Romeo Valladolid Tretyakova Albelo 

Abriendo horizontes

Valladolid. 04/05/2018. Teatro Calderón. Gounod: Roméo et Juliette. Celso Albelo, Katerina Tretyakova y otros. Dir. de escena: Stephen Lawless. Dir. musical: Alain Guingal.

Tras una década imponiendo su arte en el belcanto, donde ha brillado con luz propia en partes como el Arturo de I puritani o el Edgardo de Lucia di Lammermoor, el tenor Celso Albelo afronta ahora un repertorio cada vez más lírico, con un claro horizonte en el repertorio romántico francés. Tras su logrado Arnold de Guillaume Tell, su debut como Werther o su reciente Fernand en La Favorite, y antes de acometer próximamente La damnation de Faust de Berlioz en Les Arts, el Teatro Calderón de Valladolid acogía su debut como Roméo, en la obra de Charles Gounod, en una producción vista recientemente en Barcelona.

Lo fascinante de Albelo es que consigue cantar todavía hoy unos Puritani de órdago, como acaba de demostrar en Palermo, al tiempo que dedica su agenda a nuevos retos. La próxima temporada podremos seguir disfrutando de hecho de su Edgardo en su Tenerife natal, junto a Irina Lungu como Lucia; además de su Arturo en Puritani, en la apertura de temporada del Liceu. Albelo sigue descollando con un agudo sonoro, brillante y fácil, ahora más ancho y amplio, en una voz que suena más lírica y menos ligera. Su Romeo convence a través de un fraseo romántico, estiloso, sin empalagos, muy pegado al texto. Bellísima por ejemplo la media voz con que desgrana el “Va, repose en paix…”. El aria principal de Romeo cae como un guante a los actuales medios de Albelo, que corona la página con un colosal Si bemol. Aún más imponente fue, no obstante, su resolución del vibrante concertante final del tercer acto, en "Je mourrai—mais je veux la revoir", sosteniendo aquí Albelo el Do de pecho al unísono con la orquesta. Imponente debut de un rol que cae como anillo al dedo a la evolución vocal del tenor canario, quien tiene ante sí nuevos y prometedores horizontes.

Integrando la pareja protagonista, acompañaba a Albelo la soprano rusa Katerina Tretyakova, quien fue de menos a más, tras un primer acto algo deslucido, con la voz menos caldeada de lo que cabía esperar. Tretyatkova brilló más sin duda en los pasajes líricos, donde su instrumento, ahora un tanto más amplio y ancho, encuentra mayor expresividad. Vocalista precisa, resolvió con ardor y arrojo su "Amour, ranime mon courage" y encontró un acomodo ideal en los dúos con Albelo, sonando ambos empastados, sumamente líricos y románticos. Una Juliete muy fiable, en suma, como ya había demostrado hace un par de meses en el Liceu.

Compacta labor del resto del equipo, plagado de solventes comprimarios españoles como David Alegret (Tybalt), Mireia Pintó (Gertrude), Josep Ramón Olivé (Mercutio) o Isaac Galán (Conde Paris), entre otros, destacando la labor de Carol García como Stèphano y Stefano Palatchi como Hermano Laurent. Entusiasta labor del coro Proclasic en colaboración con Calderón-Ópera Studio, una formación amateur, con desigual fortuna en lo vocal aunque siempre esmerada y voluntariosa, contribuyendo al buen desempeño de la función. La Orquesta Sinfónica de Castilla y León decepcionó un tanto en el foso, si bien Alain Guingal se afanó en obtener de ellos un sonido de impecable adecuación al estilo romántico francés, no demasiado melodramático, un punto leve y lírico, fluido y melódico, cómodo y preciso para los cantantes.

La propuesta escénica de Stephen Lawless, ya vista en el Liceu, es una coproducción con la Santa Fe Opera House. La producción traslada la acción a la Guerra Civil de los Estados Unidos, entre 1861 y 1865. Aunque vistosa, la propuesta de Lawless es poco más que un decorado, con una aportación muy limitada en lo dramático, resultando en fin anecdótico el cambio de contexto histórico que nos propone. La solución escenográfica, por cierto, con ese mural de lápidas a modo de casetones, recuerda al Don Carlo de Willy Decker para  Amsterdam, comercializado en DVD y protagonizado por Rolando Villazón.