25 3 17. OCNE 046

Je suis Titania

Madrid. 25/03/17. Auditorio Nacional. Orquesta Nacional de España. Concierto extraordinario. Obras de Rachmaninov. Valentina Lisitsa, piano. Ramón Tebar, dirección.

Muchas locuras las escuchadas hasta ahora en la presente temporada de la Nacional. Rachmaninov no era un loco, para locos lo que montan un concierto extraordinario con todos sus conciertos para piano y el plus de las Paganini. Loco el que lo propone, Félix Alcaraz, director artístico de la Orquesta, y loca la que lo acepta, la pianista ucraniana Valentina Lisitsa. Locos quedamos todos ante la consecución del hito.

Valentina Lisitsa, que iba para jugadora profesional de ajedrez, ha terminado como polemista estrella del teclado en las redes sociales (miren su tweet fijado comparando curiosamente la Guerra Civil española con el conflicto ucraniano) que compagina en sus manos partituras de temas hollywoodienses con un virtuosismo vacío centrado en Liszt y Rachmaninov, principalmente. Es por ello que recoge el guante lanzado por la Orquesta Nacional y acepta tocar en una sola noche los cuatro conciertos del compositor ruso, sumando la Rapsodia sobre un tema de Paganini. Uno no hipoteca su casa para pagar lo que cuesta grabarlos en DECCA si la compañía no está especialmente interesada en ello, según tengo entendido, para después dejar pasar esta oportunidad. Un esfuerzo titánico, ella es Titania, no tanto en una imaginación shakesperiana sino en el trazo de un Marvel de Mike Zeck, que es capaz de mantener en alto las cinco lecturas, sin desfallecer. Ese, el esfuerzo y el logro, es lo aplaudido, más que lo reflexionado. No era la noche para ello. Para reflexionar se necesita tiempo y quien lo tiene no se presta a perderlo: reflexión y tiempo. Tampoco nos engañemos, el virtuosismo técnico de Lisitsa es un virtuosismo fácil, del que no busca complicarse la vida en comparación a lo que puede ser una lectura de Argerich o Trifonov, así que al final la ucraniana acaba por quedarse en tierra de nadie.

No obstante, hubo momentos, muchos, para el regocijo. Sin el furor abrasivo de otros y ya digo, fuera de la reflexión, su lectura del Tercero fue límpida y muy bien estructurada en la narración (la misma a la que faltó mayor homogeneización de conceptos en el Segundo), bien construido el Finale, en la acentuación de la mano derecha, en sus ataques y en el fraseo empleado. Dibujó además un muy buen Primero, donde fluía de forma clara la influencia orquestal de Tchaikovsky, con esos toques tan propios de Rachmaninov ya a los 17 años(!) en el teclado, la forma de embellecer la mano derecha, ese toque de romanticismo afrancesado…
En el Segundo hubo tiempo para todo, comienzo anodino y algún emborronamiento evidente, de rubato rutinario, con un brillante scherzando en la misma línea del Tercero. El Cuarto concierto se antojó lo mejor de la noche, quizá porque no suele escucharse tanto en las salas de conciertos, con un balance y fraseo en pro del Rachmaninov más experimental, más jazzístico si se prefiere. En las Paganini, por su parte, se echó en falta mayor contraste en una lectura muy hacia delante.

Acompañó a la solista la Orquesta Nacional de España con Ramón Tebar al frente. Si bien fue evidente que algunas secciones no tuvieron su mejor noche, como fue el caso de las trompas y si se escucharon puntuales desajustes en la cuerda, la batuta del valenciano acompañó a Lisitsa respetándola en su planteamiento mientras dotaba de profusión a la hondura rachmaninoviana, bien en el conocido Adagio del Segundo, mejor aún en el Cuarto o el Tercero, diferenciado en las dinámicas del Primero y siempre buscando en todos ellos la elevación, el halo romántico de Rachmaninov entre sus entretejidas y sublimes texturas.

Fue una noche grande porque grande fue el reto, lo conseguido y las reflexiones propiciadas. Una de ellas sobre el cambio de las artes y el papel que las redes, la democratización de aquellas a través de estas y la inmediatez de todo ello provocan hoy en día. Es un debate muy laxo, no voy a desarrollarlo aquí. Quizá este concierto haya sido una muestra de lo positivo que puede tener todo ello, una fisura por la que entra la luz para todos aquellos que no creen a pies juntillas en estas fórmulas.

Foto: Rafa Martín.