• Foto: A. Bofill
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A la cuarta va la vencida

Barcelona. 03/03/2016. Gran Teatro del Liceo. Wagner: Götterdämmerung. Iréne Theorin (Brünnhilde), Lance Ryan (Siegfried), Hans-Peter König (Hagen), Samuel Youn (Gunther), Michaela Schuster (Waltraute), Oskar Hilebrandt (Alberich), Jacquelyn Wagner (Gutrune), Cristina Faus (Primera Norna), Pilar Vázquez (Segunda Norna), Jacquelyn Wagner (Tercera Norna), Isabella Gaudí (Woglinde), Anna Alàs i Jove (Wellgunde), Marina Pinchuk (Flosshilde). Dirección de escena: Robert Carsen. Dirección musical: Josep Pons.

Llegaba a su término este Anillo del Liceo en el que se embarcó Joan Matabosch, con dirección de la dupla formada por Josep Pons y Robert Carsen, recogido ahora por Christina Scheppelmann. Y parece que no es a la tercera aquí sino a la cuarta cuando llegó la vencida, siendo este Ocaso sin duda el punto más álgido de esta Tetralogía. Y el principal puntal, para sorpresa de propios y extraños, ha resultado ser la orquesta titular del teatro y la dirección musical de Josep Pons. Confieso que nunca había escuchado a la orquesta del teatro sonar tan compacta y resuelta. El propio Pons me explicaba anoche la clave del relativo milagro: ni más ni menos que una nueva hornada de incorporaciones, especialmente en los metales y en la cuerda grave. Casi una veintena de músicos, algunos especialmente incorporados para este Ocaso, otros ya en plantilla estable de la orquesta, venían a consolidar un foso que flaqueaba sin remedio durante la temporada en curso y que aquí parecía irreconocible. Y es que la orquesta ayer sonó intachable, hasta tal punto que no se antojaba la misma, con un metal infalible y rotundo.

Por lo que se refiere al hacer de Josep Pons, si bien no estamos ante una batuta sumamente imaginativa, adoleciendo además su pulso de cierta blandura, lo cierto es que su dirección busca subrayar algo más que lo evidente, trabajando con denuedo sobre el dibujo melódico de las maderas y buscando un arco dinámico cada vez mayor en las cuerdas. La concertación es más que solvente y el imponente edificio sonoro del Ocaso se levanta y se sostiene sin flaquezas, incluso con momentos brillantes en las ricas transiciones sinfónicas que Wagner dispone en la partitura. Congratula constatar que por fin se ven los frutos del prometido y esperado trabajo de Pons con la orquesta del teatro. Nunca es tarde si la dicha es buena, sobre todo en un capítulo en el que los espectadores comenzaban a desesperarse.

Del extenso reparto, convence sobremanera la Brünnhilde lírica y matizada de Iréne Theorin, que comprende Wagner más desde el belcanto que desde una idea altisonante y avasalladora. La última escena, cuajada de medias voces y frases en piano, es de una intensidad digna de elogio. Hay en su interpretación del papel toda una paleta de sentimientos y pasiones, expresadas con medida y proporción. Y a pesar de algunas notas agrias y destempladas en el extremo agudo -más por fatiga vocal que por incapacidad-, su Brünnhilde se impone por la belleza y emotividad del fraseo.

No vamos a descubrir a estas alturas que Lance Ryan ha sido un Siegfried de referencia, al que la voz acompaña cada vez menos, no porque carezca de las notas o se encuentre en dificultad con la tesitura, sino porque el timbre se ha ajado hasta volverse ingrato, más propio de un Mime por momentos. En todo caso, vive el papel con una intensidad probada, resaltando el lado más naïf de ese salvaje ingenuo que termina por ser un indolente. Borda, por cierto, la escena de su muerte.

Del resto de solistas, destacó el imponente Hagen de Hans-Peter König que resulta fiero y amenazante sin necesidad de vociferar. El Gunther de de Samuel Youn es más endeble de acentos y resulta algo falto de empaque vocal. Lo mismo sucede con la Gutrune de Jacquelyn Wagner, con un instrumento bonito aunque demasiado corto y lírico para este papel. De libro la Waltraute de Michaela Schuster, que tiene cogida la medida exacta al papel, y meramente correcto el Alberich de Oskar Hillebrandt en su breve intervención. Remataba el reparto el equipo de Nornas e Hijas del Rhin, cuajado de voces españolas en creciente proyección, como la mezzo Cristina Faus, la soprano Isabella Gaudí o la contralto Pilar Vázquez, entre otras.

La producción de Robert Carsen prolonga en este Ocaso un planteamiento conformista, ayuno ya de ideas, cada vez más literal y poco mimado en la dirección de actores, que parece dejada al hacer de los solistas. Se recuperan aquí varias de las escenografías vistas en las jornadas anteriores del Anillo, singularmente en Siegfried y Die Walküre, debida a Patrick Kinmonth y que no diría gran cosa de no ser por la cuidada iluminación de Manfred Voss.