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Uno... dos... ¡y tres!

Madrid. 018/12/19. Teatro Real. Bellini: Il pirata. Dmitry Korchak (Gualtiero). Maria Pia Piscitelli (Imogene). Vladimir Stoyanov (Ernesto). Marin Yonchev (Itulbo). Felipe Bou (Goffredo). María Miró (Adele). Coro Intermezzo. Orquesta Sinfónica de Madrid. Emilio Sagi, dirección de escena. Maurizio Benini, dirección musical.

Il pirata, como buen proscrito, está condenado. Su concepción belliniana es una obra maravillosa, preciosa y significativa de tantas cosas por venir, al mismo tiempo que deudora de lo mejor de sus tiempos inmediatamente pasados. Y está maldita (las funciones de París con Radvanovsky, Tézier, Spyres y Frizza, por cierto, se han cancelado debido a las huelgas en Francia). Hasta las últimas semanas, no había visto una función en la que hubiese salido con un buen sabor de boca, de forma generalizada. Es una partitura tan compleja en lo vocal, que es prácticamente imposible no naufragar, como Gualtiero, en el intento de subirla a escena. Quizá por eso se programe tan poco, por mucho que ahora parezca ser hasta mainstream.

Y entonces ha llegado el Teatro Real y ha echado el resto; porque en Il pirata, - como en todas, supongo - hay que echar el resto sí o sí para mantenerse a flote. Ofreció un primer reparto de altura con Yoncheva y Camarena, que convenció de largo, pero es que le siguió un segundo con Auyanet y Albelo al mismo nivel y... ¡oh entelequia!, ¡resulta que han conseguido un tercer cast también solvente! ¡Tres repartos de envolvente belleza y profesionalidad para dar vida a una obra endiablada! Si programar ópera y organizar repartos tiene algo de quimera, de fantasía e ideales en la creación de sus mimbres, en este caso el Real, con el equipo de Matabosch, han alcanzado la cuadratura del círculo, convirtiendo todo ello en realidad.

Para estas últimas funciones se ha contado con la soprano Maria Pia Piscitelli, quien sustituye a Davinia Rodríguez por enfermedad. La suya es una Imogene más regia y mayestática. De condesa pasa a reina, tanto en sus gestos como en su porte, con una dramatización muy solemne a la que le acompaña una prestación vocal solvente. Una profesional del bel canto, no hay duda, de centro generoso y formas resolutivas, aunque con un timbre algo velado y una tesitura no muy cómoda en sus extremos, así como en las ornamentaciones con las que Bellini trufa su particella. A su lado, el Gualtiero de Dmitry Korchak presentó una preciosa línea de canto, no tan detallada en filigranas como las de sus dos colegas de producción, de bello timbre, con los sobreagudos mermados, recurriendo a falsettone o portamenti, pero con un legato ejemplar y un fraseo atrevido, que ayudaron a crear un protagonista creíble y disfrutable en todos los sentidos. Es algo sobre lo que todos los agentes implicados en la difusión de la ópera deberíamos reflexionar. Ayer resultaba un tanto desolador ver el teatro tan vacío. Nos hemos centrado tanto en sobreexponer al primer cast en todos los medios y focalizar en lo maravillosos que son sus protagonistas - que lo son; que quizá muchos hayan restado enteros a los otros repartos, sin haber sido capaces de hacer ver, también, su gran valor. 

Completaba el terceto protagonista el Ernesto de Vladimir Stoyanov, quien acaba prácticamente de firmar un estupendo Francesco Foscari en Parma y cuyas formas verdianas también empaparon su visión belcantista, un tanto como lo que ya ocurrió en Il pirata de A Coruña con Juan Jesús Rodríguez en el mismo papel. Excelente, de nuevo, la Adele de María Miró y, tras cuatro funciones escuchadas, no del todo suficiente el Goffredo de Felipe Bou e incomprensible en lo musical la elección de Marin Yonchev como Itulbo.

Alabar una vez más la dirección de Maurizio Benini, quien además ha sabido cantar junto a todos los cantantes de los tres repartos, ya saliendo de partida con voces y formas tan distintas en Imogene. Respeta el calor y la tradición y, aunque podrían buscársele detalles (¡Ay ese rallentando de la obertura!), realiza una lectura global de gran factura, embebida de drama, con una maravillosa introducción a la escena final. Excelente el Coro Intermezzo e impactante y bellísima la puesta en escena de Emilio Sagi, con escenografía de Daniel Bianco. Por muchas veces que la vea, la escena final sigue erizándome la piel. Sin duda una producción que debería contar con todos los reconocimientos posibles.

Foto: Javier del Real.