Oh, recuerdos
Bérgamo. 15/11/24. Teatro Donizetti. Festival Donizetti. Donizetti: Roberto Devereux. John Osborn (Roberto Devereux). Jessica Pratt (Elisabetta). Raffaella Lupinacci (Sara). Simone Piazzola (Nottingham), entre otros. Coro dell'Accademia Teatro alla Scala. Orchestra Donizetti Opera. Riccardo Frizza, dirección musical. Stephen Langridge, dirección de escena.
Elisabetta de Inglaterra vive a la sombra de sus propios recuerdos, de aquello que fue... y que todavía es, aunque la sociedad que le rodea le haga creer lo contrario, por ser mujer y tener una edad, por muy reina que sea. El ser por encima del estar como búsqueda, como la ansiada realización personal de quien siente y ama por encima de su deber. La persona que sostiene la corona y no tanto la corona que subyuga a la persona. Aunque así se lo imponga ella misma, aunque así se lo hayan hecho creer. Una lucha contra el devenir del tiempo que no debería ser tal. El ficticio fato al que verse abocada, cuando el verdadero sino, cual dualidad mitológica, sigue estando en sus manos.
Aunque hará como una década que no asistía a una función de Devereux, es esta la octava ocasión en que he podido disfrutarla sobre las tablas y no deja de resultar curioso cómo en ninguna ocasión más allá de la soberbia propuesta de Christof Loy que tanto ha influido en posteriores visiones (el cambio de doble peluca llega también a Bérgamo en este 2024), se sigue mostrando en tantas ocasiones a Elisabetta como una mujer atrapada, casi sumisa... sin poner el foco en las causas y causantes. El Festival Donizetti ha optado también por esta vía a través de la puesta en escena de Stephen Langridge. Se ofrece aquí la primera de las versiones escritas por el compositor, cuando fue estrenada en la Nápoles de 1837, antes de llevarla a París. Se suprime, por tanto, más allá de pequeñas mejoras introducidas por el autor, toda la sinfonía donizettiana, con esos fabulosos timbales hacia el final de la misma. Un frenesí, una forma de entender el corazón de la mujer y la reina, bullendo, languideciendo, interrumpiendose a sí misma... todo puede expresarse ahí...Y con ello parece desaparecer también buena parte de la construcción psicológica de la protagonista, que queda aquí un tanto acartonada durante toda la ópera. Parece que quiera contarse más por la imagen que por la acción en sí misma, con un aparente horror vacui por parte de Langridge y el vestuario y escenografía de Katie Davenport. Un sinfín de calaveras, de relojes de arena, de flores que se marchitan... incluso una marioneta de la propia reina con forma de esqueleto que le sigue en los momentos clave. Y una cama bien hortera por encima del trono. Se nos sitúa ante un plástico Memento mori que todo lo abarca, donde termina por no haber demasiado espacio para la imaginación y la perspicacia del espectador.
Por suerte, esta puede verse encendida por la batuta del siempre experto donizettiano - verdiano, pucciniano... maestro italiano - Riccardo Frizza, quien busca el color y la expresión en la narrativa orquestal, el acento y el fraseo página a página, bien secundado por el Coro dell'Accademia Teatro alla Scala. En su debut como Elisabetta, un exigentísimo papel al que muchas sopranos renunciaron - desde la Callas a la Sutherland - a pesar de interpretar otras Tudor, la australiana Jessica Pratt regresa al Festival como una de las grandes sopranos belcantistas de su generación, en un momento de búsqueda de nuevos horizontes tras introducir la Norma o la Beatrice di Tenda de Bellini en su repertorio. Su acercamiento al personaje donizettiano es el honesto desde sus medios, de soprano ligera como base, para una partitura que también exige solidez en la zona grave. Su creación va ganando enteros a medida que la función avanza y la voz gana seguridad, con toda una maestría de canto al llegar el final de la ópera, con la consabida escena solista.
Le acompaña el Devereux de John Osborn, quien ya lo cantara como una década atrás junto a Edita Gruberova y que regresa estos últimos años al papel, siendo escogido por Platea Magazine como uno de los cantantes protagonistas de esta temporada cantantes protagonistas de esta temporada (con óperas como este Devereux, Hamlet, Anna Bolena, Guillaume Tell y Die Erste Menschen). El tenor estadounidense presenta un timbre muy reconocible a la par que limpio, claro, elegante en las formas del decir, de agradecido legato y buscando siempre formas y fórmulas en el fraseo. Una particella que parece irle más que cómoda en estos momentos y que cantó siempre con gran gusto. En la misma línea podría decirse de la Sara de Raffaella Lupinacci, de centro denso, emisión suave, coloreado el timbre en toda su extensión. En contraste con el Nottingham de Simone Piazzola, de canto rotundo y quien destacó en la parte más dramática del personaje.
¡Oh, días afortunados! ¡Oh, recuerdos!
Un tierno corazón me hizo feliz,
sentí una felicidad que no se puede expresar.
¡La vida me parecía un sueño de amor!
¡Pero el sueño desapareció...
pues desapareció aquel corazón!