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Más ceniza que fuego

Barcelona. 18/05/2024. Gran Teatre del Liceu. Rossini: La cenerentola. Maria Kataeva (Angelina), Javier Camarena (Don Ramiro), Paolo Bordogna (Don Magnifico), Florian Sempey (Dandini), Erwin Schrott (Alidoro), Isabella Gaudí (Clorinda), Marina Pinchuk (Tisbe). Orquestra Simfònica del Gran Teatre del Liceu. Cor Madrigal. Emma Dante, dirección de escena. Giacomo Sagripanti, dirección musical.

Hacía tiempo que, por un motivo u otro, no se veía una ópera escenificada en el Liceu. Para la ocasión se presentaba una producción de la Ópera de Roma de La Cenerentola de Gioachino Rossini. La dirección escénica iba a cargo de Emma Dante y la verdad es que no aportó gran cosa al éxito de la velada. El concepto rehuía todo realismo como suele suceder con esta obra, marcada por el hecho de originarse en un cuento de Perrault  que, para mayor gloria y popularidad, fue llevado al cine por Disney en 1952. Todo ello puede parecer obvio pero no lo es, porque la adaptación de Jacopo Ferretti sobre la que trabajó Rossini se caracteriza por la supresión de elementos mágicos y a un servidor le hubiera gustado un enfoque más realista. El resultado, sea como sea, fue un montón de color blanco en una escenografía poco agraciada y una intervención permanente del ballet, caracterizado como muñecas que funcionan a cuerda. No siempre aportaron y ocasionalmente estorbaron. Se intentó reflejar la violencia ejercida sobre Angelina (muy evidente, por otra parte) y la dirección de actores, no muy lucida, reincidió en un concepto general despsicologizado.

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La dirección de Giacomo Sagripanti, dentro de la corrección, resultó un tanto apagada. Como suele pasar los metales se comieron a las cuerdas en el clímax de la obertura, no pudo evitar un cierto desorden en el quinteto del primer acto (“Nel volto estatico”) y no siempre atacó los tópicos “crescendi” desde un piano que permitiera desplegarse a la histeria rossiniana. Hubo, aparte de la mencionada corrección, cierta belleza tímbrica que es de agradecer pero tratándose de un director que ha frecuentado ya antes la obra de Rossini podía haber ofrecido una interpretación más vibrante.

Llamó la atención, en cambio, Maria Kataeva en su debut en la casa. No es que el público reaccionara de manera particularmente entusiasta pero ya se sabe que hace falta más currículum para gozar de la predisposición del respetable. La verdad es que tiene una bella voz, suficiente aunque no particularmente voluminosa, gran musicalidad, canto elegante y estupendas coloraturas. Evidentemente se lució en el rondó final (que para eso está) y actuó convincentemente. Me gustaría que la viéramos más en Barcelona. 

Más allá de algún detalle que ahora precisaré no se puede negar que Javier Camarena tuvo también una actuación brillante. Entre esos detalles se encuentra el cantar más que decir (“bestia, attento; ti scosta”), muy vinculado a una teatralidad más bien rutinaria, y alguna que otra de esas rascaditas que nos regala de tanto en cuanto. Pero lo cierto es que cuando se pone y la partitura se lo permite despliega un canto espléndido, derrocha clase, estupenda coloratura y unos agudos brillantísimos.

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Pero una Cenerentola no se hace sin cómicos y a diferencia de los novios, el padre no dió la talla. Paolo Bordogna ofreció un Magnifico muy flojo, tendente a la vulgaridad, descuadrado en algunos “sillabati” (“col ci ci, col ciù, ciù”, en el aria del primer acto, y también en algún momento de la escena X), empeñado en llenar de grititos y sobreactuaciones una falta de gags y comicidad que tal vez no sea solo responsabilidad suya sino compartida con la dirección escénica, que puede haber confundido clasicismo con vacuidad y sal gorda.

Florian Sempey (Dandini) estuvo más contenido y hasta tuvo buenos momentos, una voz timbrada y mayor compostura escénica, pero la coloratura es un tanto pesante y la afinación aproximativa en ciertas ocasiones (“Un segreto d’importanza”). Desde el punto de vista actoral nada se le puede echar en cara, puesto que tuvo que lidiar con la propuesta de Emma Dante, que no lo ponía fácil a la hora de obtener una comicidad franca y sin filtros. 

El hecho de que los dos buffos no pudieran o no supieran dar electricidad a la función la lastró duramente. En ello tiene seguramente una gran responsabilidad Emma Dante y su propuesta, pero la comicidad de la obra se sustenta sobre ellos. Si obviamos este hecho el conjunto del reparto se puede considerar satisfactorio puesto que, además de la pareja protagonista, también causó buena impresión el Alidoro de Erwin Schrott, mejor en el aria que en los recitativos, que desplegó recursos vocales de sobra para un papel que, si bien no es fácil, tiene sus dificultades centradas en una sola página que Schrott resolvió holgadamente. Clorindina y Tisbetta (encarnadas por Isabella Gaudí y Marina Pinchuk) lidiaron con un “acting” muy dinámico de manera convincente y aportaron su granito de arena a los conjuntos de manera eficaz.

Esta nueva producción nos demostró que una mezzosoprano y un tenor estupendos no son suficientes para levantar una Cenerentola que requiere una dirección de actores más atenta, una dirección orquestal más afilada y, sobretodo, unos cómicos que sostengan el espectáculo para el cual Rossini escribió una música que es un regalo y un caramelo.

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Fotos: © A. Bofill