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Certezas y desconciertos

Joaquín Achúcarro celebra su 85 cumpleaños con la Orquesta Nacional de España

Madrid. Auditorio Nacional. Obras de Maurice Ravel y Richard Strauss. Orquesta Nacional de España. Joaquín Achúcarro, piano. Dir. musical: Pedro Halffter.

En la rueda de prensa de presentación de su última grabación, precisamente junto a la Orquesta Nacional de España, el gran Joaquín Achúcarro bromeaba sobre la ciática que le ponía en jaque aquellos días ante sus conciertos en Madrid. A la vista de su interpretación en el Auditorio Nacional, se diría que música es el mejor bálsamo para quien, como él, ha dedicado toda su vida a servirla al piano. A sus 85 años recién cumplidos sigue siendo un solista en plena forma, en el que asombran la vitalidad y el entusiasmo, un denuedo envidiable al lado de un oficio y un poso que sólo se adquieren con el paso del tiempo.

Largo tiempo ha paseado consigo Achúcarro los dos conciertos para piano de Ravel, tanto el concierto en Sol mayor como el célebre concierto para la mano izquierda, dedicado por el compositor al pianista Paul Wittgenstein, quien vio amputado su brazo derecho tras servir en filas durante la Primera Guerra Mundial. ¿Qué decir de Joaquín Achúcarro que no sepamos ya de antemano? Su piano es autoridad, oficio, naturalidad, certeza. Una evidencia, en suma; la enésima confirmación de un pianista que es ya historia de la música en nuestro país.

No convenció en cambio la dirección musical de Pedro Halffter, abundando en tiempos demasiado lentos y dilatados, desaprovechando a menudo la simpar orquestación que Ravel dispone en estas partituras, sumamente sutil y original. Tampoco brilló su batuta en el acompañamiento a Achúcarro. Por momentos, de hecho, se diría que la orquesta siguió más de cerca las manos de Achúcarro que las de Halffter, con evidentes miradas de complicidad entre el pianista y algunos atriles.

Quedó grande a Halffter, asimismo, la Sinfonía doméstica, apenas salvada por la buena labor de los músicos de la Orquesta Nacional, singularmente unas inspiradas maderas, cuyo buen hacer es forzoso ponderar. Inexacto y anónimo, Halffter apenas alcanzó a firmar una versión desordenada y liviana, sumamente parca en fantasía, incapaz de plantear un juego genuino de colores y dinámicas. Ciertamente desconcertante su Strauss, invadido por el tedio y muy lejos del crisol de certezas que había pintado Achúcarro en la primera parte del programa.