Buratto LuisaMiller Liceu19A Bofill 

Tres debuts y un adiós

Barcelona. 15/07/19. Gran Teatre del Liceu. Eleonora Buratto (Luisa), Arturo Chacón-Cruz (Rodolfo), Juan Jesús Rodríguez (Miller), Carlo Colombara (Conde Walter), Marco Spotti (Wurm), Sonia Prina (Federica), Gemma Coma-Alabert (Laura), Albert Casals (Aldeano). Dir. de escena: Damiano Michieletto. Dir. musical.: Domingo Hindoyan.

El adiós de Christina Scheppelmann como directora artística del Liceu ha coincidido con unas exitosas y espectaculares funciones de la ópera Luisa Miller de Verdi. Una especie de justicia del destino que ha aunado su despedida o no renovación del contrato, con la puesta en escena de una de las óperas de Verdi menos populares pero con una música extraordinaria a pesar de lo imposible del libreto. Ópera por la que Scheppelmann tiene una vinculación emocional especial, la verdad es que esta obra de transición de los años de galera al Verdi maduro es una ópera que servida con grandes cantantes se transforma en reveladora e irresistible. 

Vaya por delante el respeto al trabajo siempre pulcro y adaptado a la triste situación económica del Liceu, de Scheppelmann, quien siendo irreprochable siempre en las formas quizás se ha echado en falta algo más de personalidad a la hora de escoger producciones y un sello propio que la hubiera definido más allá de la solícita resolución artística. De todas maneras su salida con estas exitosas funciones no hacen más que subrayar un adiós de la mejor manera posible, ¡mucha suerte en Seattle!

En estas funciones del mal llamado segundo reparto, uno apuesta más por la denominación reparto alternativo, se ha contado con el debut rol de la pareja protagonista: la Luisa de la soprano italiana Eleonora Buratto y el Rodolfo del tenor mexicano Arturo Chacón-Cruz, además de la suma de la batuta del venezolano Domingo Hindoyan, debutante en el Liceu con esta ópera. Feliz triple debut pues ya que con la suma de la calidad indiscutible del Miller del barítono español Juan Jesús Rodríguez, estas funciones pasarán al recuerdo del liceísta por la calidad y excelencia de las mismas, una calidad que podría haber sido perfectamente de reparto único en cualquier teatro de primer nivel.

Eleonora Buratto tuvo un inolvidable debut-rol en el Liceu como Mimí en La Bohème, vista la temporada 15/16, que para el firmante ha sido el descubrimiento de la soprano italiana más interesante y talentosa desde la recordada Barbara Frittoli, con permiso de la algo intermitente Maria Agresta. Buratto posee un instrumento brillante, pulido, con cuerpo de lírica plena pero con la suficiente ligereza para abordar la zona aguda, aquí muy exigente sobretodo en su aria di sortita: Lo vidi e’il primo palpito, aria que podría ser perfectamente de la futura Gilda del Rigoletto. Buratto sin embargo posee un caudal potente, redondo y generoso de agudos nacarados con un elegante uso de los reguladores, una articulación clara y un fraseo mórbido que recuerda a fogonazos a la gran Mirella Freni. No pudo tener un debut rol más prometedor pues más allá de puntuales cuidados en las coloraturas del registro agudo, Buratto regaló calidad por los cuatro costados. Generosa en la expresión, su Tu puniscimi…a brani o perfido, tuvo el carisma de una voz que va a dar grandes alegrías a la escuela de canto italiana. Y que decir de su dúo con Miller, o el dúo final con el Rodolfo impetuoso de Chacón-Cruz. Buratto se reafirma como una soprano a seguir y poder disfrutar de su debut como Luisa Miller en el Liceu ha sido una de los grandes aportaciones de Scheppelmann coincidiendo con su adiós de Barcelona. Bravissima Eleonora Buratto!

A su lado, el debut-rol del tenor mexicano Arturo Chacón-Cruz ha sido otro descubrimiento que va mucho más allá de aquel tenor que vino desde Les Arts para salvar una función de Werther en el Liceu en enero del 2017 sustituyendo last minute a un indispuesto Josep Bros. Chacón Cruz posee un instrumento que siendo bastante homogéneo, gana en densidad, caudal y brillo en el tercio agudo. Su encarnación del romántico Rodolfo fue in crescendo, cantando el aria más famosa de la ópera, la icónica Cuando le sere al Placido, de manera pletórica además de gallardo y con toques heroicos en la espectacular stretta: L’ara o l’avello apprestami que ya avanza al futuro Manrico de Il trovatore. Su dúo final con Luisa fue también un dechado de virtudes: calidad expresiva, entrega interpretativa, fraseo encendido y un atractivo timbre que gana en color y densidad con la exigencia lírica del canto. Bravissimo también el Rodolfo de Arturo Chacón-Cruz. Esperamos volverlo a verlo pronto en el Liceu.

El tercer solista en discordia fue el pletórico Miller del barítono español Juan Jesús Rodríguez. Nadie va descubrir ahora la calidad obvia de este gran cantante quien supo mostrar la nobleza de la linea de canto verdiana. Su pasmosa facilidad en el registro agudo, espectacular su agudo final en oppure de la cabaletta: Ah! fu giusto il mío sospetto! La combinó con un canto impoluto, de granítica calidad, sin merma nunca de volumen y excelente proyección. Con un timbre pulposo que regaló con generosidad como en el dúo con Luisa: La filia, vedi, pentita, donde Verdi apunta a esos dúos inolvidables de Rigoletto con Gilda, pero también al Germont de La Traviata. Un placer poder disfrutar de este cantante que junto con Carlos Álvarez suponen nuestros dos barítonos de mayor presencia en escenarios internacionales. Bravo!

 

Buratto ChaconCruz LuisaMiller Liceu19A Bofill

El resto del reparto no desmereció a este trío de primera calidad, con sus sombras: el Walther opaco e inestable de Carlo Colombara quien apareció demasiado justo y en momentos con dificultades que rozaban la linea de la afinación, o luces: el Wurm intachable del bajo italiano Marco Spotti o la siempre profesional y carismática contralto italiana Sonia Prima, una Federica de una extraña dignidad. El dúo de Federica con Rodolfo pareciera el dúo que Verdi hubiera escrito para Rigoletto si hubiera existido un dúo entre el Duque de Mantua y Maddalena. Impecables y sonoros la Laura de la mezzo Gemma Coma-Alabert y el aldeano del tenor Albert Casals, siempre presentes y dignos de papeles de mayor envergadura. Gran trabajo de final de temporada el de Conxita García al frente del coro del Liceu, en una ópera donde el dibujo coral apunta a Il trovatore.

Last but not least el último debutante en el foso del Liceu, el joven e impetuoso director venezolano Domingo Hindoyan quien consiguió hilvanar de manera magnifica esta difícil ópera. Siempre se ha menospreciado de alguna manera Luisa Miller precisamente por ser una especie de ópera-bisagra entre el fin del periodo de galeras y el inicio del gran Verdi que escribirá y estrenará en seguida su trilogía popular. Precisamente en ese carácter anfibio o de transición reside la dificultad de dirigir este título y poder estar a la altura de la creación verdiana.

La ópera tiene una música de calidad excepcional y posee momentos de extrema belleza como si fuera el borrador ópera-viva de los tres titulos que Verdi estrenará a posteriori: Rigoletto, Il Trovatore y La Traviata, con la rara Avis Stiffelio previa a Rigoletto. Hindoyan supo administrar el pulso dramático, incidir en los acentos del fraseo verdiano en las grandes arias, dúos y finales de acto. Atento a los cantantes, supo compensar la herencia belcantista claramente donizettiana en ese final de acto primero que parece una versión verdiana de la Lucia di Lamermoor, pero también supo mostrar la fuerza de la orquestación y dar el punto de dramatismo humano y romántico con maestría en los concertantes y en el dúo-trío final: Piangi, piangi, il tuvo dolore. Un trabajo con el que la orquesta del Liceu brilló con destacados solos en el clarinete, la flauta, y unas cuerdas que fueron ganando en presencia y profundidad dramática.

Algo anecdótica la puesta en escena de Damiano Michieletto. Apostó por una interpretación psicológica que contrapone la infancia e ingenuidad de los protagonistas con unas figuras paternales contradictorias e inestables debido a su posición social en una lucha de clases entre burguesía y aristocracia donde el amor no tiene cabida. Un trabajo de luces correcto y una escenografía desmontable a lo IKEA, para una lectura más bien convencional que no logra salvar un libreto mal explicado sobre el drama de Schiller.

Buratto Rodriguez LuisaMiller Liceu19A Bofill