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EL EFECTO INVERNADERO

Oviedo. 15/11/15. Teatro Campoamor. Mozart: Le Nozze di Figaro.Intérpretes: David Menéndez (Almaviva), Amanda Majeski (Condesa de Almaviva), Ainhoa Garmendia (Susanna), Joan Martín-Royo (Figaro) Roxana Constantinescu (Cherubino). Orquesta sinfónica del Principado de Asturias. Coro de la Ópera de Oviedo. Dirección de escena: Guy Joosten. Director Musical: Benjamin Bayl.

Aunque para la nobleza de la época no fueron más que meros atentados contra el buen gusto lo cierto es que a las obras líricas de la madurez mozartiana les sobran motivos para ser únicas. Don Giovanni por su inclusión de elementos sobrenaturales, La flauta mágica por su espíritu crítico y moralizante y estas Bodas de Fígaro por unos personajes de profundidad psicológica sin precedentes que interactúan entre sí tejiendo una trama plagada de detalles. Presentar esa trama ante el espectador de manera coherente y respetuosa con el libreto debería ser la máxima de cualquier director de escena. Un cargo tan necesario como polémico y que, en estas Bodas ovetenses estuvo ocupado por el belga Guy Joosten.

El veterano regista trajo a las tablas del Campoamor una propuesta de espíritu innovador; muy grata para quien busque unas Bodas diferentes, a la par que tolerable para el aficionado clásico poco dado a los cambios. Para conformar la caja escénica Joosten se sirve del bello diseño de Johannes Leiacker y busca jugar con el simbolismo, bajando a cada acto el techo del escenario en un intento por evocar al espectador la opresión que debía sentirse en la sociedad pre-revolucionaria coetánea a Mozart. Ya en el cuarto acto el recinto de madera y plástico, semejante a un invernadero gigante donde están contenidos los cantantes, acaba destruido víctima de un rayo; es el estallido de la Revolución Francesa y una alegoría a la desintegración de la sociedad anterior.

Todo este simbolismo social pretendido en el decorado y que recuerda un poco al conseguido por Lorca en las paredes de La casa de Bernarda Alba, se antoja para esta ópera un tanto artificioso e innecesario. Artificioso porque precisa demasiadas notas al margen para entenderse; innecesario porque la inspiración de Mozart, al contrario que la de Haydn, nace del individuo y no de la sociedad, siendo este intimismo un material de partida más que capaz de satisfacer por si solo las demandas de cualquier público. Tampoco fueron infrecuentes los anacronismos. Es cierto que estos no debieran existir cuando se busca situar la acción en un tiempo indeterminado. Aun así, hacer que un lienzo del siglo XVII, más o menos, comparta escenario con un número de la revista Vogue y un Don Basilio extrañamente caracterizado como uno de los policías (Hernández o Fernández) de la famosa serie de comics Las aventuras de Tintín no consigue, en mi opinión, más que confundir al espectador.
Pese a todo, y dejando atrás algunas situaciones obscenas que no hicieron sino restar elegancia al resultado final, la versión de Joosten no sólo consigue arrancarnos unas cuantas carcajadas, sino también exponer la obra desde otra perspectiva que, gustos aparte, ha demostrado ser válida y perfectamente funcional.

Ya desde el foso, los primeros compases de la obertura firmada por Benjamin Bayl parecían augurarle a la OSPA una batuta de tiempos más bien rápidos y crescendos razonablemente marcados. Sin embargo, la lectura del director australiano fue perdiendo tensión paulatinamente para alcanzar un sonido que corte historicista que terminó por resultar algo plano. Tampoco terminó por convencer del todo su trabajo a la hora de abordar los múltiples recitativos secos que aderezan la obra. Creemos que una mayor ligereza en estas partes habría no sólo añadido dinamismo a las conversaciones entre personajes, sino también ayudado a preservar esa rima que en ocasiones enlaza las frases recitadas y que, en autores como Mozart, puede llegar a ser incluso pegadiza.

Cualquier boda necesita novios y en Oviedo no iba a ser menos. Así pues, Ainhoa Garmendia encarnó a la joven y vivaz Susanna, la prometida de Fígaro. Su timbre carnoso y agradable, unido a una voz bien dimensionada, permitió a la soprano firmar una Susanna de calidad y que resultó, además, muy desenvuelta escénicamente. Algo por debajo estuvo el Fígaro de Joan Martín-Royo, lleno de intencionalidad y buen hacer pero necesitado de volumen y contundencia, algo que se hace evidente en las páginas más dramáticas de su parte.

David Menéndez, por su parte, estuvo ciertamente acertado interpretando al Conde de Almaviva. Así pues, la visión apasionada que nos brindó el barítono asturiano sentó muy bien al personaje, en el cual fue posible distinguir desde la arrogancia propia de un noble hasta la furia visceral del marido que se cree engañado. Menéndez lució además una voz poderosa y bien timbrada, fácilmente reconocible entre el resto de cantantes masculinos de la noche.
De una gran elegancia, tanto escénica como vocal, resultó la Condesa de Amanda Majeski. No cabe duda de que pese a su corta edad la soprano americana tiene este papel sobradamente estudiado y meditado. De su paso por el Campoamor nos quedamos especialmente con su genial lectura de la famosa “Canzoneta sull'aria” del tercer acto.

“Non so più cosa son, cosa faccio” dice Cherubino en su primera intervención, pero lo cierto es que Roxana Constantinescu si tuvo muy claro que hacía y como interpretaba este papel, tan complejo para el artista como divertido para el público. En lo vocal Constantinescu demostró un gran control sobre el volumen de su emisión y un timbre juvenil; en lo escénico una efectiva vis cómica.

El resto del reparto estuvo sobradamente cubierto gracias al buen hacer de Begoña Albendi, que nos dejó una Marcellina de muy buena factura; Felipe Bou, como un correcto Don Bartolo; Joan Plazaola y Pablo García-López, como Don Basilio y Don Curzio respectivamente, y Elisandra Melián como una Barbarina que no podemos sino tildar de ideal.

Como viene siendo habitual el Coro de la Ópera de Oviedo demostró una presencia vocal y escénica loable, que rezuma trabajo y buen hacer. La formación comienza ahora una nueva etapa en busca de un director que sustituya al actual: Patxi Aizpiri, quien llevaba dirigiendo ejemplarmente el coro desde 2005.

Sólo cabe desde aquí desear suerte al futuro candidato en su trabajo y a la Ópera de Oviedo en su próximo estreno: Il Duca d'Alba de Gaetano Donizetti, que estará presente en las tablas del Campoamor a partir del día 13 de este mismo mes.