Cuarteto Casals: "El cuarteto de cuerda es una utopía"
A punto de cumplir 25 años desde su creación, en 1997, el Cuarteto Casals se ha posicionado como una de las más formaciones de cámara más prestigiosas a nivel internacional. En sus cuerdas aunan la tradición de grandes como Beethoven, Mozart o Bartók, junto a la nueva creación, a la que siempre dan cabida. Con más de una decena de discos en su haber y habiedo recibido el Premio Nacional de Música y el Premi Nacional de Cultura de Catalunya, este mes de agosto acudirán al Festival Bal y Gay de Foz y a la Schubertiada a Vilabertran. Hablamos con ellosde estas citas, así como de su visión de la música y el cuarteto de cámara.
¿En qué momento vital, artístico, anímico se encuentran, como formación, tras todo el parón del coronavirus?
Abel. El parón del coronavirus nos pilló en plena actividad frenética de trabajo, puesto que veníamos de tocar la integral Beethoven en Colombia con 12 conciertos y continuábamos con la integral más los seis estrenos en Flagey (Bruselas) a mediados de marzo, integral de los Mozart en la Boulez Saal de Berlín en mayo, etc. Fue una etapa muy dura, ya que perdimos a nuestra madre en abril por Covid y nuestro padre estuvo ingresado durante todo ese mes. Días y meses muy duros.
Como cuarteto, hicimos un parón de seis meses, cosa inaudita en nuestra historia desde nuestros principios en el 1997… Volvimos a tocar nuestro primer concierto a finales de agosto 2020 en Vilabertran. La verdad es que, después de esta etapa tan dura, hemos vuelto a valorar lo privilegiados que somos de volver a tocar conciertos ya que los afrontamos con más ilusión que antes y también percibimos al público mucho mas receptivo y atento que antes. También nos hemos adaptado a la sensación de que todo puede variar en el último instante. Los planes del calendario pueden siempre verse afectados y uno aprende también de esta indefinición crónica. El lado positivo es que hemos podido estar mucho más al lado de nuestras familias respectivas y aprender de la música de otra manera, más alejados de los escenarios.
Durante los meses de parón se habló y se habla mucho de que es el momento idóneo para la música de “pequeño formato”, para las agrupaciones de cámara. ¿Cómo lo ven ustedes? De ser así, ¿se mantendrá en el tiempo?
Arnau. Si es cierto que es mas fácil contratar un grupo de cámara en estos tiempos dadas las dificultades de viaje y organización de las giras para grandes orquestas…. De todos modos, como cuarteto también hemos sufrido bastantes aplazamientos y cancelaciones.
¿Tiene la música de cámara el reconocimiento que se merece por parte de programadores y público en España?
Jonathan. Es verdad que, históricamente, la música de cámara no tenía la misma trascendencia que el repertorio orquestal o operístico, pero en las últimas décadas la percepción de la música de cámara ha empezado a cambiar en España. Gracias a los grandes ciclos en Madrid y Barcelona y a las sociedades en ciudades como Bilbao o Alicante, por ejemplo y los festivales de verano en Granada o Vilabertran, se ve ahora cómo el público aprecia este repertorio y su importancia en la historia de la música. Los cuartetos de Haydn, Mozart, Beethoven, Brahms y Bartók son imprescindibles para entender el alma musical de estos compositores.
De hecho, durante este mes de agosto participarán en el Festival Bal y Gay de Foz y en la Schubertiada a Vilabertran. ¿Qué nos tienen preparado?
Vera. Tanto en Bal y Gay como en la Schubertiada tocaremos el mismo programa: el Cuarteto en re menor de Mozart, un estreno de Daahoud Salim, compositor español, joven, que nos ha dedicado un cuarteto, Variaciones sobre una plaza en silencio y azoteas alegres y, finalmente, el Cuarteto nº11 de Shostakovich. Un programa muy contrastante, como nos gusta hacer.
"La música sinfónica es como ir al cine y la de cámara como ir al teatro"
¿Cómo ven ustedes a los nuevos creadores y creadoras frente al cuarteto de cámara? ¿Es quizá un buen comienzo para sus carreras?
Vera. Hay que decir que, en lo que se refiere a obras para cuarteto de cuerda, no era de lo primero que los grandes compositores solían hacer. Si vemos un poco la historia de la música, ni Haydn, ni Mozart, ni Beethoven, ni Brahms… ninguno escribió cuartetos de cuerda, por lo general, entre sus primeras obras. Sí que utilizaron el cuarteto de cuerda como vehículo para innovar, probar cosas nuevas que podían trasladar después a composiciones más grandes, como sus sinfonías. Como hay tantas obras maestras entre los cuartetos de cuerda, nos encontramos con muchos compositores jóvenes que le tienen muchísimo respeto a esta formación… y prefieren esperar un poco a entrar en este mundo. Lo que está claro es que, hoy en día, no es fácil para los nuevos compositores darse a conocer, que toquen sus obras… por eso nos gusta incluir piezas contemporáneas y dar visibilidad a estos nuevos nombres.
¿Cómo es, en concreto, la nueva obra de Salim? El título parece trasladarnos, claramente, a estos meses de atrás… ¿es una obra, quizá, de reconciliación con nosotros mismos? ¿de reflexión?
Jonathan. La obra de Daahoud Salim que estrenamos este verano en Foz y Vilabertran es muy sugestiva, con texturas transparentes, mucha fantasía y armonías evocativas que nos transportan a una plaza en el sur. Diría que proviene más de la tradición de Debussy o Ravel que de Schoenberg y Webern. Más que las posibilidades contrapuntísticas del cuarteto, explota las armonías y colores de los instrumentos.
¿La música puede realmente abrirnos un camino, una visión de futuro… incluso en los momentos más difíciles? ¿O es una utopía?
Jonathan. Hablo concretamente del cuarteto de cuerda: es en sí una utopía: un diálogo entre cuatro iguales en el que cada uno tiene su propia voz, pero a la vez actúa dentro del marco de una mirada colectiva. También, emocionalmente, las obras son una utopía, un viaje al interior que explora toda la gama de emociones humanas. Nosotros los músicos podemos ofrecer esta experiencia en la sala de conciertos o en un disco, pero a dónde va cada uno de los oyentes con esta pequeña experiencia paradisíaca nunca lo sabremos, quizá ni el propio oyente sea consciente del efecto que ha tenido la música en él...
Ustedes suelen realizar programas muy elaborados, diferentes, variados. ¿Cómo es el proceso de selección y combinación de obras/autores?
Vera. Es un compendio de direcciones. Por un lado, tienen que ser obras que a nosotros nos gusten mucho y nos convenzan. Si a uno no nos gusta, no lo tocamos. Hay muchas obras para interpretar y si a alguno no nos termina de convencer, preferimos no tocarla. Luego, claro, están los programadores, que a veces piden unas temáticas muy específicas por la cuestión que sea, y después también están las obras que grabamos para Harmonia Mundi, que nos gusta ponerlas en programa. ¡Es como un sudoku! (risas). La base, desde luego, es que las obras nos gusten a los cuatro. Desde ahí, buscamos contrastar, que presenten estilos diferentes, como haremos este verano con Mozart y Shostakovich.
¿Y respecto a las nuevas composiciones? Por lo general, ¿cómo deciden cuáles estrenar?
Arnau. Nosotros tenemos dos políticas en cuanto a las obras modernas o contemporáneas… si las obras están ya escritas solemos elegirlas por su calidad o inspiración. Si se trata de encargos y estrenos, nos ponemos en manos del compositor que nos ha gustado por sus obras precedentes. A pesar de todo, un encargo siempre es una sorpresa, nunca sabes con certeza qué tal va a sonar.
"¡Ojalá los políticos hicieran cuarteto de cuerda como terapia!"
La programación de cámara en nuestro país… para ustedes, ¿adolece de tanta falta de imaginación como la sinfónica? ¿Al contrario?
Vera. Yo diría que, si miramos atrás en el tiempo, hasta el parón de la pandemia, estábamos en un muy buen camino. No sólo en cuanto a agrupaciones camerísticas en España se refiere, que cada vez hay más y de mayor calidad, sino que también se está formando un público especializado en música de cámara, algo que faltaba en nuestro país. Estaba el sinfónico, el operístico o el del Lied, pero el de cámara, yo creo, se está creando ahora. De nuevo es una conjunción de elementos: si hay público, los programadores se animan más a programar y si se programa más, habrá más público… ¿Quién empieza? Esto es como el huevo o la gallina (risas). De hecho, creo que lo que ayuda mucho es que haya músicos españoles formando parte de agrupaciones de cámara. También nosotros somos profesores y creo que los alumnos ven que esto es una formación y una profesión muy bonita, estable, con relevancia internacional… eso anima.
Y desde luego, siento que ustedes son una de esas agrupaciones imprescindibles en nuestro país para que la música de cámara llegue a más público. Por lo general, ¿la música de cámara da más respeto al público?
Vera. ¡Nosotros y muchos otros más! Bueno, la música de cámara, digamos, no es tan fácil. Si alguien no es músico, quizá sea más fácil ir a escuchar una sinfonía de Brahms o Beethoven. Hay más movimiento en el escenario, con más músicos… es más entendible. ¡No digo que sea algo peor! Es, simplemente, como ir al cine o ir al teatro. Esa es la diferencia entre la música sinfónica y la música de cámara.
Como sociedad, ¿qué nos enseña la música de cámara?
Abel. Más que la música de cámara, es la vida dentro de un cuarteto de cuerda durante muchos años la que enseña muchos aspectos que podrían ser un ejemplo para la sociedad. El saber respetar a tu compañero, a pesar de las discrepancias ideológicas o artísticas que puedan surgir. Toda decisión dentro de un cuarteto es sometida a voto entre los cuatro miembros y, si uno no está de acuerdo, se respeta su veto, si lo hay, por ejemplo. La construcción de una obra es también la fusión de los cuatro ángulos o puntos de vista que aportamos de forma por igual. En los ensayos, los cuatro miembros tienen el mismo derecho a proponer sus ideas o su forma de ensayar, puesto que los cuatro disponen del mismo tiempo para hablar y liderar el ensayo. Creo que nuestro “Parlamento” particular funciona mucho mejor que el Congreso de los Diputados. ¡Ojalá los políticos hicieran cuarteto de cuerda como terapia!
Hay que decir también que, después de 24 años tocando juntos, muchas cosas ya no las tenemos que trabajar, salen automáticamente por sí solas ya que después de tanto tiempo hemos creado nuestro propio instrumento. Y eso es algo que se agradece después de tanto esfuerzo en común. El cuarteto ha sido una escuela de música y de la vida para los cuatro miembros.
Foto: David Ruano.