Del tormento, virtud
Londres. 18/03/2016. Royal Opera House: Mussorgsky: Boris Godunov. Bryn Terfel (Boris Godunov), Ain Anger (Pimen), John Tomlinson (Varlaam), John Graham-Hall (Shuisky) y otros. Dir. de escena: Richard Jones. Dir. musical: Antonio Pappano
En su entrevista para Platea Magazine, Bryn Terfel se mostraba muy seguro ante la idea de debutar como Boris Godunov, quizá en contra de casi todas las apuestas. Lo cierto, al margen de su extensión vocal, es que a menudo asociamos este papel a voces de bajo, más rotundas y oscuras, aunque no es Terfel el primer bajo-barítono en asumirlo. Pensemos, sin ir más lejos, en el célebre George London que llegó incluso a grabar el papel. Lo cierto es que la escritura vocal del personaje, en ese estilo declamatorio tan propio de Mussorgsky, cuadra muy bien con los modos un tanto heterodoxos de Bryn Terfel, que consigue hacer suyo el papel a base de fraseo y teatralidad, a pesar de que el color de su instrumento no es el más adecuado para la parte. El carácter atormentado y torturado del personaje le sientan como un guante a la expresividad de Terfel, actor plausible y enfático, que haciendo del tormento virtud consigue una indudable tensión en cada una de sus intervenciones, singularmente en sus dos largos monólogos (tanto el último con su muerte como el anterior que sigue a su conversación con Shuisky) dejando a un lado el breve cuadro de la coronación al principio de la función, donde suena algo falto de empaque. Y es que el papel al fin y al cabo se reduce a esos tres monólogos, de notable extensión y dificultad, qué duda cabe, en los que la indudable conexión con Pappano con Terfel hace el resto.
Y es que el gran protagonista de la velada, amén de Terfel, es un Antonio Pappano dueño y señor de su foso del Covent Garden, que suena con él como si fuese otro, menos rutinario y conformista, como si en sus manos soñase con ser el foso de un gran teatro alemán, con un color rico y variado, con una resolución técnica impecable y, en fin, brindando una versión musical de muchos quilates. Pappano entiende a las mil maravillas la naturaleza dramática y narrativa de la partitura, que desgrana con un pulso imbatible y con un nivel de detalle fascinante en su trabajo con las cuerdas y las maderas. Por si fuera poco, el coro de la Royal Opera House brinda una de sus mejores interpretaciones en mucho tiempo, con una entrega colosal. Para la ocasión Pappano escogió la versión original de 1869, nunca antes interpretada en el Covent Garden.
Todo el cast armado para la ocasión responde con gran solvencia, pero es forzoso destacar el envidiable hacer de Ain Anger como Pimen, con un instrumento grande y sonoro, administrado con un fraseo minucioso; y el socarrón Varlaam del veterano John Tomlinson, que fue a la sazón el último Boris Godunov escuchado en el Covent Garden, allá por 2003. El siempre profesional John Graham-Hall firmo un intachable y sibilino Shuisky, en la línea de su gran antecedente en la parte, en también británico Philippe Langridge.
No hay nada verdaderamente genial en la producción de Richard Jones, que tiene sin embargo la virtud de acentuar el desarrollo narrativo de los hechos, hasta el punto de resultar casi didáctica, poniendo en claro con detalle, negro sobre blanco, los antecedentes que terminan por desencadenar la atormentada biografía de Boris Godunov. La realización de la propuesta, en una coproducción con la Deutsche Oper de Berlín, es intachable en todos su extremos, al margen de que pueda antojarse más o menos atractiva en su naturaleza estética.