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Bajo la luna roja

Peralada 29/07/18. Festival Castell de Peralada. Massenet: Thaïs. Ermonela Jaho (Thaïs). Plácido Domingo (Athanaël). Michele Angelini (Nicias). Jean Teigten (Palémon). Elena Copons (Crobyle). Lidia Vinyes Curtis (Myrtale). Marifé Nogales (Albine). Sara Blanch (La Encantadora). Orquesta Sinfónica de Madrid. Coro Intermezzo. Patrick Fournillier, dirección musical.

Tras dos noches por todo lo alto con Javier Camarena y Jonas Kaufmann, el Festival Castell de Peralada remataba una semana de vértigo con la visita de Plácido Domingo en una ópera tan poco habitual – Thaïs, de Massenet -  como lo ha sido el eclipse de luna que la ha teñido de rojo y que tuvo lugar al inicio de estas tres jornadas. Tres noches de ensueño lírico en Peralada, que pareciera una suerte de embrujo producido por el acontecimiento astronómico. Un milagro, pensarían los antiguos, del mismo modo que milagro es el cambio de la protagonista massenetiana, de cortesana a fiel cordera de Dios, enclaustrada en unos compases sublimes del francés – famosísima es su Méditation, extraordinaria su orquestación, mágico el tratamiento de la cuerda… - junto a alguna ambientación musical un tanto “fácil” y encorsetada por un libreto envarado cuanto menos, inverosímil en sus vaivenes, con oasis y convento de monjas incluidos, donde parece imposible hallar un clímax a todas luces necesario en un título como este, tan a la wagnerite, con evidentes conexiones (o intentos de) con títulos como Tannhäuser.

En toda esa parte orquestal, el francés Patrick Fournillier, consumada batuta massenetiana, sacó oro de la partitura con la Orquesta Sinfónica de Madrid, poniendo de relieve los perfiles de cada personaje y los diversos cuadros donde estos transcurren. Una gozada la profusión tímbrica, el manejo de la cuerda y el equilibrio de recursos que utiliza el compositor, donde Fournillier aporta tersura y profundización cada vez que es necesario: a modo de ejemplo, véanse los violonchelos con Athanaël o las trompas en la entrada y seducción de Thaïs (¡trompas ahí!). Excelente la labor del concertino Vesselin Demirev en la transformación de la protagonista y correcto además el Coro Intermezzo, que parecía pasar una auténtica tortura bajo los focos, en una noche donde no corría ni pizca de tramontana y que sin duda tuvo que afectarles.

La soprano albanesa Ermonela Jaho se descubrió como la protagonista de la velada por una entrega total. Su drama era nuestro drama y en solitario y junto a Domingo, regaló los mejores momentos de la noche. Pero no sólo, eso. Además, la voz acompañó con dinámicas, filados y colores que dibujaron una Thaïs con evolución, en una ópera con libreto del todo estático, lo cual es más que un logro; es un regalo.

Acertado el Nicias de Michele Angelini, donde todo sonó en positivo; y muy acertado el Palemón de Jean Teigten, de voz densa y timbre pastoso y oscuro. Completaron el reparto unas muy buenas voces españolas, destacando la Crobyle de Elena Copons.

Es difícil llegar a describir la emoción que el público siente (sentimos) – es evidente – al ver aparecer a Plácido Domingo sobre el escenario. La conexión es inmediata, la emoción segura, pues tal es el carisma que desprende el madrileño, ya lo sabemos. Aquello que viene a ser ópera por los cuatro costados: la de la emoción, la del canto entregado, la del drama epidérmico. Con todo, no fue esta a buen seguro su mejor noche porque no es su mejor papel, con una tesitura que no se adapta a él y en una lectura en la que fueron evidentes los efectismos, los trucos y su inseguridad en el rol, sin despegarse de la partitura y muy pendiente de la batuta de Fournillier.

Domingo, aunque a buen seguro le queda por dar, ya lo ha dado todo y ante él no cabe más que maravillarse. No va a parar, ténganlo por seguro. El próximo personaje que estrene será su número 150: Zurga, en Los Pescadores de Perlas. No parece un título con el que decir adiós.

Es en noches de verano, mirando hacia el cielo para ver las estrellas o la luna roja, cuando muchos repetimos, ante tal grandeza, aquello de que no somos nada. Ante la música de Massenet, tampoco.

Foto: Toti Ferrer.