Consolidando un proyecto
Donostia. 14/05/2017. Teatro Victoria Eugenia. Gioacchino Rossini: La Cenerentola. Marifé Nogales (Angelina), Jorge Franco (Don Ramiro), Borja Quiza (Dandini), Salvatore Salvaggio (Don Magnifico), Alberto Zanetti (Alidoro), Haizea Muñoz (Clorinda), Lucía Gómez (Tisbe). Coro Tempus Ensemble. Orquesta Sinfónica de Musikene. Dirección de escena: Paolo Panizza. Dirección Musical: Eduardo Portal.
Con La Cenerentola Opus Lírica ha dado por terminada en la capital guipuzcoana su primera temporada de ópera. Tras pequeños pasos y más de un problema encontrados por el camino el balance de esta primera temporada bien puede resumirse en que ha habido más luces que sombras, lo que nos permite ser optimistas de cara al futuro. Estamos deseando conocer los nuevos proyectos y en pocos días daremos a conocer en Platea Magazine los datos de la segunda temporada, en la que deseamos se confirmen las mejores expectativas.
La ópera de Rossini que nos ocupa se ofreció en el recinto “pequeño” de la capital, a saber, el Teatro Victoria Eugenia, que presentó una entrada respetable. Ya se sabe que en virtud del título y la previsible respuesta popular se escoge uno u otro, es decir, o el Victoria Eugenia o el Kursaal.
Una característica de Opus Lírica digna de aplauso es el hecho de apostar por los cantantes de la tierra. Así, la protagonista principal fue la andoaindarra Marifé Nogales mientras que sus hermanastras fueron las donostiarras Haizea Muñoz y Lucía Gómez. Entre el resto, muchos cantantes jóvenes que dieron a la función la viveza y dinamismo necesarios.
La Angelina de Marifé Nogales fue notable porque, aunque algo apurada en la zona más aguda de su tesitura, demostró ser capaz de responder al estilo rossiniano, con una coloratura notable y creando un personaje de enorme credibilidad. Sus graves tienen consistencia y habría que ver su desempeño en una sala mayor pero tras el reciente debut de la Rosina en la ABAO Nogales apunta a poder desarrollar una carrera digna como mezzo rossiniana. Las dos hermanas, arriba mencionadas, aportaron dosis de comicidad y una voz suficiente en todos los concertantes, especialmente en el caso de la soprano.
Vocalmente considero que lo mejor de la noche paso por el Dandini de un Borja Quiza de voz grande y bien proyectada que destacó en los concertantes y dotó al personaje de la vis cómica necesaria. Muy bien en el dúo con Don Magnífico, Un segreto d’importanza. Éste, Salvatore Salvaggio miró a la tradición bufa italiana para, sin caer en la chabacanería, levantar un Don Magnifico audible y medido mientras que Jorge Franco, que nos decepcionó en este mismo escenario con el Ernesto donizettiano, cantó con gusto exquisito, coloratura eficaz y, a pesar de blanquear ligeramente en el agudo, fue capaz de superar satisfactoriamente su piedra de toque, el Si, ritrovarla.
El bajo Alberto Zanetti, como Alidoro, fue el único punto negativo de la noche; dificultad en la coloratura, ausencia de nobleza en el registro grave, agudos apurados y desafinados,… Bien el Coro Tempus Ensemble aunque en ocasiones les costara seguir el ritmo de la batuta. Ésta estaba en las manos de Eduardo Portal, que sustituyo al inicialmente previsto –y tristemente fallecido- Alberto Zedda. Eduardo Portal alternó momentos de enorme agitación (por ejemplo, el concertante final del acto I) con otros excesivamente pausados, como el momento previo al rondó final de la protagonista.
Motivo de enorme satisfacción que la orquesta la formaran los jóvenes de Musikene (Centro Superior de Música de Euskadi) y que supieron estar a la altura ante la exigente demanda orquestal del compositor. Quizás faltó un punto de contraste en los famosos crescendi pero, en cualquier caso, una iniciativa digna de aplauso y merecedora de tener continuidad. Viviendo estas experiencias es como se tiene contacto efectivo con la vida real de un músico.
La puesta en escena de Paolo Panizza era de enorme sencillez, apostando por la estética infantil y con algún detalle que invita al desconcierto. ¿Tanto cuesta que una escoba no sea solo un palo? Aparentemente innecesaria la presencia de las bailarinas acompañantes de la protagonista pues en ocasiones se cargaba en exceso el escenario.
Lo más importante, que la satisfacción general entre el público era evidente, lo que, esperamos, sirva para fidelizar al donostiarra y al guipuzcoano ante los nuevos proyectos de Opus Lírica.