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Vivir la Antigüedad

Mérida. 29/06/20243. Teatro Romano. L. Cherubini: Médée. Ángeles Blancas (Médée), Nancy Fabiola Herrera (Neris), Noah Stewart (Jason), Esteban Baltazar (Creonte), Leonor Bonilla (Dirce) y otros. Coro de Cámara de Extremadura (Directora: Amaya Añúa), Orquesta Sinfónica de Extremadura. Dirección escénica: Paco Azorín. Dirección musical: Andrés Salado.

Después de tantos años escuchando ópera uno no termina de entender las últimas razones por las que algún título –permítaseme no poner ejemplos- perdura en el tiempo y en las programaciones a pesar de todo y, sin embargo, otros son sistemáticamente ignorados hasta el punto de que cada puesta en escena del mismo va acompañado del concepto “recuperación” o similar. Entre estas últimas está, lo habrán adivinado, Médée, de Luigi Cherubini.

Para los operófilos amantes de las grabaciones este título está asociado al de María Callas. Normalmente en italiano, la Medea de este compositor aparece y desaparece al albur de circunstancias indescifrables y así, este año, se ha tenido la fortuna de poder vivirla en el Teatro Real madrileño inaugurando la temporada que está a punto de finalizar, además de poder conocer la versión de Marc-Antoine Charpentier del mismo argumento. Y es que el dramón de Medea ha sido fuente de inspiración para muchos antiguos (Saverio Mercadante o Simon Mayr entre otros) y algún moderno, como Aribert Reimann.

Dicho esto, una recomendación: no pierdan la oportunidad, si no la han cumplido ya, de ver y vivir una función operística en este teatro romano. Solo por ver deambular a los cantantes entre las majestuosas columnas que rodean el scenae frons y ver a la orquesta en el lugar denominado, precisamente, orchestra ya merece la pena. Es obvio que tal escenario hipoteca el desarrollo de la parte escénica pero aporta un elemento natural de tal valor que las hipotéticas incomodidades desaparecen.

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El Festival de Teatro Clásico, de Mérida ha tenido la buena decisión de abrir la temporada con la Médée, de Cherubini y la cita era tentadora. A eso de la 01.45, cuando terminó la función, el resultado era de satisfacción general y podemos concluir que el espectáculo fue digna apertura de un festival tan conocido. Paco Azorín, adaptando su propuesta para el Teatro Real, coloca una estructura horizontal en el centro del escenario, abierta, sin apenas atrezzo y en donde vemos jugar a los hijos de Medea mientras se desarrolla la obertura. Apenas se escuchan los primeros acordes la madre mata a sus dos hijos con suma crueldad. Apenas llevamos dos minutos de función y el impacto ya nos ha sacudido. Y es que la historia de Medea no tiene grises: todo es odio, venganza, violencia, desesperación. Luego, durante toda la ópera los dos hijos serán dos adolescentes caprichosos, insolentes, descarados pero también desamparados y exigentes de ayuda cuando atisben a entender las últimas intenciones de su madre. Buen trabajo de los dos jóvenes actores, Carla Rodríguez e Ismael Palacios.

La mencionada estructura horizontal era acompañada por otra vertical con escaleras que permitía dar altura a la acción. Desde allá arriba del todo Medea se inmolará ante un teatro lleno hasta la bandera en una imagen de gran impacto visual, a la que coadyuva la gran cantante-actriz que es Ángeles Blancas. Esta soprano no te deja indiferente; tuve la fortuna de vivir su Kostelnicka la pasada temporada en Sevilla y me/nos dejó literalmente pegados a  nuestros asientos. En pocas semanas cantará la Lady Macbeth, de Dimitri Shostakovich. Es decir, dos obras clave del siglo XX de profundo carácter dramático y estilísticamente muy alejadas del canto que nos propone Luigi Cherubini. Quizás por ello su voz es áspera y en el acto I, antes de entrar en calor, se peleaba con la afinación, enseñaba agudos imposibles y durezas que empañaban el fraseo del personaje. Poco a poco Blancas fue levantando ese gran edificio que es Medea para terminar con una escena final notable, llena de intención y con las reservas suficientes para poder responder a la inclemente tesitura. Es Blancas, además, una gran actriz y no hay gesto sin intención, frase sin detalle, movimiento sin destino claro. Quizás, vocalmente no pueda ser una soprano assoluta pero tiene un magnetismo y un arte que no se pueden negar. Y así, sus limitaciones vocales quedan perdonadas.

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Dirce, su rival en el amor, fue maravillosamente encarnada por Leonor Bonilla, de agudos límpidos, fraseo encomiable y una seguridad y confianza contagiables. En sentido académico, fue vocalmente lo mejor de la noche. Bonilla se comió todo el acto primero y encandiló a un público entregado. Para terminar con el sector femenino, muy buenas prestaciones de Nancy Fabiola Herrera como Neris, la dama de confianza de Medea, con una interpretación muy matizada y sentida de su aria Ah! Nos peines seront comnunes.

En el sector masculino los parabienes no son tantos. Noah Stewart no es, no me parece un tenor dramático como ha marcado la tradición en la que cantantes como John Vickers, Ludwig Suthaus o Franco Corelli asumieron tal papel. De hecho, no soy capaz de deducir y entender la voz de Stewart porque me parece desconcertante: muchos colores en la misma frase, un fraseo atropellado y agudos muy medidos y tímidos. Presencia escénica le sobra pero su presencia vocal fue menguando hasta quedar sepultada por los valores de ellas. Esteban Baltazar es barítono y su Creonte requiere autoridad vocal y dramática y tal autoridad no la pude percibir. Muy bien los comprimarios, destacando Mercedes Gancedo como primera doncella. No desmerecieron Karina Demurova (segunda doncella) y Lluis Calvet (corifeo)

Me sorprendió positivamente el Coro de Cámara de Extremadura tanto en lo vocal como en lo escénico. Transmitieron, además, el estar disfrutando de esta experiencia. La Orquesta Sinfónica de Extremadura sonó algo dispersa, sin equilibrio entre las familias instrumentales aunque supongo que el estar al aire libre les habrá condicionado bastante. Los instrumentos graves sonaban con predominancia obvia mientras que la cuerda se oía algo más matizada. Andrés Salado llevó la obra con autoridad, subrayando los muchos momentos dramáticos para crear efectos sonoros interesantes. 

Fue una gozada ver el inmenso teatro lleno hasta la bandera. Hubo una ligera huída en el único descanso y quizás la temperatura ayudó a ello porque un servidor fue hasta “recriminado” por un paisano por haber llevado de mi tierra el viento frío y una temperatura que al final de la noche apenas llegada a lo 15ºC. Los que estaban en pantalón corto y camiseta lo pasaron muy mal.

Hace unos años tuve una muy mala experiencia con Offenbach y La belle Hélène en una interpretación a olvidar. Ahora ya puedo considerar cumplida la deuda. Esta Médée ha sido una experiencia maravillosa en un teatro extraordinario porque este título merece mucho más aprecio. Ojala podamos volver pronto a este lugar.

Fotos: © Jero Morales