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Jaime Martín, director de orquesta: ‘En la música nada es cuestión de blanco o negro’

El santanderino Jaime Martín (1965) es uno de los directores españoles más solicitados. Nuevo titular de la Melbourne Symphony, ha renovado también hasta 2027 su compromiso con Los Angeles Chamber Orchestra, al tiempo que finiquita sus titularidades en Irlanda y Suecia. Y a todo ello suma su cargo como principal director invitado de la Orquesta Nacional de España. Aprovechando su último paso por Madrid, conversamos con él sobre su actual agenda y recapitulamos su trayectoria.  

Su agenda internacional, de un par de años a esta parte, se podría decir que ha explotado, sumando Melbourne a sus compromisos ya establecidos en Los Ángeles, Suecia e Irlanda. ¿Cómo hace para compatibilizar la titularidad en cuatro orquestas de cuatro países distintos?

Bueno, debo aclarar que en realidad no se trata de cuatro sino de dos. Y me explico. Mi contrato en Gävle terminó el año pasado pero me pidieron prorrogarlo por un año, a causa de la pandemia, para poder terminar mi compromiso con ellos con conciertos con público, después de ocho años de colaboración. En Irlanda me sucede algo semejante: yo terminaba contrato allí este año pero me han pedido una temporada más, para poder cerrar mi vínculo con ellos de una manera más normal. En Los Ángeles he renovado el contrato ahora hasta 2027 y en febrero 2022 empezaré mi relación con Melbourne. Por otro lado, Los Ángeles y Melbourne están muy bien conectados y en términos de agenda es posible aprovechar el viaje hacia allá desde Europa. En cualquier caso, y así las cosas, el año más complicado va a ser el siguiente, donde sí tendré que compatibilizarlas todas, junto con el resto de invitaciones de otras orquestas.

¿Y cómo se explica esta proyección internacional? Realmente es el único director español, junto con Gustavo Gimeno, con titularidades importantes fuera de España.

A mí me hace tremendamente feliz una carrera como la de Gustavo Gimeno, con dos titularidades tan importantes como Toronto y Luxemburgo. Como músico español, es algo que me enorgullece. Y respecto a mi caso, yo no puedo hablar de mí mismo (risas) pero lo cierto es que son muchos los directores españoles que trabajan habitualmente en Europa y en Estados Unidos. Creo que vivimos un momento de enorme proyección de nuestros músicos, a muchos niveles.

En el caso de sus titularidades, se trata en cualquier caso de orquestas muy diversas. En Los Ángeles hablamos de una orquesta de cámara, Melbourne es una gran orquesta sinfónica al uso...Y entiendo que los proyectos en Suecia y en Irlanda también tenían sus particularidades.

Sí, así es, y por eso acepté cada una de estas titularidades, porque todas me aportaban algo distinto y enriquecedor. Y es sobre todo el equilibrio ideal de cara a los próximos años, cuando tan solo tendré que compatibilizar Los Ángeles y Melbourne. Me parece muy oportuno poder trabajar con una formación de cámara tan excelsa como Los Angeles Chamber Orchestra y al mismo tiempo tener un vínculo a largo plazo con una orquesta internacional, de gran repertorio, como la de Melbourne. Esto me permite explorar repertorios distintos y resulta tremendamente enriquecedor.

A estos compromisos mencionados se suma su papel como principal director invitado de la Orquesta Nacional de España. ¿Qué lleva aparejado este compromiso con la ONE?

Mi compromiso como principal director invitado de la Orquesta Nacional de España comenzará el próximo año. Ahora acabo de estar con ellos trabajando una semana. Y si no recuerdo mal serán tres semanas con la ONE en la temporada 22/23. 

¿Esto es un primer paso hacia un compromiso más estable y duradero con la ONE, pensando en el día que haya que buscar un sucesor para Afkham?

No estoy autorizado a comentar eso (risas). Estoy bromeando, que yo sepa no hay sobre la mesa nada más que esta invitación, que es todo un honor y que supone para mí una gran responsabilidad. El entendimiento con los músicos es franco y directo, creo que podemos trabajar muy bien juntos.

Desde su experiencia, habiendo trabajado con tantas orquestas nacionales e internacionales, ¿cuál diría que es ahora mismo la salud del panorama sinfónico español?

Las cosas han cambiado mucho desde la época en que yo era estudiante. Recuerdo cuando yo venía a Madrid con quince o dieciséis años, para tener clases en el conservatorio de Madrid. En aquella época veíamos a las orquestas extranjeras como algo extraordinario y fascinante, como algo ajeno en realidad. Por suerte se ha trabajado mucho y muy bien, a muchos niveles, y hoy en día estamos al mismo nivel. Un ejemplo muy claro de la salud musical de España es ver el enorme número de jóvenes españoles que son miembros de las grandes orquestas juveniles como la Orquesta de la Unión Europea o la Gustav Mahler. Cuando yo era estudiante, éramos tres los españoles en la Orquesta de la Unión Europea, cuando ahora los músicos de nuestro país representan un tercio en este tipo de formaciones. Son datos muy elocuentes y creo que el futuro de nuestras orquestas está más que garantizado.

Mencionaba ahora sus años de juventud. Para quien desconozca su trayectoria, me gustaría recapitularla brevemente. Es bien sabido que lleva apenas una década en activo como director, tras una imponente trayectoria profesional como flautista. 

Mi salto a la dirección de orquesta ha sido un proceso muy orgánico. Mi primer contacto con la dirección lo tuve siendo todavía un estudiante de flauta en la Haya, cuando asistí a clases de dirección. Pero entonces no me animé a seguir ese camino, simplemente porque tuve la enorme suerte, desde muy pronto, de tocar en grandes orquestas con directores fantásticos. He sido tremendamente afortunado en este sentido y seguramente esa ha sido mi mejor escuela de dirección. 

Lo cierto es que dejé London Philharmonic, la última orquesta donde fui primer flauta, hace apenas nueve años. Y esto fue cuando me ofrecieron la titularidad en Gävle, en Suecia. Y mi primer concierto como director profesional había sido tres años antes, en Santander, con la Orquesta de Cadaqués, en 2008. Yo entonces tenía mi trabajo en Londres, en la English National Opera y colaboraba con la Chamber Orchestra of Europe. Mi actividad como director aparece como una posibilidad cuando doy el salto a London Philharmonic. Dirigí un concierto al frente de la orquesta del Royal Collage, donde yo era profesor de flauta, y un agente local me propuso llevarme para ver si me salían algunos compromisos como director. Y ahí empezó todo. 

De ahí salieron mis primeros compromisos: Iris Chamber Orchestra, Capitole de Toulouse, Lyon... y entre ellas hice Gävle, en Suecia. Después de trabajar con ellos por primera vez me ofrecieron ser su director titular, lo que fue todo un shock para mí. Era algo que no estaba en mis planes, ni en mis mejores sueños. Y a partir de ahí todo fue cogiendo forma de manera muy natural. Nunca hubo un momento en el que yo me dijese "voy a dejar la flauta y voy a empezar a trabajar como director". En absoluto, simplemente pasó... fue una transición natural. 

De los muchos directores con los que ha podido trabajar, ¿alguno le ha dejado una huella especial en su manera de entender la dirección de orquesta?

Muchos... o todos en realidad. Creo que todo lo que nos pasa, todas las personas que pasan por nuestra vida nos dejan una huella u otra. Pero sí, hay algunos que destacaría de manera especial. Sin duda Claudio Abbado, en primer lugar. Mi primer concierto con la Orquesta de Jóvenes de la Comunidad Europea fue Gurrelieder en la Philharmonie de Berlín, con Jessye Norman, Brigitte Fassbaender, Philippe Langridge... Tenía a Jessye Norman a dos metros de mí y Abbado en el podio. Imagínese la impresión que eso causó en mí, a los veinte años de edad. Eso es tocar el cielo. 

La siguiente gira con esa orquesta fue en la India con Zubin Mehta, con quien también actuamos en España. Trabajar con batutas de este nivel es algo bastante normal para los jóvenes españoles de hoy en día, pero en aquel entonces era algo totalmente nuevo e inédito. Yo lo vivía como una fiesta, me tenía que pellizcar para creerlo.

Durante un año fue flautista en la orquesta de La Haya y tuvimos a Yevgueni Svetlanov como titular. Me fascinó trabajar con él. Su gesto era minimalista pero daba una enorme seguridad y era un músico de una talla mayúscula.

Después en Londres me ofrecieron ser primer flauta en Royal Philharmonic, en los años de Daniele Gatti como titular y fueron días gloriosos, es una batuta extraordinaria. En aquellos años también fui primer flauta en St. Martin in the Fields, donde estuve unos dieciocho años, trabajando estrechamente con Sir Neville Marriner. Con Vladimir Jurowski hicimos grandes cosas también, con la London Philharmonic.

Y un momento glorioso para mí fue trabajar durante casi quince años con Chamber Orchestra of Europe. Cada mes de junio íbamos a Graz para tocar concietos y grabar con Harnoncourt. Hacer el gran repertorio con él, año tras año, fue algo increíble, inolvidable... 

Menuda nómina de batutas...

Todos ellos directores muy distintos y esa creo que es su mejor lección. En la música se pueden tener puntos de vista muy distintos y todos ellos pueden ser igualmente válidos. En la música nada es cuestión de blanco o negro, nada es definitivo, nada es para siempre. Hay infinitas posibilidades y lo importante es creer en lo que estás haciendo. Este es el gran interés de la música y también su gran lección para la vida.

Durante algunos años dejé Royal Philharmonic y estuve en la English National Opera, por una razón puramente práctica de intentar no viajar tanto y poder ocuparme de mis hijos. Mi mujer es primer fagot en London Symphony y eso hacía complicada nuestra agenda con dos niños pequeños. Trabajar en la ENO me permitía tener un horario más regular y ocuparme de ellos. Fue un compromiso que asumí por razones prácticas pero al final fueron ocho años fascinantes, en los que descubrí un repertorio lírico para mí desconocido: Britten, Janaceck... 

Ahora que menciona la English National Opera, la lírica no está presente en su agenda, si no me equivoco.

Al inicio de mi carrera hice algunas cosas, sí. En la ENO hice El barbero de Sevilla y después Las bodas de Fígaro y La flauta mágica. El problema de la ópera es que exige un mes de trabajo fuera de casa. La primera propuesta que me llegó fuera de Londres era en Sidney y tenía que pasar allí dos meses. Por eso le dije a mi agente que prefería no estar en el mercado de los directores de ópera. Pero ahora estoy en un momento distinto de mi vida y de mi carrera y no me importaría recuperar la ópera para mi agenda, si encontrase el hueco oportuno.

Por último, ¿cuál es su relación actual con el Festival de Santander?

Dejé mi puesto como director artístico hace ya dos años y ahora tengo con ellos una vinculación como asesor. Para mí es muy importante mantener un vínculo así con mi ciudad. Yo soy músico gracias al Festival de Santander, desde que escuché allí un concierto a los ocho años de edad.