Lírica alternativa y sin prejuicios
Burgos. 16/05/2024. Desguaces Foro. Puccini: Tosca. Ana Lucrecia García (Tosca). Shalva Mukeria (Cavaradossi). Manuel Mas (Scarpia). Quintín Bueno (Spoletta). David Cervera (Sacristán/Sciarrone). José Ramón Martín Díaz, piano y dirección musical. Emiliano Suárez, dirección de escena.
Tal y como sus creadores (Emiliano Suárez y Macarena Bergareche) recapitulan en la última edición impresa de Platea Magazine, Opera Garage nació en su día con el afán de llevar la ópera a escenarios alternativos para alcanzar con ello nuevos públicos. Tras hacer lo propio con La bohème, Lucia di Lammermoor y Rigoletto -tres títulos que podrán verse en fechas próximas en el Teatro Marquina-, Emiliano Suárez se acercaba ahora a Tosca en Burgos, tras una primera tentativa con el título en su Espacio Garage Lola, en Madrid.
Más allá de los pormenores escénicos de la propuesta, a los que me referiré más adelante, no cabe duda de que el formato de Opera Garage es, como tal, un indudable acierto porque logra que la lírica, un género todavía hoy lastrado por graves prejuicios sobre su accesibilidad, se disfrute con cercanía e inmediatez. Pocas cosas enganchan más a un potencial melómano que la experiencia de escuchar una voz en vivo, a apenas unos metros de distancia. Si a eso sumamos la ruptura prácticamente total de barreras entre el público y la escena, tenemos la fórmula perfecta para lograr ese citado objetivo de llegar a nuevos públicos a través de espacios alternativos.
Y es que pocos lugares más alternativos cabe imaginar, precisamente, que las instalaciones de Desguaces Foro a las afueras de Burgos, una enorme instalación industrial donde -no sin pasar algo de frío, todo hay que decirlo- disfrutamos de esta Tosca, comandada al piano -convenientemente amplificado- por un inspiradísimo José Ramón Martín Díaz, quien sostuvo la partitura completa con un aplomo y una consistencia dignas de admiración. Sustancialmente la ópera se ofreció en su versión íntegra, a excepción del preludio del tercer acto, que ciertamente pierde todo su encanto sin la brillante orquestación pucciniana.
El elenco vocal estaba encabezado por Ana Lucrecia García, una soprano de origen venezolano aunque afincada en España de la que en su día escuchamos hablar con devoción, pues llegó a pisar algunos de los principales escenarios internacionales como la Scala de Milán. Yo mismo le escuché una más que estimable Aida en la Ópera de París, allá por 2013. Quien tuvo, retuvo, y es indudable que Ana Lucrecia García maneja un material notable, bien timbrado en la zona central, de caudalosa presencia, aunque un tanto destemplado en el tercio agudo. Caracterizada por Emiliano Suárez con cierto recuerdo a grandes divas del pasado como Leontyne Price, la soprano sostuvo su Tosca con aplomo, dentro de las especiales circunstancias que supone también para los profesionales cantar así una partitura como esta. Me refiero a que es complicado no tener el soporte de una orquesta, es complicado no tener a un maestro como referencia en todo momento y es, supongo, comprometedor sentir al público tan cerca.
Shalva Mukeria fue un tenor importante allá por finales de los años 90 y principios de los 2000, con obras tan exigentes como I puritani, La sonnambula o La fille du régiment , compartiendo cartel con voces tan importantes como las de Mariella Devia o Edita Gruberova. De origen georgiano, hoy en día dedica la mayor parte de su tiempo a la docencia aunque también asume algunos proyectos en escena de tanto en tanto. Fruto de su paso por el citado repetorio belcantista, brindó un Cavaradossi cantado con indudable buen gusto y desenvuelto en el agudo, aunque sin evitar más de un traspiés con el texto del libreto.
Con diferencia, el más entonado de los tres solistas fue el barítono Manuel Mas, quien se desempeña sobre todo con compañías líricas de diverso pelaje, a lo largo y ancho de nuestra península, y a quien creo que deberíamos escuchar más en teatros de como la Zarzuela, Oviedo, Sevilla o Bilbao. Sea como fuere, su Scarpia fue excelente, no ya solo por la solvencia vocal con la que despachó la parte sino por la elegancia con la que fue desgranando el caracter maquiavélico y sibilino del rol, con excelentes intenciones en el fraseo. El elenco se completaba con dos cantantes más, el tenor Quitin Bueno y el bajo David Cervera, haciendo las veces de Spoleta y Sacristán/Sciarrone respectivamente.
La propuesta escénica de Emiliano Suárez ambienta la acción en la España de los años 60 y juega a la vez con diversos referentes de nuestra historia del siglo XX, sugiriendo por ejemplo un cierto paralelismo entre Picasso y Cavaradossi (el propio cartel de la producción se basa en una pintura de Miguel Caravaca, de aires picassianos). El propio suelo del espacio había sido alfombrado con portadas de El Correo y el personaje de Scarpia y sus esbirros comparecen caracterizados al modo de los grises del franquismo. Es una traslación de espacio y tiempo perfectamente legítima, que bien podría desarrollarse más en una producción completa del título, en teatro, como el Don Pasquale con el que Emiliano Suárez abrirá la próxima temporada de ABAO.
A la fórmula de Ópera Garage, eficaz en su acercamiento a nuevos públicos y genuina en su apuesta por espacios alternativos, tan solo cabría pedirle una vuelta de tuerca con el tema de los sobretítulos. Entiendo que es sumamente complicado plantearlo en un espacio tan abierto, donde además el público está dispuesto en diversas direcciones, por lo que no podrían proyectarse sobre una única superficie. Pero supongo que habrían ayudado a muchos de los espectadores a seguir con más detalle el libreto. Quienes conocemos Tosca de cabo a rabo nos sabemos el libreto practicamente de memoria, pero precisamente el perfil del público al que se intenta llegar con esta propuesta es, por definición, neófito y sería bueno darles al menos unas directrices que encuadren lo que van a ver en el escenario.