ABAO_Bilbao_Opera._La_forza_del_destino_2025_E_Moreno_Esquibel_6.jpg© E. Moreno Esquibel 

Comienza un nuevo viaje

Bilbao. 28/10/2025. ABAO Ópera Bilbao. Palacio Euskalduna. Giuseppe Verdi: La forza del destino. Carmen Solis (soprano, Leonora), Ketevan Kemoklidze (mezzosoprano, Preziosilla), Angelo Villari (tenor, don Álvaro), Juan Jesús Rodriguez (barítono, Carlo di Vargas), Manuel Fuentes (bajo, marqués de Calatrava/padre Guardiano) y otros. Coro de Ópera de Bilbao. Dirección de escena: Ignacio García. Dirección Musical: Lorenzo Passerini. 

Ha comenzado una nueva temporada de la ABAO, una de las más conservadoras del Estado en el diseño de su programación y que en esta edición, la 74ª, nos ofrece un panorama resumido al periodo cronológico incluido entre 1835 (Maria Stuarda) y 1902 (Adriana Lecouvreur). Aún más, si exceptuamos la obra de Donizetti este periodo se acorta a los cuarenta años que separan La forza del destino y la citada de Cilea. Una visión profundamente restringida, que deja fuera a la ópera barroca, a la del siglo XX y a toda aquella que no sea italiana, con la excepción de Werther. El año que viene se llegará a un numero redondo, la 75ª temporada operística, y no cejo de esperar que se produzca un cambio de rumbo en la programación y que la efeméride nos de cierta valentía. 

Comienzo así esta primera reseña porque el panorama de las butacas de platea –desde mi butaca no podía ver las de la parte superior, aunque la información de amigos no es precisamente halagüeña- no era el más reconfortante: el tercio trasero presentaba un vacio evidente y parece que la apuesta por el repertorio más convencional no asegura público y quizás sea el momento –como otro cualquiera- de probar nuevas vías.

La forza del destino es una obra irregular. Dentro de ella asistimos a dos historias paralelas: la central, en la que el destino marca la vida de un desdichado indiano que provoca la muerte –siquiera voluntaria- allá por donde pasa; la segunda es la que se construye a través de personajes secundarios y que proponen una alternativa más popular. Aquí las estrellas son Preziosilla, un personaje para mí incomprensible y hasta cierto punto irritante y Melitone, un pre-Falstaff heredero del Don Pasquale –por ejemplo- donizettiano, A ellos les acompañan varios papeles episódicos. Como nexo de ambos mundos, el Padre Guardiano, la autoridad moral.

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Vocalmente las cosas no fueron mal. Carmen Solís construyo una Leonora desde su interior, con un Pace, pace realmente soberbio, con medias voces de manual, un agudo muy bien emitido y dicho con un sentimiento altamente contagiable; fue quizás el mejor momento de la noche. No le anduvo a la zaga su hermano, el implacable Carlo di Vargas interpretado por un monolítico –en el buen sentido- Juan Jesús Rodríguez. Estos papeles de rígida autoridad –recuerdo su Germont, por ejemplo- le van muy bien y lo cierto es que su escena Morir, tremenda cosa fue un perfecto ejemplo de cantar a un barítono verdiano: autoridad, perfecta caracterización vocal y ajustada proyección. 

La voz de Angelo Villari es desconcertante; junto a momentos de auténtico spinto, con voz broncínea y bien emitida se alternaban otros de agudos dudosos, afinación sospechosa y carencia de legato. Prácticamente todas las frases en agudo las cortó de forma abrupta, con poco sentido musical. Eso sí, en su gran escena La vita é inferno mostró un recitativo suficiente –lastima de alguna precipitación a última hora- y un aria con las características apuntadas. Manuel Fuentes tiene una voz de hermoso timbre, que suena a bajo de verdad; lo que ocurre es que el padre Guardiano exige mayor volumen para darle al personaje la autoridad que ha de transmitir y su preciosa escena Il santo nome pasó cruelmente desapercibida. Además el personaje es de tesitura inclemente tanto en los agudos como en el extremo grave y, sobre todo en los primeros, Fuentes pasó por bastantes apuros. Muy ajustado como marqués de Calatrava en el acto I.

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Entre los papeles secundarios vocalmente estuvieron impecables tanto Ketevan Kemoklidze (Preziosilla) como, sobre todo, Luis Cansino, un Melitone de manual. Los dos muy bien actuando, Kemoklidze dando al personaje realce también vocal y dibujando una gitana peleona y guerrillera con personalidad mientras que Cansino entró en el juego del contraste entre el dramón de la ópera y sus momentos bufos para hacer un personaje muy bien interpretado y cantado. Leo que ahora se atreve con el holandés wagneriano y uno termina por pensar que este señor cantante se atreve con todo. Muy bien todos los partiquinos: sonora Marifé Nogales (Curra) en sus pocas frases, muy sobrado Gillen Mungia (Trabuco), algo destemplado Fernando Latorre (alcalde) y suficiente David Aguayo (doctor). 

El Coro de Ópera de Bilbao estrenaba director y aunque sea de forma simbólica quiero recordar y agradecer desde estas líneas el trabajo del anterior, Boris Dujin, que nos ha acompañado durante décadas y ha colocado al coro en un nivel notable. Esteban Urzelai tiene un buen reto por delante y escuchado lo de esta función solo puede comentarse que el futuro parece asegurado: voces empastadas, notable sonoridad y acertada composición escénica la del coro. La Euskadiko Orkestra ha estado a muy buen nivel aunque la batuta de Lorenzo Passerini ha abusado en momentos puntuales del volumen. No puede decirse que haya sido una dirección memorable pero al menos ha sido eficiente.

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La puesta en escena de Ignacio García, ya conocida en la ABAO, ha supuesta una importante decepción. Es un quiero y no puedo porque se anuncia a bombo y platillo lo de la Guerra Civil española pero luego ni banderas, ni uniformes –¿el personaje que fusila Preziosilla es falangista?- ni otros símbolos nos acercan al cruel conflicto. Podría ser esa guerra como otra cualquiera. La Guerra Civil sigue siendo para muchos tema árido a la hora de abordarlo desde el arte y en el intento de no querer “mojarse” terminamos haciendo una propuesta insulsa.

La temporada ya está en marcha. Serán cinco títulos y veinte funciones porque Opera Berri ha desaparecido sin que se haya dado la más mínima explicación. A ellas se le añadirá un concierto el próximo diciembre que seguro será un éxito pero mirar hacia atrás con aquellas temporadas de siete títulos y dos Opera Berri parecen simple recuerdo. Ojalá podamos virar el rumbo de la nave algún día.

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Fotos: © E. Moreno Esquibel