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Lo intimo y lo salvaje

Berlin. 28/05/2016. Philharmonie. Debussy: Ibéria. Ginastera: Concierto para arpa y orquesta. Falla: El sombrero de tres picos. Berliner Philharmoniker. Raquel Lojendio, soprano. Marie-Pierre Langlamet, arpa. Dir. musical: Juanjo Mena.

Recién superados los cincuenta años de edad, con la madurez de tres décadas de trayectoria a sus espaldas y cuajando ya de forma incontestable su hacer en la Filarmónica de la BBC -donde es titular desde 2011-, llegaba este mes para Juanjo Mena -portada de Platea Magazine en mayo- la ocasión que toda batuta espera alguna vez en su vida: la oportunidad de situarse al frente de los Berliner Philharmoniker. Mena llegaba invitado personalmente por Simon Rattle, al frente de un programa cuajado de referencias hispanas, desde la Ibéria de Debussy a El sombrero de tres picos de Falla pasando por el Concierto para arpa y orquesta de Ginastera, nunca antes escuchado en Berlín. Mena se convertía así en el octavo director español en subirse al podio de la Philharmonie berlinesa, tras Joan Lamote de Grignon, Ataúlfo Argenta, Rafael Frühbeck de Burgos, Cristóbal Halffter, Antoni Ros Marbà, Plácido Domingo, Jesús López Cobos y Pablo Heras-Casado.

A decir verdad el concierto fue claramente in crescendo, siendo la obra de Falla el punto álgido, la convergencia de un entendimiento entre batuta y orquesta que a buen seguro ha ido madurando en el transcurso de estos tres conciertos. La obra de Debussy, y en general el impresionismo francés, es quizá el único repertorio en el que Simon Rattle se ha revelado como un conspicuo especialista. No en vano es en este terreno donde se han producido algunas de sus interpretaciones más reconocidas junto a los Berliner Philharmoniker, entre ellas precisamente esta Ibéria del tríptico Imágenes para orquesta de Claude Debussy. A decir verdad no terminó Mena de imprimir un sello propio a esta Ibéria, que sonó no obstante sensual y perfumada, verdadero reflejo de ese singular Oriente que fue España para la intelectualidad francesa en el cambio del siglo XIX. Faltó en todo caso una coloración más iridiscente y sobre todo un desapego mayor entre la pura ejecución y la interpretación propiamente dicha, que tuvo por momentos demasiada rigidez y un regusto un tanto folclorista.

El Concierto para arpa y orquesta de Ginastera es un auténtico hallazgo, una obra fecunda que extrae una sobresaliente expresividad a un orgánico orquestal ciertamente conciso. Estrenada en 1965, fue en origen -una década antes- un encargo de Edna Phillips, arpista de la Orquesta de Philadelphia, que sin embargó ejecutó por vez primera el solista español Nicanor Zabaleta. La arpista Marie-Pierre Langlamet , titular de este instrumento en la Filarmónica de Berlín, es una auténtica virtuosa. Sus manos trenzaron hipnóticas una música fascinante, refinada y poderosa. Los Berliner, aquí infalibles, dispusieron con Mena una recreación de insólita madurez, con igual dosis de pasión y conocimiento. Ciertamente, no podía haber mejor homenaje a Ginastera en Berlín en el centenario de su nacimiento.

Aunque a veces lo parezca, no existe una ley no escrita por la que un director español deba ser un especialista en el repertorio sinfónico hispano. No hay mal que por bien no venga y cabe celebrar que de la mano de Mena se haya estrenado en Berlín el Concierto para arpa y orquesta de Ginastera y que se ponga en valor fuera de nuestras fronteras la obra de un genio absoluto como Manuel de Falla. Es de esperar, no obstante, que en futuras visitas de Mena a Berlín se le de ocasión de ponerse al frente a otros repertorios en los que ha demostrado su valía, sin complejos, como las sinfonías de Tchaikovsky o de Bruckner que ha probado dirigir con maestría. 

En todo caso, lo cierto es que El sombrero de tres picos de Manuel de Falla, en su versión íntegra, estaba ausente de la orquesta berlinesa desde 1967 cuando se interpretó batuta de Rafael Frühbeck de Burgos. Y precisamente esta semana, el día 4 de junio, Rattle retomará el legado de Falla incorporando El retablo de Maese Pedro en uno de sus conciertos con los Berliner. Juanjo Mena, que ha grabado El sombrero de tres picos recientemente con la Filarmónica de la BBC, dispuso en Berlín una versión apasionada y precisa, oscilando entre lo íntimo y lo salvaje. De entrada fue impagable la imagen de los Berliner jaleando con palmas y olés, algo que produjo carcajadas incluso en el aterido público berlinés. Un Juanjo Mena bailongo, al borde del zapateado, espoleaba a la orquesta berlinesa -brillante como ninguna cuando se entrega- como si no hubiera un mañana, como precipitando un desenlace fatal, fatuo, ese que la música de Falla prefigura con maestría. La jota final fue un memorable colofón a un concierto con sabor a celebración, a fiesta sin complejos y con un regusto a ritual consumado.La soprano canaria Raquel Lojendio estuvo intachable en su breve cometido.

Se habla tanto de la consabida Marca España, ¿pero acaso hay mejor muestra de esa Marca España que nuestra producción cultural? Centrándonos tan sólo en la clásica, el capital es inmenso y sobresaliente. Sirva un ejemplo como muestra significativa y elocuente: en el concierto que nos ocupa, entre el público, se encontraban nada menos que los compositores José María Sánchez-Verdú y Mauricio Sotelo, el director Jesús López-Cobos y el infatigable Alfonso Aijón, impulsor de Ibermúsica. Y entre los atriles de la orquesta, el viola Joaquín Riquelme, a quien Mena entregó al final del concierto el ramo de flores que había recibido, en reconocimiento patrio a un talento que a veces brilla más fuera que en nuestra propia casa. En situaciones así queda patente que España debería dejar a un lado sus complejos, todavía hoy un lastre, y pisar fuera de sus fronteras con la seguridad y el aplomo de saberse, por méritos propios, una potencia cultural incontestable.