El sonido y sus distintas riquezas
Madrid. 5/09/2024. Teatro Real. Obras de Puccini. Anna Netrebko, soprano. Yusif Eyvazov, tenor. Jérome Boutillier, barítono. Daria Rybak, soprano. Christian Diaz, bajo. Mikeldi Atxalandabaso, tenor. Pablo García-López, tenor. Coro y Orquesta del Teatro Real, Coro RTVE. Denis Vlasenko, director.
El Teatro Real ha querido abrir su curso 2024/2025 con un recital de Anna Netrebko y su ex pareja el tenor Yusif Eyvazov. El programa, todo Puccini, significa la última ocasión que sonará en el recinto la música del compositor nacido en Lucca en el centenario de su muerte. Y ha sido con una composición del programa más confeccionado con escenas de algunas de sus óperas, que con la típica sucesión de arias, que también las ha habido.
Anna Netrebko continúa siendo, aparte de otras vicisitudes, una diva operística en la actualidad, y como tal también se comporta en el escenario sabiendo utilizar con pericia los resortes y actitudes que sabe que calarán en un determinado público. Desde luego, nada sería posible, si la soprano rusa no poseyera una sustancia vocal y musical de primer orden, y así lo ha demostrado aunque con matices.
La gala la comenzó nada menos que con “In questa reggia” de la Turandot. Y la cantante, todavía con la voz fría, pudo superar los tremendos escollos de la partitura, llena de espinosos saltos y ataques di forza. Los agudos sonaron mas timbrados que con punta o squillo, y todavía la voz no salía perfectamente colocada en bastantes puntos, produciéndose caídas hasta de afinación en los apianamientos. Fue -quizá por ir amarrando- una visión mas lírica que implacable, pero la cantante fue presentando sus estupendas cartas y su tremenda personalidad y sapiencia de escenario.
En los fragmentos de Manon Lescaut que siguieron tras los de Turandot, Netrebko todavía no alcanzó ese punto de fluidez vocal, sobretodo en los graves (que son muy graves, es verdad) del “Sola, perduta, abbandonata”; y en el dúo quizá se echó en falta ese ‘zapatazo’ de última soltura, dejando la dinamita del fragmento sin explotar. Hubo entonces que esperar a la segunda parte, para que la soprano derramase todo el tarro de sus estupendas esencias.
Y estas se basan en un material vocal riquísimo, radiante, esmaltado con un sonido que casi siempre llega dúctil y lleno de armónicos. Pura lujuria sonora. La extensión es muy considerable y, aparte de oscurecimientos mas en el centro y grave, la homogeneidad es muy notable. En la escena del tercer acto de La bohème Netrebko aligeró según el personaje y demostró su sapiencia en regular el sonido con maestría, haciendo con él un chicle que se estira o encoge de forma perfecta. Dignos de reseñar sus pianos y pianísimos, siempre apoyados y sustentados con un dominio en el uso de la columna de aire bárbaro.
La apoteosis vino con un “Vissi d’arte” de Tosca memorable, con la voz ya bien calentada, y con la soltura suficiente para tener la templanza de saber controlar con mano maestra musicalmente la lenta progresión del aria, y con el control del fiato para ligar de forma perfecta las contenidas frases y regularlas. El culmen vino coronado con un muy largo pianisimo de alta escuela en el postrero La-Sol del ‘ah’, de una belleza indudable.
La gala la terminó con el dúo de amor del primer acto de Madama Butterfly muy bien cantado y, de propina, Netrebko afeó el “O mio babbino caro” -sin mayores consecuencias al ser el bis de un recital- con la ‘macarrada’ de alargar de forma circense una nota de forma eterna. Cosas de diva.
La voz de Yusif Eyvazov es mucho menos dotada timbricamente que la de la soprano rusa, y en sus registros se notan costurones de distinto color, con un llamativo paso al agudo que en bastantes ocasiones pierde belleza, consistencia y colocación, y es verdad que se notaron sus apuros como en el agudo final del dúo de Butterfly, pero es un cantante que al final te convence por su actitud y entrega; es comunicativo, y hay veces que te engaña con su -ya sabemos que fake- ‘italianidad’. Con su muy aceptable dicción, sus esfuerzos en regular aceptablemente el sonido, y su cierto arrojo, consiguió tener su sitio, y terminó incluso cantando de propina el siempre peligroso “Nessun dorma” de forma muy aseada rematando con un suficiente Si agudo ligándolo a la última nota.
Grato color y musical el barítono Jerome Boutiller que delineó muy bien las frases de su aria de Edgar, aunque timbricamente palideciese en los fragmentos cantados de Turandot y Boheme sobretodo al lado de alguien como Netrebko. Mas insustancial se oyó a la soprano Daria Rybak, alumna de Eyvazov, todavía por desarrollar, y que tuvo su oportunidad en el aria Tu che di gel sei cinta de Turandot. Acertados Christian Díaz como bajo, y Mikeldi Atxalandabaso y Pablo García-López tenores en sus breves intervenciones.
Correcto y poco más Denis Vlasenko dirigiendo unos profesionales Orquesta y Coro del Teatro Real a los que se sumaron los componentes del Coro RTVE. El maestro ruso estuvo bastante ayuno de ideas y en ocasiones demostró un punto de aparatosidad poco afín a la partitura, como ocurrió en un bastante caido coro a boca cerrada de Madama Butterfly insistiendo en retener cada anacrusa. Mejor estuvo el intermezzo de Manon Lescaut, el único fragmento puramente orquestal que se interpretó.