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 ¿Batalla o verbena?

Valencia. 09/02/2019. Palau de Les Arts. Verdi: I masnadieri. Stefano Secco, Roberta Mantegna, Artur Rucinski, Michele Pertusi, Mark Serdiuk, Bum Joo Lee. Dir. de escena: Gabriele Lavia. Dir. musical: Roberto Abbado.

Un buen amigo tiende a caricaturizar las creaciones del primer Verdi apuntando que a menudo, con sus sucesivas cabalette, uno no sabe bien si el tono es de celebración o de crispación, como si la misma música sirviera para animar la verbena o para convocar a la batalla. Sin llegar a tanto, hay que reconocer que estos Masnadieri no están entre lo mejor de la producción verdiana, más allá de algunos puntualísimos momnentos. Por descontado el libreto de Andrea Maffei no hace justicia al drama original de Friedrich Schiller. Y la música de Verdi se antoja repetitiva. Estrenada en Londres, en 1847, supuso un paso atrás con respecto a sus dramás más logrados (Macbeth, Attila, Giovanna d´Arco, I due Foscari, Ernani). Evidentemente el genio del maestro de Le Roncole se deja entrever en varios pasajes, como la inspirada obertura, pero no estamos ni mucho menos ante uno de sus mejores trabajos. No en vano desde 2017, en el Tutto Verdi de ABAO, no había vuelto a representarse en España, donde su presencia ha sido testimonial..

Tampoco la producción de Gabriele Lavia, procedente del San Carlo de Nápoles, ayudaba a elevar el tono dramático de la partitura. Confusa y banal, de un efectismo tedioso, es el perfecto ejemplo de esa pretenciosa tendencia a modernizar la estética sin trabajar verdaderamente la dramaturgia. El resultado, así, es un espectáculo aburrido y feo, que ya lo ha dicho todo a los cinco minutos de haberse alzado el telón.

El reparto, aunque homogéneo, no terminó de despegar. Stefano Secco frasea con buenas intenciones, aunque su voz está cuajada de sonidos desiguales, con una transición problemática por las notas de paso, por mucho que el agudo suene desahogado. Interesante desempeño el de la joven soprano Roberta Mantegna, de resonancias belcantistas -no en vano cantó Il pirata de Bellini en la Scala de Milán-, aunque con resortes técnicos todavía por madurar. Su agenda revela una cierta precipitación, pues tiene previsto debutar como Aida en Venecia la próxima primavera. El material de partida es bueno; en sus manos está comandarlo a buen puerto. 

El barítono Artur Rucinski es un gran profesional, sumamente voluntarioso en su compromiso escénico y dueño de un instrumento amplio y sonoro. Sin duda firmó la intepretación más redonda de la noche en la parte de Francesco. Intachable asimismo el bajo Michele Pertusi, todo un ejemplo de elegancia y control, con una voz que no será tan privilegiada de natura como la de otros bajos, pero empleada de manera paradigmática.

Quizá estas funciones nos hayan mostrado lo mejor del hacer de Roberto Abbado en el foso de Les Arts, precisamente ahora que su contrato termina. Abbado siempre ha sido un buen músico, no demasiado inspirado y concertador que fraseador. Estos Masnadieri han tenido verdadera tensión teatral y un lirismo genuino, si bien el foso sonó pasado de decibelios en más de una ocasión. En todo caso, Abbado firmó una versión muy estimable, con verdadero pulso verdiano, al frente de una inspirada Orquesta de la Comunidad Valenciana, formación que mantiene su nivel de referencia todavía hoy, cuando quedan cada vez menos músicos de los que llegaron a Valencia al calor de Maazel y Mehta. El coro titular del teatro, el Cor de la Generalitat, sigue demostrando con su hacer que sus demandas -han convocado paros para las próximas semanas- cuentan al menos con el respaldo de su intachable hacer artístico.