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El inicio de una nueva era

Bayreuth. 28/29/31/07/24 y 02/08/24. Bayreuther Festspielhaus.R. Wagner: Der Ring des Nibelungen. T. Konieczny (Wotan/Wanderer), C. Foster (Brünnhilde), O. Sigurdarson (Alberich), K. F. Vogt (Siegfried),  M. Spyres (Siegmund), T. Kehrer (Titurel), V. Miknevičiūtė (Sieglinde), C. Mayer (Fricka/Waltraute/Schwertleite), Y. C. Huang (Mime), O. von der Damearu (Erda), T. Kehrer (Fafner), M. Kares (Hagen), G. Zeppenfeld (Hunding), J. Daszak (Loge), C. Nilsson (Freia/3ª Norna), M. Kupfer-Radecky (Gunther), G. Scherer (Gutrune), N. Brownlee (Donner), M. Roschkowski (Froh), J. E. Aasbø (Fasolt), E. Novak (Woglinde), N. Skycka (Wellgunde), M. H. Reinhold (Flosshilde/Grimgerde), N. Beinart (1ª Norna/Rossweisse), A. Ionis (2ª Norna/Siegrune) y otros. Valentin Schwarz, dirección de escena. Simone Young, dirección musical.

A pesar de ser el tercer año que se puede disfrutar de este Ring con puesta en escena de Valentin Schwarz, aquí en Bayreuth nunca nada es igual, y este 2024 casi se podría decir que ha significado la consolidación de una nueva era. El hecho de que Philippe Jordan, el director musical previsto para este verano al foso del Ring, renunciara y el hecho de que Katharina Wagner escogiera para reemplazarle a la australiana Simone Young, no ha sido baladí.

La directora aussie se ha transformado en la tercera mujer en la historia del Bayreuther Festspiele en asumir la dirección musical aquí en el Festspielhaus. Después de Oksana Lyniv (Der Fliegende Höllander en (2021/22/23 y 2024) y Nathalie Stutzmann (Tannhäuser 2023/24), Simone Young, una directora de carrera consolidada y especialista en el repertorio germánico, no ha sido una elección casual, pero sí significativa. 

Por primera vez en la historia de cualquier festival de ópera, y el de Bayreuth es el más antiguo y de solera, se ha dado el dato que hay más mujeres directoras que hombres en el podio en una misma edición. Así en esta edición 2024, Lyniv con Der Fliegende, Stutzmann con Tannhäuser last but not least Simone Young con un Ring (Das Rheingold, Die Walküre, Siegfried y Götterdämmerung), comparten edición con el español Pablo Heras-Casado al frente de Parsifal y el ruso Semyon Bychkov, quien ha asumido la dirección de Tristan und Isolde, con una nueva producción que ha inaugurado la edición de este 2024.

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Simone Young se convierte pues en la primera mujer de la historia del Festival en asumir la dirección de un ciclo completo de Der Ring des Nibelungen. No hay que olvidar el hecho que Der Ring, así como Parsifal, son los dos títulos con los que Wagner siempre pensó y compuso para verse exclusivamente en el Festspielhaus de Bayreuth. Una exclusividad que el destino y los avatares han hecho que no sea completamente así, pero que no excluye que sean dos títulos y cinco óperas con un fuerte significado para el Festival.

El hecho de que sea otra mujer la que esté al frente de la dirección artística del Festival, Katharina Wagner, la bisnieta de Richard Wagner, le da otro peso específico a esta decisión de ir programando a directoras musicales al frente de los títulos de Bayreuth. Con perspectiva, una vez ya vistos Tannhäuser, Der Fliegende y este exitoso Ring, de gran calidad sobretodo a nivel orquestal, la decisión de Katharina Wagner se ha rubricado con un éxito artístico y musical que puede suponer el inicio de otra era en la historia del Festival.

O dicho de otra manera, hay muy buen Wagner más allá de las direcciones de, por ejemplo el aclamado maestro Christian Thielemann, de quien se ha anunciado ya su vuelta a Bayreuth el año que viene con la producción de Lohengrin de Neo Rauch, después de estar dos años sin pisar la verde colina. Los éxitos este verano de Lyniv, Stutzamnn y sobre todo Simone Young, confirman que la elección ha sido buena y que una nueva era, con otras visiones y otras batutas en la meca de Wagner, ha venido para quedarse.

Ello no quita que el año que viene, anunciadas ya las batutas: Daniele Gatti inaugurando Festival con una nueva producción de Meistersinger von Nürnberg, Thielemann con Lohengrin, Heras-Casado con Parsifal, el maestro Bychkov de nuevo con Tristan und Isolde, y Simone Young con el Ring, demuestre que la vieja escuela y la nueva pueden convivir perfectamente en un festival que busca siempre nuevos incentivos para su enriquecimiento artístico.

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Volviendo a este Ring, el triunfo de Simone Young al podio se ha producido gracias a unas lecturas donde el refinamiento en el uso de los leitmotiv, los matices conseguidos en un in crescendo continuo, un nervio teatral a flor de piel, con vivas dinámicas, contrastes, colores y un fuerte carácter dramático, donde el desarrollo de la acción escénica siempre ha tenido en el foso a otro protagonista principal. Es más, con Young se ha vuelto a rescatar el protagonismo absoluto de la orquesta, un hecho que no ocurría desde las direcciones del Ring por parte de Thielemann en los ciclos del Ring desde el 2006 al 2010. 

De nuevo, con Simone Young, el Ring resplandece en los momentos clave de las óperas: la mayestática ascensión al Walhalla al final de Das Rheingold, los preludios de cada acto de las óperas, magníficos en Die Walküre, los murmullos del bosque de Siegfried o su navegación por el Rhin, los dúos de amor de Siegmund y Sieglinde o de Siegfried y Brünnhilde, la marcha fúnebre o el final apocalíptico del Götterdämmerung, eso sí, sin apoyarse en ese silencio tan teatral antes del emocionante acorde final, que aquí Young desestimó quizás por previsible. 

La respuesta de la Orquesta del Bayreuther Festspiele, no pudo ser más hermosa, fluida y contrastada. Los momentos de solos de los viento-metal, clarinetes, fagotes, cuerno inglés, clarinete bajo, trompas y tubas, resplandecieron como nunca, con sonidos de cámara que contrastaron con un sonido orquestal de dorados acabados y poéticas filigranas. El entendimiento entre músicos y podio fructificó con un sonido pleno, lleno de colores, cromatismos y harmonías bien definidlas, siempre al servicio del drama. Un éxito orquestal que desató las mejores ovaciones en cada aparición de Young al final de las óperas.

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Desgraciadamente y pesar de los atractivos nombres solistas debutantes este año en el Festival, el equipo vocal completo de este Ring no estuvo a la altura del éxito orquestal.

En Das Rheingold se pudo disfrutar sobretodo de la madurez en el rol del bajo-barítono polaco Tomasz Konieczny, que si bien por dureza de timbre y color más bien opaco, interpreta a un Wotan plenamente consciente de su final, con un fraseo elocuente y una implicación escénica más orgánica que en los veranos anteriores. De la misma manera. El Alberich de Ólafur Sigurdason, algo estentóreo y vociferante, sin embargo con una adecuación como personaje, vocalmente y teatralmente convincentes. De timbre matronal y agudos algo fijos, la Fricka de la veterana Christa Mayer convenció como esposa rígida y quisquillosa.

Entre los debutantes, mención de honor para el bajo-barítono Nicholas Brownlee, un Donner con voz de Wotan, potente, con cuerpo y agudos plenos (no en vano será el Wotan del nuevo Ring a estrenar esta próxima temporada en la Ópera de Munich). También destacó por agudeza del timbre, histrionismo controlado y presencia vocal el Mime del tenor de Taiwán Ya-Chung Huang. 

Del resto, mención a la siempre potente Erda de Okka von der Damerau, el rígido Farfner de Tobias Kehrer, la veteranía de un eficiente John Daszak como Loge y el llamativo color y frescura de la Freia de la soprano sueca Cristina Nilsson, anunciada como próxima Eva en el Meistersinger que inaugurará la edición del 2025.  Algo desapercibidas el trio de Hijas del Rhin a pesar del correcto empaste vocal.

Con Die Walküre se vivió quizás la mejor jornada. El debut rol del tenor Michael Spyres como Siegmund sorprendió por la claridad del fraseo, una dicción muy perfilada y un timbre sólido y potente a pesar de los cambios de color según la colocación. A su lado triunfó también la debutante en la Colina, la soprano lituana Vida Miknevičiūtė como apasionada Sieglinde. Ella es de esas cantantes que trasciende la vocalidad del personaje con una interpretación global empática, de tesitura generosa y expresividad a flor de piel.

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Siempre un lujo el Hunding de Georg Zeppenfeld, el mejor bajo del Festival y un valor seguro, por contundencia y vocalidad, en las óperas que participa. También brilló la Brünnhilde de Catherine Foster, por potencia y adecuación de tesitura, a la que solo le falta un grado mayor de personalidad teatral para acabar de ser una valquíria de veras memorable. Konieczny fue un Wotan contagiado de la frialdad de la regie en un Adiós de Wotan meritorio pero poco expresivo. Corrección en el equipo de Valquírias con mención a la doble participación de Christa Mayer como Fricka y Schwertleite.

Aburrió el siempre efectivo cantante alemán Klaus Florian Vogt, aquí con su primer Siegfried en Bayreuth (lo debutó esta misma temporada en Zurich). El problema es que por color, claridad y sonidos fijos de un timbre que ha perdido el fulgor de otros años, Vogt ya lo canta todo igual y uno no sabe si está escuchando a Lohengrin, Parsifal, Walther o Siegmund. Por cierto roles que ya ha interpretado aquí siempre con un éxito de público alarmante para el que esto escribe. 

Si con el Siegmund de Spyres en Die Walküre el nivel subió de categoría, aquí con el Siegfried de Vogt, el tedio y un timbre consabido y repetitivo a nivel expresivo hasta la saciedad, no ayudó al brillo de una función que merecía más. Con todo, Vogt resuelve el rol con profesionalidad, seguridad y esa técnica suya que sirve para todo y que es su mayor logro y a la vez su mayor talón de Aquiles.

Llamó poderosamente la atención el Mime del tenor taiwanés Ya-Chung Huang, por brillantez tímbrica, incisión vocal y una teatralidad gestual y física idóneas. Se despidió Konieczny con un Wanderer maduro y bien delineado junto a la Erda de la rocosa Okka von der Damerau en una de las pocas escenas clave a las que Simone Young no sacó más punta y personalidad. Poderosa y siempre resolutiva la Brünnhilde de Foster, con el también cumplidor Fafner de Kehrer y el aclamado Alberich de Sigurdason. Pasó bastante desapercibida la corrección vocal de Alexandra Steiner como Waldvogel.

Por último en Götterdämmerung, fue de menos a más la contundente y doliente Brünnhilde de Foster, aquí más implicada y con un rango de matices más amplio. Menos espectacular que el año pasado el Hunding del sonoro Mika Kares, con todo, el mejor junto a Foster. Corrección muy ajustada en el Gunther de Michael Kupfer-Radecky y mejor delineada la Gutrune de Gabriela Scherer. Llamó la atención el timbre luminoso de Cristina Nilsson entre las tres efectivas Nornas y estuvieron mejor empastadas y resueltas las tres hijas del Rhin que en Das Rheingold. Profesionalidad y entrega en la Waltraute de Christa Mayer con un Klaus Florian Vogt apto ya solo para fans de su timbre monocorde y efectividad vocal a prueba de roles. El triunfo al final en los aplausos del Alberich de Ólafur Sigurdason le asegura más futuro en Bayreuth del que ya tiene.

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La producción de Valentín Schwarz, adulterada por una revisitación donde la familia, su futuro y su pasado, crean el núcleo de una trama. Si no se tiene clara la historia desde el libreto de Wagner, aquí se pervierte en un loop de personajes, ese Grane que es una persona, y situaciones como los flash back de las infancias de Siegmund y Sieglinde, que pueden marear la situación teatral más que aclararla. 

Con todo, si uno entra en la propuesta, afilada y basada en un negacionismo de lo mítico y una aceptación huraña de la realidad humana llena de vacío existencial y destinada al colapso por la perversión de la misma, la propuesta de Schwarz se aguanta y se justifica.

Una dramaturgia que ha mejorado con los años, el Mime titiritero, la escena de la cabalgata de las Valquírias en la sala de curas después de sus operaciones de estética o ese Fafner postrado en una cama de hospital, enfermo terminal y odiado por todos, tienen en su propuesta dramatúrgica logros teatrales de considerable valor. 

No todo funciona, el final de Die Walküre es de una crudeza teatral que raya la boutade, o esa piscina sucia, decadente y vacía del Götterdämmerung, demasiado omnipresente para reivindicar un vacío de valores que busca la redención en una música sublime.

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Fotos: © Enrico Nawrath