All´antica
Viena. 31/05/2019. Wiener Staatsoper. Giordano: Andrea Chénier. Yusif Eyvazov, Anna Netrebko, George Petean y otros. Dir. de escena: Otto Schenk. Dir. musical: Marco Armiliato.
El intensivo sistema de reposiciones de la Staatsoper de Viena depara a menudo carteles atractivos, con algunas de las mejores voces de nuestro tiempo, al lado de producciones ya vetustas, antaño míticas, pero cuyos días de mejor gloria ya quedaron atrás. Es de algún modo el caso de este Andrea Chénier firmado por Otto Schenk y que todos hemos conocido en un momento u otro a través de ese video de 1981, con Nello Santi dirigiendo a Plácido Domingo, Gabriela Benackova y Piero Cappuccilli. En esta ocasión el protagonista era el tenor Yusif Eyvazov, acompañado por su esposa la soprano Anna Netrebko y el barítono George Petean. La producción de Schenk representa hoy un modo un tanto periclitado de concebir el teatro, con un concepto escénico que deposita todos sus activos en la capacidad actoral y comunicativa de los solistas. Los telones pintados del primer cuadro y la escueta y anónima escenografía que centra la escena después no contribuyen de manera específica a ir más allá de una lectura que ni siquiera cabría calificar de literal. El resultado es un espectáculo francamente aburrido, que solo se tiene en pie, insisto, por el buen hacer de los solistas. Afortunadamente hoy parece cada vez más superado este concepto all´antica, donde la ópera del gran repertorio quedaba reducida a las voces de turno, con escaso margen de ensayos y resultados a menudo mejorables.
Yusif Eyvazov abrió la temporada de la Scala hace ya dos años, cantando precisamente la parte de Chénier bajo la batuta de Riccardo Chailly. Lo cierto es que todavía hoy cuesta separar su condición marital de su condición artística y a buen seguro su ascenso a los primeros escenarios de medio mundo no habría sido tan rápido de no compartir su vida personal con quien la comparte. Pero lo cierto es que Eyvazov no deja de hacer méritos para quitarse de encima el sambenito marital de turno. Y es que canta ciertamente bien, muy bien incluso en términos de fraseo e intencionalidad. Es un solista comunicativo, expresivo y convincente en escena. La voz es grande, amplia y sonora, proyectada con facilidad; pero el timbre no es atractivo y eso tiene mal remedio. Eyvazov tampoco termina de tener una emisión del todo homogénea. Pero así las cosas, su Chénier se sostiene y convence, cantado con arrojo y con poesía a partes iguales.
La réplica de Anna Netrebko como Maddalena di Coigny tuvo por lo general un gran refinamiento en sus intervenciones solistas, más allá de ese grave un tanto exagerado y cavernoso, casi masculino, que viene cultivando esta gran soprano rusa, cuyo material ha evolucionado de manera muy notable en el último lustro. Se diría que cantar esta parte no supone la más mínima dificultad para ella, a tenor de la exultante facilidad de su emisión y su desenvoltura en escena. Su gran aria, "La mamma morta", cosechó como era de esperar la ovación más cerrada y extensa de la velada. El barítono George Petean estuvo a punto, no obstante, de "robar" el protagonismo a los dos protagonistas, con una imponente lectura del "Nemico della patria" y una labor sumamente consistente como Carlo Gérard. El plantel de comprimarios, esta vez, dejó bastante que desear.
El maestro italiano Marco Armiliato comandaba el foso y, salvo en el último cuadro, no ofreció un trabajo demasiado refinado. Más bien al contrario, algo envarado y entregado a un sonido grandilocuente y claramente excesivo en decibelios, con una Filarmónica de Viena demasiado brillante, rutilante hasta el exceso. El gran foso abierto de la Staatsoper vienesa no ayuda precisamente a matizar lecturas como estas, un tanto desbocadas.