© Daniel Pérez
Marejada wagneriana
Málaga 25/09/25. Teatro Cervantes. Wagner: Tristan und Isolde. Lianna Haroutounian (Isolde). Michael Weinius (Tristan). Clémentine Margaine (Brangäne), Marko Mimica (König Marke). Markus Eiche (Kurwenal). Moisés Marín (Ein junger Seeman/Melot). LuisP acetti (Ein Hirt). Ignacio Cornejo (Stimme eines jungen Seemanns). Állex Aguillera, dirección de escena. Pedro Halffter, dirección musical.
Hay que saludar con salves de honor la exitosa iniciativa del Teatro Cervantes de Málaga por estrenar, por primera vez en su historia, Tristan und Isolde, de Wagner en el inicio de su XXXVII Temporada Lírica. Un hito y un acto de valentía y ambición que se vio coronado con merecidas ovaciones por parte de un público entregado y absorto a las cerca de cuatro horas de música.
Tanto el sólido y envidiable reparto, de una calidad fuera de toda duda con debut rol incluido, una magnífica Cleméntine Margaine como exultante Brangäne, la fantástica prestación de la Orquesta Filarmónica de Málaga, bajo la batuta de todo un especialista como es el maestro Pedro Halffter y una puesta en escena respetuosa, con la ayuda de proyecciones como recurso efectivo y efectista, dio paso a una función que solo puede calificarse de histórica para la capital andaluza.
De verdadero primer nivel fue el canto de la soprano armenia Lianna Haroutonian (Yerevan, 1975), poseedora de una voz lírica-spinto con la que ha triunfado en el repertorio verdiano por toda Europa. Su debut como Isolda la temporada pasada en Lieja ya fue recibido con enorme interés y aquí ha demostrado una calidad e idoneidad vocal más que prometedora para seguir por la senda de los roles femeninos wagnerianos.
La voz es pastosa, tímbricamente densa e irisada, el control del registro noble y flexible, los agudos tienden a un leve vibrato pero sin afear la emisión, el centro es boreal y los graves, algo cortos, el único tramo de su generosa extensión a resolver a nivel proyección.
El canto es expansivo, comunicativo y tiene esa melosidad deseable en una Isolda cálida y seductora, su primer acto fue explosivo, el segundo seductor y nocturno como pide la partitura y tuvo una muerte de amor de aristocrático acabado como corresponde a toda una princesa del canto. Brava!
Otro tanto puede decirse de la Brangäne de la mezzo francesa Cleméntine Margaine. Su reconocido timbre, rasgado, carismático y explosivo acompañó a un canto siempre presente y arrollador. De una potencia y calidad a la par de la Isolda de Haroutonian, cantó un primer acto dominadora y resuelta, y tuvo esas maravillosas intervenciones del segundo, con una loable delicadeza para un color y una emisión que tienen solo las cantantes de raza como ella. Un debut rol que la sitúa en la senda de la grandes cantantes wagnerianas francesas que triunfaron en el pasado en un repertorio siempre falto de verdaderas figuras de envergadura.
El Tristan del tenor sueco Michael Weinius, todo un especialista en el rol, quién cantó acompañando a la gran Nina Stemme en su adiós del rol de Isolda en el Teatro Massimo de Palermo hace dos temporadas, mostró la calidad de un instrumento de Heldentenor sin fisuras y de loable frescura tímbrica. De un color más bien claro para la potencia de su instrumento, su control técnico ahora ya ha encontrado el reverso de una expresión cada vez más trabajada y de fraseo más empático. Dominó su muerte del tercer acto con una facilidad pasmosa y demostró que es de la voces de Tristan actuales más atractivas y en mejor estado vocal.

Otro éxito total del reparto fue el König Marke del bajo-barítono croata Marko Mimica, quien debutó el rol la temporada pasada en Bilbao. La nobleza de su canto, de fraseo elegante, tersura en la emisión y una articulación notoria, hicieron de su hermoso monólogo uno de los momentos clave del éxito de la función. Sin duda un instrumento de atractivos medios que merece seguir indagando en el repertorio wagneriano pues puede tener importantes éxitos.
El Kurwenal del barítono alemán Markus Eiche (St. Gerogen, 1969) no fue ninguna sorpresa para el aficionado wagneriano, pues es un cantante asiduo del Festival de Bayreuth donde ha actuado más de una decena de ediciones desde su debut allí como Kothner en 2007 en la reconocida producción de Katharina Wagner con la batuta de Sebastian Weigle. Eiche mantiene una saludable calidad vocal, de timbre claro y proyección redonda y sonora, compuso un Kurwenal impecable, de fraseo trabajado y expresividad envidiable, componiendo un personaje que rubricó un reparto magnífico.
Para rizar el rizo, tanto el estupendo tenor español Moisés Marín, como Steuermann y Melot, de timbre fresco y potente emisión, como el resolutivo Ein Hirt de Luis Pacetti y el correctísimo Ignacio Cornejo como Timonel, completaron un reparto sin fisuras.

La batuta de Pedro Halffter compuso una lectura estilosa, atento a las voces, con un desarrollo dramático idiomático y siempre cuidadoso com las inflexiones desde unas cuerdas expresivas, con hermoso solos, unas maderas dulces y llenas de la expresión nocturna que se erige en el corazón de la ópera en el segundo acto, además de unos metales de loable resultado y calidad. Una lectura canónica, sin extrañeza en los tempi, fluida y orgánica de admirable resolución sinfónica para una exultante Filarmónica de Málaga en una inspirada función para regocijo de la audiencia. Algo escaso de participantes pero con meritorio resultado musical el Coro Titular del Teatro Cervantes de Málaga-Intermezzo a las órdenes de Santiago Otero.
De la regie de Állex Aguilera cabe decir que no rebuscó en el socorrido Regietheater de tradición germana, para una producción sencilla, árida de elementos escénicos, envuelta en unas cinematográficas proyecciones que envolvieron cierto estatismo conceptual. El extraño guiño al teatro butoh japonés del acto tercero quedó como un ejercicio de estilo que sin romper la estética de la producción causó cierta sensación de exotismo episódico. Una producción del Teatro de la Maestranza de Sevilla que merece más funciones como las servidas por el Teatro Cervantes de Málaga.

Fotos: © Daniel Pérez