Hildur Guđnadóttir: "La oscuridad es un buen lugar para contemplar"
Un Oscar, un Globo de Oro, un Bafta y un Grammy. Es difícil pensar en un mejor palmarés para cualquier compositor. Hildur Guðnadóttir, la responsable de las bandas sonoras de Chernobyl y Joker, los tiene todos. Su música es oscura y desoladora, emocionalmente intensa, nos descoloca mediante sonidos inauditos que nos remiten a paisajes yermos. Con estos antecedentes, la gloria de sus triunfos y la terribilidad de su música, me acerco a nuestra conversación, con cautela, por si alguno de estos elementos hiciera antipático nuestro diálogo. Nada más lejos de la realidad. Guðnadóttir, es una mujer eminentemente dulce, amigable, luminosa que hace de cada frase una mano tendida y de cada inflexión un ejercicio de modestia. Independientemente del tema a tratar, sus palabras nos remiten una y otra vez a su hogar, su familia y sus amigos, una comunidad íntima que parece formar los cimientos de su vida y de su música.
Me atrevería decir que usted ha recibido todos los grandes premios posibles, la lista es impresionante. ¿Cómo está lidiando con este nivel de reconocimiento? ¿Cómo le ha afectado personalmente, pero también en su trabajo como compositora?
Bueno, por supuesto, es muy halagador. Principalmente es estupendo sentir que mi música está llegando a la gente. Es cuando uno tiene una conversación, nos gusta ser escuchados. Eso es maravilloso. Pero personalmente no me importa tanto, nunca busqué demasiado esa atención. Siempre me ha bastado con hacer mis pequeñas cosas en mi pequeña esquina. Y esto ha sido así durante más de veinte años, en los que nadie me conocía. Artísticamente creo que no me ha afectado demasiado porque es algo que nunca he buscado activamente.
Pero bueno, para el trabajo, significa que he generado una confianza para los proyectos en los que participo. Puedo salirme de lo convencional y explorar sonidos que no he escuchado nunca. Esto requiere un nivel de riesgo, de experimentación, y lleva tiempo. En los dos últimos proyectos en los que he participado me han dado esta libertad y confianza, he podido trabajar de un modo muy experimental, incluso en estos tiempos que corren; creo que ese ha sido el principal cambio en mi faceta profesional.
Algunos de sus premios tienen un significado histórico. Es usted, por ejemplo, una de las primeras compositoras que ha ganado un Oscar. En un área, la de la música clásica, que ha sido dominada por hombres tradicionalmente, su trabajo adquiere un significado más allá de la propia obra.
Cuando hago mi trabajo como compositora, solo pienso en los sonidos y en las vías creativas, no estoy pensando en que soy una mujer (ríe). Pero, por supuesto, no se me escapa que este asunto es enormemente importante. El hecho de que, en primer lugar, tengamos las puertas abiertas como mujeres para hacer proyectos musicales y además, para hacerlos con magnitud y alcance, algo que se ha negado a las mujeres tradicionalmente. Creo que es fundamental tener mujeres que sean visibles en la industria, que sean un ejemplo para otras mujeres jóvenes y niñas, que las vean como una posibilidad real de seguir este camino.
Me recuerda por ejemplo lo que pasaba hace años con los doctores. Mi abuela fue una de las primeras doctoras en Islandia. Creo que esto es un poco lo mismo. Llevó décadas, pero ahora a nadie le sorprende ver una mujer doctora. En el mundo de la composición, mucho me temo que está pasando un poco más despacio. Las niñas necesitan saber que pueden hacer esto si quieren. Cuantas más mujeres visibles tengamos más fácil será para ellas. Creo además que en una industria (el cine) que se basa en contar historias, y que probablemente cualquier historia bajo el sol ya se ha contado, necesitamos nuevas voces que cuenten nuevas historias. También en el ámbito de la dirección, he tenido más conversaciones con mujeres directoras en las últimas semanas de las que había tenido en mi vida, hay un cambio real en marcha. Por mi parte es un auténtico honor ser parte de esa conversación y servir para abrir algunas de esas puertas.
Bueno, y usted no solo recibe premios, sino que también otorga premios. Usted ha sido la jueza del concurso musical español Gil Soundtrack Award. ¿Cómo evalúa usted las composiciones de otras personas?
En mi aproximación a composición, no creo que haya música correcta o incorrecta. En realidad, no creo que uno pueda competir en música, la propia idea para mí no tiene demasiado sentido, honestamente. Al final si alguien gana o no es un asunto del gusto del que evalúa. A unos nos gustan las zanahorias y a otros el brócoli.
Pero entonces, ¿cómo evalúa usted? Tendrá algún criterio.
La única manera en la que uno puede evaluar la música es a través de lo que sientes. Preguntarte si te mueve, si te habla, qué te despierta. Estas son las cosas que entran en juego a la hora de hacer una evaluación. Pero sí, creo que hay un aspecto inherentemente positivo en estas competiciones para jóvenes compositores, aunque no crea en la competición en música. Creo que es importante tener algo hacia lo que trabajar, objetivos y oportunidades, escribir para un proyecto al que de otra manera no tendrías acceso. La motivación es muy importante en la práctica artística. Ahí está su principal valor.
Hablemos ahora un poco acerca de su música. Hay en ella, al menos para mí, un sentimiento oscuro, de desolación. Obviamente, en bandas sonoras como Chernobyl o Joker tiene todo el sentido, es el tema de la historia. Pero veo que esto va más allá, atraviesa toda su producción musical. ¿De dónde viene eso? Le puedo decir tras unos minutos de conversación que no casa demasiado con lo que percibo de su personalidad.
(Riendo) Me preguntan eso muchas veces. Me dicen, ¡no es posible que tú hayas escrito esta música! Creo que la respuesta está en de dónde vienes, eso tiene un impacto enorme en lo que eres, en lo que haces. Y en cómo percibes el mundo. Yo vengo de Islandia que, como sabes, está literalmente a oscuras durante la mitad del año. Y luego se ilumina durante la otra mitad. Creo que eso ha tenido más efecto en mí del que nunca creí. Tengo siempre esta tendencia a sumergirme en la oscuridad; la oscuridad es un lugar tan bueno desde el que contemplar... Incluso cuando meditas, cierras tus ojos. Miras hacia dentro y eliminas la influencia exterior, y esto pasa en Islandia durante la mitad del año.
Pero luego cada persona tiene también su lado luminoso, que muestra diario, yo lo tengo. Mi familia está muy contenta de eso, imagínese que tuviera que vivir siempre con este lado oscuro.
Y, ¿cree que hay lugar en su música para esta luz, esta felicidad que usted tiene la vida? ¿O no está interesada en ir en esta dirección?
Creo que sería interesante explorarlo, aunque parece que no ha llegado el momento. Pero encuentro muy interesante que, en películas como Joker, cuando ves estos personajes que uno ve como tan oscuros, tan malvados, hay siempre algunos destellos de bondad. Eso es lo que me gusta explorar, porque incluso aunque mi música tienda a ir a lo oscuro, hay también trazas de esperanzas, se establecen esas conexiones.
Ahora que menciona Joker, hay una pregunta inevitable. La escena de las escaleras que se ha convertido en un icono cultural. ¿Cómo sucedió? ¿Empezó usted con la música y luego se añadió al rodaje o se filmó primero y luego compuso usted su música?
La música nació primero. El director me mandó el guion y me pidió escribir la partitura, meses antes del comienzo del rodaje. Realmente me encantó el guion, conecte con él a un nivel muy profundo y me despertó una gran conexión con lo que este personaje podía estar sintiendo. Pude sentir ese estado de ánimo que no estaba escrito en el guion, para nada. Así que escribí algunas piezas por lo que el guion me hacía sentir. Esa pieza no estaba escrita para ninguna escena en particular. Reflejaba más bien mi sentimiento general a la historia. Y al director le encantó.
Durante el rodaje ponían la música con mucha frecuencia. Y esta escena del baile en las escaleras a la que se refiere, fue una de las primeras escenas que se rodó. En realidad, en el guion original la transformación ocurría directamente. El personaje iba al baño, sujetaba la pistola, se miraba al espejo… y ocurría el cambio. A Joaquín (Phoenix) no le satisfacía un tránsito tan brusco y estaba un poco bloqueado sobre cómo llevar a cabo esa transformación. Así que se puso en contacto conmigo. Le dije, escucha esta música y mira a ver dónde te lleva. Él la escucho y ¡simplemente se puso a bailar! Y fue un momento mágico porque fue exactamente lo que había pensado para este personaje, pero ninguno de nosotros lo había comentado de antemano. Así se creó este momento tan hermoso. Estaba, literalmente, respondiendo a la música.
Qué buena manera de ilustrar el poder de la música para generar sentimientos. Algo que los compositores de la segunda mitad del siglo XX parecían haber olvidado, yendo a aproximaciones más intelectuales, de esas que necesitas el libro de instrucciones para entender. ¿Cree usted que estamos volviendo a la concepción de la música como un generador de sentimientos?
Creo que históricamente los humanos siempre hemos seguido esta dinámica. La música ha hecho siempre estas mismas fluctuaciones, matemática, luego dramática, y luego de vuelta. Todas estas aproximaciones son igual de importantes y válidas, se trata de ir a diferentes lugares para descubrir cómo puedes expresarte. Creo que sí, que estamos actualmente en una de estas fases más dramáticas y seguramente en unos años volvamos otra vez a un periodo más conceptual.
Pero en mi caso en particular, siempre sido una persona de sentimientos. La aproximación estructural y analítica realmente no va conmigo. Porque para mí la música es en realidad una conversación, se trata de con quién hablas, de eso de lo que hablas. Y todo eso se resume en cómo la conversación fluye y cómo se siente. Poner una estructura fuerte a todo eso no funciona, al menos para mí.
Es inevitable, cuando escucho a otros compositores islandeses, como Daníel Bjarnason o Jóhann Jóhannsson, percibir algo en común en todos ustedes. Quizá sea el clima, como nos decía antes, o quizás sea algo artificial que los observadores externos imponemos para categorizar. ¿Se podría hablar de una escuela musical islandesa?
Creo que lo que puede influenciar a la gente en Islandia, aparte del tiempo, claro, es el sentido de comunidad que tenemos, y la falta de competición también. La comunidad es muy pequeña. Yo crecí con Johann Johansson, fuimos muy amigos y colaboradores. Crecimos trabajando juntos con mucha gente, y teniendo conversaciones. Para nosotros la música era una manera de estar con nuestra gente, no había intención de éxito ni de ganar. ¡Creo que ninguno de nosotros podía imaginar que podríamos ganarnos la vida con la música! La música era algo que hacíamos con nuestros amigos. Ese sentimiento de comunidad, de comunicación, creo que es lo que nos ha influenciado a todos.
Hablemos un poco de innovación ahora. Usted toca un instrumento muy extraño, al menos extraño para mí: el halldorophone. ¿Qué le llevó a tocarlo y qué le proporciona un instrumento tan singular?
Es un ejemplo perfecto de lo que acabo de contarle, esto viene exactamente del mismo lugar. El instrumento fue diseñado por un amigo mío cuando yo era adolescente Y pertenecíamos a un grupo en el que todos tocábamos, solo para reunirnos. Él no era músico ni tocaba ningún instrumento, así que se construyó uno propio, una guitarra a la que completamos con un sistema de retroalimentación para hacer estos ruidos, sin que tuviera que saber cómo tocarla. Luego seguimos teniendo conversaciones sobre el instrumento y él continuó desarrollándolo. Decidimos cambiar la base al cello. Lo hizo por mí, porque yo probablemente era la única persona que tenía interés en tocarlo en serio. Nació de una conversación y de la experimentación. Llevamos desarrollándolo más de doce años y es un proceso continuo. Es una conversación lenta que no se para y que probablemente nos acompañará el resto de nuestras vidas, a través de pequeños cambios y ajustes. Y este no es el único, hay algunos otros instrumentos con los que trabajo exactamente de esta manera, colaborando con mis amigos.
Menciona continuamente su comunidad inmediata, el aspecto social de la música. ¿Qué piensa usted el aspecto social de la música a una escala más amplia?
Yo me crié en un ambiente musical, en mi familia eran todos músicos y pasé la infancia atendiendo ensayos y actuaciones. Los amigos de mis padres también eran músicos y tocaban en grupos de cámara. Yo asociaba los instrumentos a personas en particular, la flauta era alguien específico y el chelo también lo era. Así ligué los instrumentos con la personalidad de los que los tocaban. Por eso la música para mí siempre ha tenido más que ver con las personas que la tocan que con los instrumentos; hay tanto de cada uno que se muestra a través del instrumento. Y cuando compongo, hay algunos matices que puedo expresar en la partitura, pero la mayoría solo puedo conocerlos hablando con la persona que la va a tocar, haciendo que esa persona realmente entienda lo que intentas decir. Así que acabo trabajando solo con mis amigos más íntimos y con mi marido que es mi principal colaborador, junto con mi hermano pequeño. Intento mantener la conversación en un espacio cercano.
La música para mí es algo que ocurre sobre una línea emocional tan delgada, que las palabras nunca pueden capturarla del todo. Para poder explicarla completamente tienes que tocarla en comunidad. Como cuando tocas en una banda, que sabes perfectamente donde va a ir la música sin tener que decir una palabra. Y cuanto más se fortalece esta relación personal, más interesante se vuelve. Si has estado haciendo música con alguien durante veinte años, de repente el lenguaje es tan rico... Estoy muy interesada en eso.
Y hay cierta ironía en que usted viva la música como algo para hacer en un espacio cercano, y sin embargo luego su música invade el mundo entero, todos los rincones del planeta.
Le diré que por mi parte eso es muy poco intencionado. Estoy tan enfocada en lo que hago que en muchas ocasiones se me olvida que mi música se escucha en muchos lugares. ¡Me sigue sorprendiendo!
Para terminar, hablemos del futuro. Usted es parte de la historia de la música. Pongámonos mentalmente unos años en el futuro. ¿Cuál le gustaría que fuera su legado?
Si pienso en mí misma en el futuro… me gustaría que mi pasado que sea uno de exploración continua. Continuar con esta curiosidad y motivación. ¡Espero seguir haciéndolo por lo menos otros 50 años! Y si de paso inspiro a alguien más para que también explore y experimente, eso será lo más maravilloso que haya podido dejar.
Foto: Rune Kongsro.