Rodelinda TeatroReal

Ma si bella è la catena

Madrid. 24/03/2017. Teatro Real. Haendel: Rodelinda. Lucy Crowe, Bejun Mehta, Lawrence Zazzo, Umberto Chiummo, Sonia Prina, Jeremy Ovenden, Fabián Augusto Gómez. Dir. de escena: Claus Guth. Dir. musical: Ivor Bolton. 

El Teatro Real de Joan Matabosch se apunta con esta nueva producción -que se verá también en Lyon, Frankfurt y Barcelona- el tanto del estreno escénico en España de la Rodelinda de Haendel, una partitura que visitó ya hace unos años, entonces en versión concierto, algunos escenarios españoles, como el Auditorio Nacional de Madrid o el Teatro Arriaga de Bilbao. Entendida durante mucho tiempo como una loa al amor conyugal, en realidad esta maravillosa música de Handel admite lecturas poliédricas y más complejas, como la que propone Claus Guth en esta ocasión, acrecentando aún más si cabe la sensación de drama familiar y subrayando sobremanera los caracteres específicos de los personajes. Al final de todo estamos ante una gran apología de la fidelidad, de una lealtad que no conoce más razones que las del corazón, como canta Grimoaldo en la tercera escena del segundo acto: “Prighioniera ho l´alma in pena, ma si bella è la catena, che non cerca liberà”.

Con escenografía que no es sino una suerte de casa de muñecas, Claus Guth plantea todo el conflicto desde el punto de vista de Flavio, el hijo de Rodelinda y Bertarido. Flavio carece de voz en la partitura de Haendel, pero nada impide que observe y comunique todo el drama a través de unos dibujos infantiles, representados de forma ocurrente como un telón sobre-impreso. Guth desarrolla a partir de aquí casi un thriller claustrofóbico, como si el destino entero de una familia se debatiese entre cuatro paredes. 

De algún modo Guth demuestra que no es preciso inventarlo todo una y otra vez para poner en escena un trabajo coherente, distinguido y sutil. Aunque es inevitable cierta sensación de dejá vu, en la medida en que recurre a un código que nos es ya familiar, sobre todo con una escenografía que parece entresacada de su propuesta para Le nozze de Figaro en Salzburgo y su Parsifal, ya visto en Barcelona y Madrid. Casi la misma casa, un escenario giratorio, de nuevo una gran escalera… es la anécdota, porque al fin y al cabo la escenografía no deja de estar al servicio de una dramaturgia, pero no es menos cierto que por instantes pareciera que el propio Guth está encerrado en unas claves a las que sólo sabe volver una y otra vez. Sea como fuere, esas claves funcionan sobremanera con esta Rodelinda.

Aunque fue claramente de menos a más, Lucy Crowe no parece la mejor opción para el papel protagonista, ya sea por algunos apuros en la emisión, singularmente en el tramo más agudo, inseguro y áspero; ya sea por lo inane de su retrato, demasiado melancólico y compungido. No estamos, por momentos, ante esa Rodelinda combativa que puja por su destino. Crowe se pliega, es cierto, a las buenas indicaciones de Guth en la dirección de actores, pero no termina de satisfacer por completo el retrato del personaje en un plano vocal, si bien su intervención en “Se il mío duol”, ya en el tercer acto, convence mucho más que toda su actuación anterior.

Sin lugar a dudas, la voz más destaca de la noche fue la del contratenor Bejun Mehta, con un Bertarido ejemplar, de emisión limpia y homogénea, de fraseo sentido y actuación sobresaliente. Tanto sus dos grandes escenas en solitario como el dúo “Io t´abbraccio” con Rodelinda fueron a buen seguro lo mejor de la representación. El resto del reparto osciló entre lo espléndido de Sonia Prina como Eduige, sin duda la mejor conocedora del estilo, a pesar de un evidente desgaste ya en el instrumento; y lo a todas luces insuficiente de Umberto Chiummo como Garibaldo, incapaz de resolver el canto ágil y enfático que previó aquí Haendel. En un nivel intermedio, muy convincentes, el Grimaldo de Jeremy Ovenden y el Unulfo de Lawrence Zazzo, contribuyendo ambos a elevar el nivel vocal de la noche, en ausencia de una protagonista más redonda. 

Tras su reciente buen hacer con Billy Budd Ivor Bolton, el director musical titular del Teatro Real, era una apuesta lógica y segura para este título, con el que conviene recordar que cosechó un sonado triunfo en Múnich, en la Bayerische Staatsoper, allá por 2003. Al frente del clave en los recitativos, repartiéndose el juego con el clavecinista David Bates, Bolton inspira una versión valiosa, sobre todo porque parte de la orquesta titular del teatro, que no es una formación especializada en la música de este período. Bolton ha transformado no obstante unos cuantos atriles, incluida la concertino Pauline Nobes, logrando un conjunto flexible, homogéneo y muy pegado al discurso teatral desplegado por Guth en escena.