butterfly liceu A Bofill

Una Butterfly desgarradora

Barcelona. 19/1/2019. Gran Teatro del Liceo. Puccini: Madama Butterfly. Lianna Haroutounian (Cio Cio San), Ana Ibarra (Suzuki), Mercedes Gancedo (Kate Pinkerton), Jorge de León (B. F. Pinkerton), Damián del Castillo (Sharpless), Christophe Mortagne (Goro), Isaac Galán (Principe Yamadori), Felipe Bou (Bonzo). Dir. Escena: Moshe Leiser y Patrice Caurier. Dir. Musical: Giampaolo Bisanti. 

Poner en cartel Madama Butterfly con una manida producción que ya agotó entradas hace cinco años es jugar seguro. Pero jugar seguro no es sinónimo de interés o calidad artística, y muchas veces es sinónimo de lo contrario. De lo que es sinónimo es de butacas llenas hoy, pero también puede significar vacías mañana si no existe un proyecto artístico claro, más allá de sobrevivir y “prolongarse por debilidad” utilizando la expresión sartreana (el corolario del francés era más elocuente: “morir por casualidad”). 

Todo esto para recordar una vez más el contexto, en el que el teatro vive los últimos momentos de una etapa gris en muchos aspectos, y recibe con ilusión una interesante renovación en la dirección artística en manos de Victor García de Gomar, que deberá acometer no sólo aspectos de programación sino también la necesaria apuesta por el relieve y refuerzo en la plantilla de orquesta y coro, los verdaderos cimientos de un teatro de ópera. 

Para empezar por lo negativo, por muchas veces que se haya traído esta producción de estética clásica ahora en una reposición de Gilles Rico, no deja de presentar carencias en el apartado escénico. La parca propuesta de los franceses será muy elegante como se dice, pero lo que está en juego en la obra más querida por Puccini no es la elegancia sino un intenso drama psicológico de corte intimista, una poesía sonora verista que sublima los matices de lo pequeño y los eleva a dimensión metafísica. Nada de eso: no hay ideas, elaboración ni ingenio y la excesiva exposición en momentos de gran dramatismo (no hay biombo para Butterfly cuando toma la espada de su padre dispuesta a realizar el harakiri) deshace la fuerza dramática a cambio de nada. Una inteligente administración de la iluminación por parte de Christophe Forey contribuye a atenuar las carencias señaladas. 

En otras palabras, son los cantantes y la orquesta los que deben acometer al descubierto toda la pintura sonora, y así lo hicieron en líneas generales. En especial, la más necesaria, la propia Madama Butterfly, cuya evolución es el centro alrededor del cual gira toda la obra. 

No hace falta recordar la dificultad del rol de Cio-Cio-San, tanto en resistencia vocal como en despliegue emocional, y en su debut liceista la soprano armenia Lianna Haroutounian alcanzó cotas de excelencia. Pese a una inverosímil joven en el primer acto (y con una endiablada entrada fuera de escena), la evolución de Cio-Cio San tuvo un crecimiento adecuado desde el segundo tercio de la ópera. Con un desempeño dramático sobresaliente, un registro agudo deslumbrante, una voz esmaltada y una proyección magnífica hicieron el resto no sólo para encarnar una soberbia Butterfly, sino para capitalizar toda la fuerza trágica de la ópera. Desde un impecable “Un bel di vedremo” de gran lirismo hasta un sobrecogedor “Tu, tu piccolo iddio”, la soprano conquistó sin paliativos al teatro, desplegando las dotes de una lírico con tintes de spinto y exprimiendo con sabiduría toda la complejidad psicológica del rol. 

Dentro del tono estereotipado del resto de personajes, Muy lograda la Suzuki de Ana Ibarra, con timbre atractivo y buena prestación escénica. Resolvió como pudo el papel un visceral Pinkerton en manos de Jorge de León, nada elegante pero satisfactorio por su caudal y presencia, aunque falto de matiz y un tanto excesivo en el célebre dúo del primer acto. Más elegante fue Damián del Castillo en el rol del cónsul Sharpless, sin una gran emisión pero con una pulcra línea de canto. Muy bien Mercedes Gancedo en su pequeña intervención como Kate Pinkerton y correcto el resto del reparto. No tanto lo fue un coro algo irregular y sin la necesaria homogeneidad. 

La dirección expresiva y vibrante de Giampaolo Bisanti fue otro de los polos que elevó la temperatura emocional, y supo concertar voces y escena contra un planteamiento escénico que también perjudica aquí en materia de proyección vocal y ensamblaje con el foso. A pesar de ser pausada y detallista, no perdió fluidez y la respuesta de la orquesta logró plasmar gran parte de la riqueza del colorido orquestal, y la plasticidad melódica, con una soberbia gestión del tenuto en todos los meandros líricos y demostrando ser un magnífico concertador. Algunos desajustes en el primer acto y una cierta flaqueza sonora en la cuerda pueden señalarse como máculas anecdóticas de la orquesta, bien conducida por una batuta que también recibió aplausos muy merecidos. Una noche que sin ser memorable, emocionó y dejó el buen recuerdo de un dulce debut capaz de capitalizar una Butterfly desgarradora y convincente.