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Y sigue siendo el rey

Madrid. 14/07/2017. Teatro Real. Verdi: Macbeth. Plácido Domingo, Anna Pirozzi, Ildebrando D´Arcangelo, Brian Jadge. Raquel Lojendio, Airam Hernández, Fernando Radó y David Sánchez.

El día en que Plácido Domingo deje de pisar los escenarios nos daremos cuenta de que con él se cierra una época, todo un capítulo en la historia de la lírica del que gentes como Gregory Kunde o Jonas Kaufmann no son sino epígonos: lo que ellos hacen hoy no se entendería sin lo que Plácido ha hecho durante cincuenta años. Fuerza de la naturaleza, voz superdotada, técnica tan personal como solvente e intérprete sumamente carismático, sólo cabe calificar de milagro que Domingo siga en pie. Y por eso le hemos dedicado la última portada de nuestra edición impresa, ahora en julio, apostillando que es exactamente “historia viva de la ópera”. Él mismo habla en dicha entrevista de su presencia hoy en los escenarios casi como un “patriarca de la lírica”. Y es que Domingo se reinventa una y otra vez, en una superación personal que parece no tener límites. Cuestionado por todos cuando decidió asumir sus primeros papeles para barítono verdiano, son hoy ya muy pocos los que ponen en entredicho el éxito de su empresa, atesorando ya una decena de roles escritos por Verdi para esta cuerda y en los que francamente cuesta encontrar barítonos que igualen su carisma. Podrá aducirse que el texto se le olvida de tanto en tanto, que pierde el resuello en algún momento… sí, pero la proyección y frescura de la voz apabullan por momentos y la atención a la palabra y la verdad teatral que exhibe (memorable "Mal per me") son propias de un grande de talla histórica. Y es que Plácido Domingo sigue siendo el rey.

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A su lado Anna Pirozzi brindó una Lady Macbeth a decir verdad poco descollante, sobre todo poco carismática. De emisión aseada, la soprano italiana ofrece una recreación francamente limpia de una partitura exigente y variada en recursos vocales. Y sin embargo el fraseo resulta sumamente anodino, falto de mordiente y tensión en muchos momentos clave. Mas pendiente del control de la emisión que del fraseo propiamente dicho, Ildebrando D´Arcangelo ofreció un Banquo un tanto adusto, de expresión demasiado rígida y distante. La calidad y atractivo del timbre son indudables, pero se echó de menos un canto más variado y vibrante. Mejor impresión dejó en cambio el joven tenor norteamericano Brian Jadge, con una voz bastante bien cubierta en el paso, algo sorprendente en una voz con tan poco recorrido (cantó Ismaele en Nabucco en Les Arts, en 2015). No obstante, a la vista de su agenda, parece haber perdido ya el norte alternando Calaf, Radames y Cavaradossi como si fuera poco menos que Corelli. Y en cambio la voz no es sino la de un lírico con cierta pegada y facilidad en el agudo y un fraseo vibrante. Una voz a seguir de cerca, en todo caso.

Habida cuenta de su presencia por tercera vez consecutiva al frente de un título de Verdi, tras I vespri siciliani y Luisa Miller, se diría que el Teatro Real ha descubierto a James Conlon como genio verdiano, algo que cabe cuando menos matizar. El norteamericano es un buen maestro, de oficio indudable, pero que no aporta a decir verdad nada singular en el caso del catálogo verdiano, que dirige con un pulso bastante genérico, vibrante sí, pero con un fraseo muy poco contrastado. Lo cierto es que Conlon bregó durante toda la función con una orquesta, la Sinfónica de Madrid, que se empeñaba en campar por sus fueros, con un sonido demasiado alborotado y de articulación muy mejorable. La versión musical tuvo, en su conjunto, más decibelios que otra cosa.

Buena labor, por lo general, de los comprimarios: Raquel Lojendio (Dama de compañía), Airam Hernández (Malcolm), Fernando Radó (Un médico) y David Sánchez (Sirviente/Heraldo/Sicario). Se ofreció la representación, por cierto, una particular versión semi-escenificada, sin mayor atrezzo y vestuario, apenas unos elementos para sugerir la caracterización de los personajes y el coro. Fórmula socorrida y que funciona, sobre todo, en manos de un protagonista tan carismático y entregado como Domingo. 

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