Las otras Rusias

Zaragoza. 31/10/2024. Auditorio de Zaragoza. Obras de Mozart, Prokófiev y Shostakovich. Tonhalle-Orchester Zürich. Lisa Batiashvili, violín. Paavo Järvi, dirección musical.

Es siempre grato encontrar un programa con obras inusuales, más allá del sempiterno retorno de las quintas de Mahler y las sextas de Chaikovski. En el marco de su gira por España, la Tonhalle-Orchester de Zúrich y su director titular desde el año 2019, Paavo Järvi, nos propusieron un interesante díptico de piezas del repertorio ruso: el Concierto para violín no. 2 de Prokófiev y la Sinfonía no. 6 de Shostakovich.

De alguna manera era una invitación a conocer otras Rusias, las que desafiaron y desafían la inamovible identidad del imperio desde las periferias. Y es que tanto por el origen de los intérpretes -Lisa Batiashvili es de origen georgiano y Paavo Järvi es estonio- como por las vicisitudes de los compositores -Prokofiev mismo confesa que escribió este concierto entre París, Vorónezh y Bakú y tanto él como Shostakovich vivieron un complejo exilio interior a vuelas con la censura del estalinismo-, este programa era muy ruso sobre el papel sin ser muy ruso en la práctica.
 
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En la primera mitad de la velada Lisa Batiasvhili brindó una de las mejores interpretaciones que le recuerdo, sobresaliente en el apartado técnico y muy conectada con la partitura a nivel interpretativo -no en vano lleva años con esta partitura en su repertorio habitual-. 

Destacó especialmente con el bello sonido extraído a su Guarnieri en el segundo movimiento de este Concierto no. 2 de Prokofiev, una partitura que pocos recuerdan que se estrenó precisamente en España, en Madrid, en 1935 y bajo la batuta de Enrique Fernández Arbós, apenas unos meses antes del estreno en Barcelona del correspondiente concierto para violín de Berg.

Batiashvili exhibió esta vez un sonido más nítido y voluminoso, con mayor presencia que el que manejaba años atrás; de exquisita afinación y con una articulación muy expresiva, estuvo realmente decidida y convincente durante toda la interpretación.

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Singular sinfonía, la Sexta de Shostakovich se articula en tres movimientos, muy contrastados entre sí: un primer movimiento lento y largo, realmente lúgubre e inquietante, frente a dos vibrantes y rápidos movimientos posteriores, ambos con un desafiante aire de scherzo y con un despliegue de decibelios realmente notable.

Con gesto preclaro y entusiasta, Jarvi exhibió un dominio absoluto sobre la partitura, comenzando con el extenso Largo inicial, tan enigmático y desconcertante, administrado aquí con magistral tensión por la batuta del maestro estonio, quien logró contrastar este pasaje con el tono no menos inquietante, como de fingida celebración, que marca los dos movimientos ulteriores.
 
En febrero de este mismo año pude conocer de cerca el trabajo de Järvi con la orquesta de Zúrich, entonces con la Quinta sinfonía de Mahler. En aquella ocasión ya me sorprendió, para bien, el sonido tan homogeneo y acabado de la formación suiza. Como el propio Paavo Järvi me confesaba en una reciente entrevista, la versatilidad y la exigencia han de ser las máximas que guien a una formación como esta, que debe ser capaz de vérselas con repertorios muy diversos cada semana en sus atriles. En el caso de este Shostakovich, la formación exhibió además un manejo virtuoso de cada una de sus secciones, destacando con luz propia la brillante intervención de la flautista Sabine Poyé-Morel, realmente soberbia.
 
El concierto, por extraño que parezca, se abrió con la obertura del Don Giovanni mozartiano, realmente bien administrada por Järvi, teatralísima de principo a fin. Como propinas se ofrecieron dos: en la primera mitad, con Lisa Batiashvili como solista, una versión de la 'Danza de los caballeros' del ballet Romeo y Julieta de Prokófiev, en un arreglo del propio padre de la violinista, Tamaz Batiashvili; y al final del concierto, la canción 'Tea for Two' de Vincent Youmans, en un arreglo del propio Shostakovich.

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Fotos: © Auditorio de Zaragoza