Bendita tradición
Múnich. 27/07/2019. Bayerische Staatsoper. Wagner: Die Meistersinger von Nürnberg. Daniel Kirch, Sara Jakubiak, Wolfgang Koch, Christof Fischesser, Martin Gantner, Kevin Conners, Allan Clayton y otros. Dir. de escena: David Bösch. Dir. musical: Kirill Petrenko.
Como ya va siendo tradición, el Festival de verano de la Bayerische Staatsoper reserva sus últimos días para un par de representaciones de Los maestros cantores de Núremberg, el emblemático título de Richard Wagner estrenado aquí mismo en 1868. Lo cierto es que desde el estreno en 2016 de esta nueva producción firmada por David Bösch, no hay mes de julio en que no se programen un par de funciones de estos Meistersinger, con el gran aliciente de Kirill Petrenko en el foso. Sucederá lo mismo el año que viene, en 2020, una vez más con el maestro ruso al frente de la dirección musical, completada ya entonces su salida como titular de la Bayerische Staatsoper, dando el relevo al entrante Vladimir Jurowski y con Petrenko consagrado al frente de los Berliner Philharmoniker.
Sea como fuere, en la función que nos ocupa lo más noticiable fue a buen seguro la cancelación de Jonas Kaufmann en la parte de Walther von Stolzing. Cancelación que afecta a las dos representaciones previstas de este título, y que se suma a la anterior cancelación de una de las funciones de Otello, a comienzos de julio. Lo curioso es que Kaufmann sí ha cantado entre tanto un par de galas líricas, e incluso ha grabado en disco el citado Otello verdiano, sin que haya trascendido exactamente a qué responde su ausencia en estos Meistersinger. Sin abundar en los rumores que circulan por los mentideros, apuntando que Kaufmann habría pasado por quirófano para intervenir sus cuerdas vocales, la hipótesis más razonable es que el tenor bávaro no parece estimar que el papel de Walther cuadre especialmente bien con su actual momento vocal. Algo que no es coherente, desde luego, con su anunciada presencia en esta misma producicón el próximo verano, en julio de 2020. Pero lo cierto es que el Stolzing es una parte muy ingrata, más extensa de lo que pudiera parecer y con una escritura que incide una y otra vez en las notas del pasaje. Es un rol que exige lirismo y todo ello termina por hacer de Walther un papel pesado y poco lucido. Así las cosas, cuesta creer que Kaufmann vaya a ser capaz de firmar en otoño su debut con el Paul de Die tote Stadt de Korngold, un personaje de escritura vocal bien aguda e incómoda.
Así las cosas, escuchamos a un esforzado aunque insuficiente Daniel Kirch al cargo de la parte de Walther von Stolzing. A buen seguro no es fácil reemplazar a Jonas Kaufmann en Múnich, su plaza por excelencia, pero lo cierto es que Kirch no posee tampoco las mejores dotes para recrear este papel, ni por su emisión -un tanto sucia- ni por sus medios -claramente limitados en el agudo y de un timbre poco seductor-. Quizá sea una opción más solvente para cantar Siegfried, el papel que más ocupa su agenda, pero en la piel de Walther sonó un tanto bronco e incluso demasiado gamberro y pasota, asumiendo en demasía el perfil de su personaje en la producción de David Bösch, que había tenido un aire más noble anteriormente, en manos de Kaufmann. Más convincente sonó, sin duda, la Eva de Sara Jakubiak, quien estrenó esta producción en 2016. Su voz tiene más peso y contundencia que la de otras sopranos a quien se encomienda este rol a menudo, lo que redunda en una mayor entidad dramática de la parte.
Sin duda el intérprete más entero y sólido de la velada fue Wolfgang Koch, repitiendo una vez más su consumado Hans Sachs. No posee Koch unos medios descollantes, pero sí en cambio una autoridad extraordinaria, desgranando el texto palabra por palabra con una sobresaliente y contrastada intencionalidad. Habrá quien lo niegue, pero lo cierto es que su Sachs va camino de ser histórico, como ya comentamos el pasado abril al hilo de las funciones de Berlín con Barenboim. El Beckmesser de Martin Gantner, aunque un tanto caricaturesco, resulta igualmente ejemplar, en un atinado contraste con el Sachs de Koch, con quien conforma un tándem muy teatral. Del resto del elenco cabe rescatar el fantástico Pogner de Christof Fischesser, una voz en claro ascenso. Convenció, sin arrebatar, el David de Allan Clayton y volvió a sonar con solidez la Magdalene de Okka von der Damerau.
Cada vez que Kirill Petrenko lidera el foso de la Bayerische Staatsoper, es como si abriésemos con él una partitura por vez primera. Revelación incesante lo del maestro ruso en Múnich. Y es que pocas veces se ha escuchado un Wagner tan transparente y minucioso. Optó Petrenko por unos tiempos ágiles, incluso marcados en demasía, en complicidad evidente con sus músicos, que respondían como un solo hombre a sus indicaciones, con virtuosismo descollante. Los Meistersinger de Petrenko nos recuerdan una vez más las dos grandes virtudes de su batuta: lo analítico y lo teatral, siempre de la mano. Su capacidad para crear climax es extraordinaria. Vamos a echar mucho de menos a Petrenko en la Bayerische Staatsoper. Pero que no cunda el pánico: todo apunta a que su presencia está garantizada al menos una vez por temporada, con el nuevo intendente Serge Dorny, quien entre otras cosas habría querido guardar la producción del Anillo firmada por Kriegenburg, para su potencial reposición en años venideros.
