Bel canto en su máxima expresión
Zúrich. 17/12/2016. Opernhaus Zurich. Bellini: I puritani. Javier Camarena, Zuzana Markóvá, George Petan, Michele Pertusi. Dir. de escena: Andreas Homoki. Dir. musical: Enrique Mazzola.
Reposición de un espectáculo reciente (junio de 2016) con un reparto parcialmente distinto, estos Puritani han alcanzado el lleno en el teatro, en una sala de capacidad media y perfectamente idónea para el belcanto. Esta ópera requiere un cuarteto vocal de primer nivel, ya que es difícil de cantar y no soporta la mediocridad. Elvira en junio fue Pretty Yende, la nueva estrella de la lírica, y en esta ocasión estaba prevista Nadie Sierra, otra estrella en ascenso; si bien su ausencia a última hora nos ha permitido descubrir a la joven Zuzana Markóvá, llegada de Praga y que concluyó su formación en Bologna, bien familiarizada por tanto con el canto italiano.
La dirección de escena de Andreas Homoki, concentrada en los horrores de la guerra civil, tiene lugar en un espacio único como es habitual en sus propuestas, aquí en concreto un gran cilindro de madera negra al fondo con un espacio interior violentamente iluminado (bellas luces de Franck Evin), donde se desarrollan las escenas de conjunto, sobre una plataforma giratoria que no cesa de rotar, señal de un destino que no cesa. El vestuario de Barbara Drosihn evoca los grandes contrastes con todos los hombres de negro y las mujeres de blanco, en un entorno ciertamente sombrío.
El telón se abre sobre la visión de dos fugitivos, arrestados de inmediato, a los que se descubre después como Carlos I, decapitado a la vista de todos, y Enriqueta de Francia a quien se hace prisionera (ocultando su nombre y condición) tras violentarla: la representación se abre pues sobre un drama político, el vivido al momento de la República de Cromwell, fondo y contexto de la historia del libreto que es en realidad un intriga hecha de dramas y celos privados que no tienen nada que ver con este contexto político. Pero Homoki nos muestra ese drama político en primer términos: montañas de cadáveres y cuerpos de mujeres amontonados son la imagen que sirve de fondo a la historia vivida por Elvira, subrayando que los horrores de su tiempo se cruzan con los horrores de su propia historia
El conflicto privado opone a Lord Arturo Talbot (Javier Camarena) y a Sir Riccardo Forth (George Petean) enamorados de la misma Elvira, pero el conflicto privado se enriquece por el conflicto político: Ricardo es el jefe de los puritanos partidarios de Cromwell entre los que se encuentra el padre de Elvira, mientras que Arturo defiende el trono de los Estuardo. Cuando este último reconoce en la prisionera (violentada en esta producción) a la desconocida Reina Enriqueta de Francia, no duda en sacrificar su matrimonio a pesar de haberlo obtenido con dificultad, sin otro fin que salvar a la infortunada reina. El resultado es claro: Ricardo lo hace pasar por un traidor político y privado y Elvira que cae presa de la locura.
En esta maraña horrenda, un personaje se salva: el tío Giorgio, humano y tolerante, abierto, quien había conseguido que el matrimonio con Arturo fuese aceptado por el padre de Elvira y que parece predispuesto a imponer una cierta y mínima clemencia. La historia de hecho termina bien: Elvira reencuentra el amor y la razón y todo confluye en acrobacias vocales casi galácticas. Al menos así es en la ópera tradicional. Pero no es así para Homoki. Reproduciendo la escena inicial en la que veíamos al rey decapitado, Ricccardo en lugar de perdonar -como lo ordena un mensaje llegado desde Londres- hace decapitar Arturo de modo que la imagen final es la de Elvira volviendo a caer en la locura y jugando con la cabeza de su amado. El trabajo de Homoki deja mucho espacio al contexto pero no cuida sin embargo de igual manera la relaciones entre los personajes y la conducta de los actores que se diría inexistente: cada uno hace aquello que prefiere, en ausencia de una dirección propiamente dicha y recurriendo a gestos sumamente tradicionales.
El coro de la Ópera de Zúrich, dirigido por Ernst Raffelsberger, es excelente como sucede aquí a menudo: muy comprometido y por momentos espectacular. El reparto está sin duda a la altura de las circunstancias incluidos los roles comrimarios, como lord Gualtiero Valton de Stanislav Vorobyev o el Sir Bruno Robertson de Otar Jorjikia, todos ellos miembros del estudio de la Ópera de Zúrich. Enriqueta de Francia es Diana Haller, voz clara, bella y profunda y quien forma parte de los cantantes más prometedores de la nueva generación.
Michele Pertusi es un Sir Giorgio noble con voz profunda y estilo impecable. Pertusi sigue siendo un ejemplo del cantante especializado en roles debajo rossiniano sin igual, Domina el estilo y ofrece una verdadera encarnación: si bien el timbre ha perdido un tanto el esmalte, el cantante sigue siendo un modelo de técnica y presencia. George Petean es un Ricardo bien cantado aunque no demasiado convincente como actor. Ofrece control, potencia, volumen y agudos sonoros. Pero el estilo se diría más verdiano que belcantista por la violencia de algunos ataques: falta un tanto de elegancia en la manera de proyectar el sonido, que no siempre resulta musical; no obstante el nivel de su interpretación sigue siendo alto.
Javier Camarena quizá no sea tampoco un gran actor pero no cabe duda de que es un cantante excepcional, con un control impecable, un timbre claro y una dicción ejemplar. El papel es un tour de force, sobre todo por los agudos increíbles de algunas arias para los que no obstante Camarena no tiene la menor dificultad demostrando van además cualidad, homogeneidad y una técnica impecable en el pasaje con gran potencia emocional. Por lo que se refiere al tercer acto, estamos ante un momento de increíble belleza, con una técnica de hierro y un canto nunca apresurado ni manierista sino sumamente natural, de una sencillez apabullante. Sin duda un gran momento de ver el canto en el sentido literal del término.Elvira era la joven soprano Checa Zuzana Markóvá. Convence de inmediato por su top tres actorales, capaz de pasar en el primer acto de la extrema alegría a la más profunda tristeza y de ahí a la locura: sabe usar su cuerpo, sabe moverse y es una Elvira impresionante, totalmenteidentificada y mimetizada con el rol. La voz, aunque es pequeña,está empleada del mejor modo posible: técnica infalible, homogeneidad, adicción y un gran control con filados, matices y expresividad; lo tiene todo, también los agudos muy bien negociados.un descubrimiento a seguir. Obtuvo no en vano un merecido triunfo al final de la representación.
Al frente de la dirección musical se encontraba Enrique Mazzola, bien apreciado en el repertorio belcantista y romántico, formado en Milán con Daniele Gattti y el compositor Azio Corghi. Convence en su gesto preciso y su manejo del conjunto con dinamismo, ritmo y una vivacidad notables, acompañando a los cantantes con mucha seguridad, sin cubrirles nunca, incluso en el caso de la voz de Elvira. Su dirección musical serviría perfectamente adaptada a la pieza. Faltan obstante un poco más de lirismo te permita un mayor desarrollo de la melodía belliniana. Si bien posee todo lo que cabe requerir en este repertorio a un nivel técnico y musical, su aproximación a la obra resultó un tanto fría. Pero esto no impide una impresión global favorable. Mazzola es un director que ofrece confianza a los cantantes y que demuestra seguridad al frente de su repertorio, que va de Rossini a Meyerbeer.
En conjunto una función de repertorio mucho más valiosa que algunos estrenos más sonados. Y una nueva prueba de que la Ópera de Zúrich es hoy en día una de las más interesantes de Europa.