

El primer plato tenía de protagonista a Hèctor Parra, uno de los compositores más relevantes de la escena actual, cuyas últimas producciones han ocupado algunas de las principales carteleras catalanas, nacionales e internacionales. Una de las más significativas fue Orgia, ópera estrenada en 2023 en Bilbao, y programada recientemente en el Gran Teatre del Liceu. El estreno del viernes fue una suite basada en Justice, ópera encargo del Grand Théâtre de Genève, estrenada a principios de año, basada en un suceso concreto en la República Democrática del Congo, en el que un camión cisterna, que transportaba ácido sulfúrico, perdió el control y ocasionó la muerte de veintiuna personas. El libreto del poeta congolés Fiston Mwanza Mujila incluía textos en francés y en suahili, por lo que la elección de una soprano apropiada -Lauren Michelle- no fue una cuestión menor.

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En manos de Morlot, la suite se desenvolvió generosa en decibelios y con la sensación de querer transmitir hasta la última coma de una partitura muy compleja, grandiosa, y muy exigente, tanto para músicos como para oyentes, los cuales recibieron positivamente una obra atrevida, disonante, y, por encima de todo, valiente. Porque aunque no satisfaga todos los gustos, Parra compone una música trascendente y fiel a un lenguaje y a sus propósitos artísticos. Sin embargo, hay que decir que el uso –o sobreúso– de clústers, crescencendi extremos y todo tipo de efectos estridentes es, a priori, una elección arriesgada para ganarse no solo al público más “conservador”, sino también a los oyentes más aventureros. El carecer del elemento escénico y visual, puede sumarse al inconveniente que conlleva tanta actividad sonora, que podría ser el que, sencillamente, provocara la apatía y la impasibilidad del oyente, o en otras palabras, que “que desconectara”. Es decir, justo lo contrario del efecto deseado. Fuere como fuere, el público aceptó el reto y lo demostró con un generoso aplauso.

Parra fundamentó el discurso musical en grandes bloques y gestos orquestales, con una recurrencia perpetua a la tensión, y alternando breves momentos de calma, que en cierto sentido, podrían considerarse relativamente, los verdaderos puntos climáticos de la suite. Entre unas profusas oleadas de cuerda y percusión, Michelle, con vestido dorado, encontraba su hueco para unos desgarradores versos en medio de un continuo flujo de ideas interesantes, en los que la percusión jugaba un papel fundamental. La prodigiosa voz de la soprano se contraponía a la orquesta con relativa claridad, especialmente en la última intervención, sin olvidar la faceta dramática y escénica. 

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Con refuerzos notables, especialmente en la sección de metales –incluidas las cuatro tubas wagnerianas– Morlot se adentró en busca del anillo nibelungo con inspiración y se entendió notablemente con la orquesta, logrando extraer la fuerza necesaria para asaltar la suite del Ocaso de los dioses. El francés logró enchufar a todos en su conjunto, y las intervenciones, como el solo de trompa de la primera parte, se desenvolvieron con acierto. La valquiria Sinéad Campbell Wallace irrumpió sigilosamente en la orquesta y lució su vigoroso timbre con el valor y la fuerza de una heroína germánica. Muy competente en el registro bajo, la soprano encarnó a una Brünnhilde muy inspirada que se abría paso a través de una OBC que alcanzó momentos de gran ímpetu, surcando los principales temas wagnerianos y entusiasmando a un entregado público que tarareaba los leitmotivs en una de las veladas más operísticas de este final de temporada.

Fotos: © May Zircus