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Klaus Mäkelä: “Aspiro a respetar y a ser respetado en torno a la música”

La figura del joven director finlandés Klaus Mäkelä ha supuesto una auténtica revelación en el actual panorama de la música clásica. Por su precocidad pero también por su madurez, su autoridad en el podio le ha valido ya una doble titularidad en la Filarmónica de Oslo y en la Orquesta de París. Se ha convertido también en el primer director en firmar en exclusiva con el sello Decca después de Solti y Chailly. De hecho, hoy ve la luz su primer gran proyecto discográfico, una integral de las sinfonías de Jean Sibelius junto a su orquesta de Oslo. En ocasión de esta novedad discográfica, y en pleno apogeo de su reputación como un valor alza, conversamos con Klaus Mäkelä, quien protagoniza la portada de nuestra edición impresa de abril.

Estos días se publica su primer gran proyecto discográfico, con la integral sinfónica de Jean Sibelius, al frente de la Orquesta Filarmónica de Oslo. De algún modo es un golpe sobre la mesa: "Este soy yo, esta es mi orquesta y así es como interpretamos la música de Sibelius". Se trata además de su primera grabación como director en exclusiva para el sello DECCA. Si no me equivoco, es usted el primer director que ha firmado por este sello en exclusiva tras Sir Georg Solti y Riccardo Chailly, nada menos.

Es realmente emocionante, sí. Siempre he sido un gran amante de las grabaciones, me han acompañado siempre y por supuesto DECCA estuvo ahí presente desde el principio, con tantos y tantos grandes artistas grabando para este sello. No hay que olvidar que publicaron el primer Anillo completo con Sir Georg Solti y la Filarmónica de Viena, un auténtico hito histórico. Por eso es especialmente emotivo empezar mi colaboración discográfica con ellos con esta integral de las sinfonías de Sibelius. Me siento realmente honrado y agradecido con este proyecto.  

¿Cuándo y cómo se decidió llevar al disco esta integral de estas sinfonías de Sibelius?

Desde el comienzo de mi relación con la Orquesta Filarmónica de Oslo, los músicos querían que hiciéramos juntos música de Sibelius, un compositor que no habían interpretado apenas en los años anteriores. Y casi sin proponérnoslo, resultó que para mi primer año como director titular de la orquesta habíamos programado un ciclo todas las sinfonías de Sibelius (risas). Poco después surgió la oportunidad de empezar esta colaboración discográfica con DECCA y ellos también se mostraron muy emocionados con la idea de grabar las sinfonías de Sibelius. De modo que fue algo bastante natural y orgánico, el camino que nos ha llevado hasta tener esta grabación entre las manos. 

Aunque debo decir que la pandemia trastocó bastante los planes. En principio la idea era interpretar todo el ciclo de las sinfonías en concierto y más tarde llevarlo al estudio de grabación. Pero la pandemia nos obligó a empezar con restricciones, sin público y con distancias importantes entre los músicos. Así es como tocamos y grabamos las sinfonías sexta y séptima. Estábamos en enero de 2021, con todo cerrado ahí fuera, y nos dimos cuenta de que el proyecto se iría al traste si esperábamos a poder tocar todas estas sinfonías con público antes de grabarlas. De modo que nos pusimos manos a la obra y aprovechamos esas semanas para avanzar con la grabación. Así, entre finales de enero y comienzos de febrero acometimos la segunda sinfonía. 

Fue una experiencia muy extraña, sabe, porque el confinamiento era entonces bastante severo y no había actividad en las calles, casi nada estaba abierto. De modo que los músicos iban de sus casas al estudio y de nuevo de vuelta a sus casas, y así durante días y días mientras continuó la grabación. Esto nos permitió una inmersión total en el universo de Sibelius y creo que de algún modo se refleja en la grabación.

Más allá de las consabidas siete sinfonías de Sibelius, en esta grabación también han incluido varios fragmentos de la proyectada y controvertida octava sinfonía, que nunca vio la luz.

Así es. Sabe, es interesante porque el ciclo de las sinfonías de Sibelius parece terminar con un interrogante. Él intentó dar forma a una octava sinfonía durante más de diez años. Algunas fuentes incluso apuntan a que la terminó pero, no conforme con el resultado, la quemó. En cualquier caso, en los años noventa se encontraron varios fragmentos de esta octava sinfonía entre los manuscritos de Sibelius y salieron a la luz con la idea de recuperar la partitura, aunque de manera fragmentaria. Son fragmentos realmente breves, pero muy estimulantes. 

Siempre me ha fascinado la evolución en el discurso sinfónico de Sibelius. Partimos de la primera sinfonía, que se mueve todavía en un lenguaje cercano a la tradición alemana, entremezclado con la tradición rusa. Y de ahí en adelante, de la segunda hasta la quinta, traza un estilo propio, una estética muy definida, con una arquitectura orquestal muy reconocible. La sexta y la séptima sinfonías abren finalmente un universo nuevo, algo realmente inédito, quizá explorando un camino muy propio hacia la atonalidad, algo que seguramente hubiera terminado de redondearse con esa hipotética octava sinfonía. Por eso nos pareció tan oportuno grabar estos fragmentos, para iluminar ese interrogante que queda sobre la mesa tras la séptima sinfonía de Sibelius. 

En torno a la tradición interpretativa de las sinfonías de Sibelius, y en línea con su interés por la discografía que ha mencionado antes, ¿se ha sentido especialmente identificado o inspirado por algún ciclo anterior, por alguna batuta en concreto? ¿Tiene algún ciclo de cabecera?

Realmente me fascina esta cuestión de las grabaciones de las sinfonías de Sibelius y sin embargo he tratado de no tenerlas demasiado presentes a la hora de llevar a cabo nuestra propia grabación. En cualquier caso, algunas de mis favoritas son las más tempranas, como el ciclo de Kajanus, a comienzos de los años treinta en Londres. También me fascina el ciclo de Armas Jämefelt, también compositor y quien fuera de hecho el hermano de la esposa de Sibelius. Jämefelt tiene algunas grabaciones realmente interesantes, a partir de retransmisiones por radio desde Estocolmo y Helsinki. Y por supuesto Karajan, quien nos dejó algunas grabaciones de Sibelius realmente impresionantes. También crecí con las grabaciones de Paavo Berglund y Leif Segerstam, que son referenciales.

Continuando con Sibelius, creo que tienen en agenda una gira con la Filarmónica de Oslo, en los meses de mayo y junio, interpretando todas sus sinfonías. 

Así es, tengo muchas ganas de que llegue ese momento. Haremos el ciclo completo con todas las sinfonías de Sibelius en la Elbphilharmonie de Hamburgo y en el Konzerthaus de Viena, a lo largo de tres noches en cada ciudad. Estoy deseando vivir una experiencia tan intensa, una inmersión total en la música de Sibelius. 

¿Tiene ya sobre la mesa algún otro proyecto discográfico con su orquesta de Oslo?

Sí, hemos empezado ya con nuestro próximo proyecto discográfico. No puedo decirle exactamente qué compositor es, pero digamos que se trata de alguien de la antigua Union Soviética y cuyo apellido empieza por “s” (risas). 

Déjeme decirle, bromas aparte, lo honrado que me siento con esta titularidad en Oslo. Realmente son una orquesta extraordinaria, como grupo humano y como profesionales. Cada semana que regreso me hacen sentir como en casa, es algo maravilloso. Es una orquesta rigurosa, honesta, seria, amable… No puedo pedir más, cada programa es una maravillosa experiencia para mí.

Tengo mucha curiosidad acerca de su idea de hacer música desde el podio. Como bien sabe hay una tradición de liderazgo entendido como autoridad, en torno a la labor del director de orquesta, en contraste con una opción que cada vez gana más terreno, la vía de la comunicación y el diálogo, en una búsqueda común con los músicos. Imagino que se identifica mucho más con esta segunda manera de hacer las cosas.

Mi viejo maestro de dirección de orquesta siempre nos daba un consejo: “Ayudar sin molestar”. En eso consiste nuestro trabajo desde el podio. La dirección de orquesta se reduce a comunicación. Comunicación entre los músicos, comunicación hacia la audiencia, comunicación desde la partitura… Lo más importante es entender esto de una manera sincera y honesta, con la mejor voluntad hacia la música y hacia los músicos. Si un director sabe lo que quiere y no se siente inseguro, creo que no hace falta acudir a ningún gesto de autoridad más allá del mero diálogo con los músicos. A nadie le gusta que le traten con autoritarismo, el liderazgo es otra cosa. Es imposible involucrar a un músico en tu idea de una partitura si no le tratas con respeto y con amabilidad. Lograr que un músico de lo mejor de sí mismo pasa precisamente por entender la dificultad de su trabajo, la tensión por la que pasa en cada pasaje, etc. La autoridad es una cosa y el respeto es otra muy distinta. Yo aspiro a respetar y a ser respetado en torno a la música.  Un buen director es un buen músico, esto puede sonar obvio, pero mucha gente no lo piensa así. Un gesto bonito, una buena técnica… a nadie le importan esas cosas si a la hora de hablar de música no hay un discurso convincente. Por esto, un director también tiene que ser un buen psicólogo, en el sentido de identificar las sensaciones de los músicos, las posibilidades de la orquesta con la que está trabajando, etc. Hay que ser flexible, no sirve de nada imponer una visión que va a darse de bruces con la realidad en los atriles. En última instancia el trabajo de un director no consiste en otra cosa que en conseguir que los músicos den lo mejor de sí mismos en cada compás.

Habiendo empezado su carrera como violonchelista, ¿en qué momento descubrió que su gran pasión, su vocación al fin y al cabo, era la dirección de orquesta?

Tengo una historia divertida acerca de esto. Cuando estaba en primer grado en la escuela, con siete años, formé parte del coro de niños de la ópera Carmen, en la Ópera Nacional en Helsinki. Y fue la primera vez que vi a un director en el foso, con su batuta. Me impactó mucho, tengo grabada esa imagen en mi memoria. De alguna manera, creo que en ese momento decidí que quería ser director de orquesta, aunque obviamente es algo ridículo, no se toma una decisión así en un momento como ese (risas). Pero la dirección de orquesta siempre fue una pasión que viajaba conmigo a partir de entonces, cada vez que escuchaba discos y descubría partituras. 

A la edad de doce años, como violonchelista, accedí a la sección joven de la Academia Sibelius. Y allí supe que había una clase para jóvenes directores de orquesta, con el legendario Jurma Panula. Lo que él hacía en esas clases era algo maravilloso, porque de algún modo creía que era posible sembrar la pasión por la dirección de orquesta en una mente tan joven. Dirigir una orquesta puede ser algo muy complejo, pero si empiezas desde tan joven, creces con ello de un modo que te acaba resultando natural. 

Con Panula se formaba cada semana un pequeño ensemble, con estudiantes y profesores tocando juntos. Y teníamos la oportunidad de dirigir ese pequeño ensemble desde el podio, de una manera muy natural, insisto. Y allí aprendí a entender la dirección de orquesta como algo que surge fruto del diálogo y la comunicación con los músicos; no sirve de nada sentirse en posesión de la verdad o de algún poder superior, una autoridad desde la que imponer un punto de vista. Con Jurma Panula aprendí muy pronto que eso no servía para nada, precisamente porque viví de manera cotidiana todo lo contrario. Panula nos decía: “Dirige, dirige… y cuando algo no te convenza, detén a los músicos y dales una instrucción precisa, clara y breve, y sigue adelante… Y así una y otra vez”. Era una manera muy práctica e instintiva de aproximarse a la dirección de orquesta. 

La figura de Jurma Panula es verdaderamente icónica, hay ya varias generaciones de directores finlandeses que han pasado por sus manos. 

Jurma Panula es un pedagogo extraordinario. Es un hombre típicamente finlandés, en el sentido de que habla poco pero dice cosas muy inteligentes, directas, muy atinadas. El trabajo con él, además de ser estupendo por esa pequeña orquesta que le comentaba, tenía un valor añadido porque él siempre grababa las sesiones y nos daba la ocasión de vernos a nosotros mismos dirigiendo. Y no hay nada mejor que verse a uno mismo desde fuera para analizar tus errores y ver dónde puedes mejorar. Era divertido porque muy a menudo no eres consciente de lo que haces en el podio, te dejas llevar y puedes dar indicaciones absolutamente innecesarias e inútiles que solo confunden a los músicos. Por eso su método era tan brillante, porque realmente te enseñaba a dirigir de tal modo que pudieras ayudar sin molestar, como le decía al comienzo.

Actualmente es el director titular de dos orquestas muy diferentes, en Oslo y en París. Se trata además de ciudades, culturas y públicos muy diversos en cada caso. Quizá esa sea la parte más excitante de esta simultaneidad de titularidades. 

Sí, me maravilla tener esta oportunidad. Aprendo mucho de ambas orquestas, siendo tan diferentes. Tengo la impresión de que he tenido que armarme con dos cajas de herramientas distintas para trabajar en cada ciudad, sabe. Es como si me tuviera que desdoblar de algún modo para atender a las necesidades de cada orquesta, en cada momento, y eso es fascinante desde mi punto de vista. Las mismas herramientas que uso en Oslo no funcionarían en París, y viceversa. Y con esto aprendo mucho en cada ensayo. 

Ambas orquestas tienen mucha tradición, mucha personalidad, disponen de auditorios muy distintos, con acústicas diversas, y ciertamente el público en cada ciudad es muy distinto. Pero esa riqueza es lo que hace tan excitante trabajar con ambas orquestas, sobre todo al tener la posibilidad de crear algo propio con ellos, regresando cada semana. Ser director invitado de otras orquestas es algo magnífico, pero cada vez disfruto más de esta posibilidad de crear algo en común, a lo largo del tiempo, con las dos orquestas de París y Oslo.

¿Cuáles serían las características más particulares de cada una de estas dos orquestas?

La Orquesta de París mantiene una gran tradición, un modo de hacer música que se remonta a los tiempos gloriosos del Conservatorio de París. Se percibe un aire especial en su manera de entender la profesión. Son una formación de gran relieve técnico, capaces de resolver con aparente facilidad algunas partituras realmente complicadas, por ejemplo piezas de música contemporánea. Los músicos franceses, por lo general, tienen una gran formación académica y una gran lectura a primera vista de las partituras, son muy precisos y sensibles.

En el caso de Oslo hablamos de una orquesta poderosa, muy poderosa, con un sonido propio, concentrado, profundo. Trabajar con esa sonoridad tan densa y a veces oscura, con ese control tan tremendo de su sonido, es todo un reto y al mismo tiempo es un regalo, porque pocas orquestas tienen a día de hoy un sonido propio y reconocible, como aquí sucede. 

En linea con esto que menciona, tengo la impresión de que tiene una gran concepción del sonido, en el sentido de que tiene muy claro el sonido que quiere obtener. Esto es algo que se advierte por ejemplo en su reciente grabación de Sibelius.

Sí, quizá tenga que ver con mi formación como violonchelista. El sonido es lo primero, es una prioridad sin lugar a dudas. Para mí sería todo un logro que cada orquesta tuviera un sonido identificable, como sucedía tiempo atrás con muchas de las grandes formaciones, algunas verdaderamente históricas y famosas por su sonido precisamente, como la Orquesta de Cleveland, la Orquesta del Concertgebouw… Un sonido consistente, acabado, reconocible en una grabación con apenas unos segundos. Hoy en día muchas orquestas han cedido a la tentación de una especie de ‘sonido internacional’ y son irreconocibles. 

Volviendo a Sibelius, le confieso que es uno de los compositores que más me fascinan, por su inacabable modernidad, por su emotividad tan genuina. Desde su punto de vista, ¿por qué es quizá, hoy más que nunca, un compositor de plena actualidad? 

En mi caso, siendo finlandés, es evidente que la música de Sibelius significa algo muy especial. Crecí escuchando su música desde muy pequeño, allí es un compositor muy popular, incluso más allá del mundo de la música clásica como tal.

Creo que logró construir un estilo tremendamente personal, muy honesto, directo, de algún modo sencillo pero a la vez elaborado, con una sonoridad realmente innovadora. Y como le decía antes, resulta fascinante ver cómo evoluciona su estilo a lo largo de todo el ciclo sinfónico. Con pocos compositores se tiene la impresión de evolucionar, como oyente, al mismo tiempo que la música evoluciona. 

Algo que me fascina de Sibelius es su arquitectura, su concisión. En ocasiones hay autores tremendamente inspirados, con temas muy emotivos, pero que extienden una misma idea durante minutos y minutos, sin ir más allá de lo obvio. Eso nunca pasa con Sibelius, todo está en el lugar exacto y tiene la duración justa y precisa. Es música de una rica austeridad, por decirlo de algún modo.

Está también bastante vinculado con la música contemporánea. De hecho, ha estrenado piezas de autores como Unsuk Chin, Kaija Saariaho, Jörg Widmann… Es fascinante ver a un director joven comprometido con la música de su tiempo.

Creo que esta es mi responsabilidad. Me encanta la música de los siglos anteriores, pero evidentemente esa música también fue música contemporánea en su día. No podemos aspirar a que haya un repertorio si no le damos una oportunidad a la música que se hace hoy en día.

Dado lo vertiginoso y relativamente corto de su trayectoria profesional, impresiona la curiosidad y apertura con la que se ha entregado a un repertorio amplísimo. Da la grata impresión de no tener miedo o reparos, tenga la edad que tenga. A veces se escucha, entre colegas músicos, que es imposible dirigir un buen Bruckner o un buen Mahler, por ejemplo, hasta no ser un director maduro. Supongo que no está de acuerdo con esto.

Cuando empecé a dirigir me di cuenta de que una de las mejores cosas de esta profesión era tener a disposición toda la música del mundo, algo que no sucedía cuando era violonchelista. Cualquier parcela del repertorio es infinita. Y con el paso del tiempo se puede profundizar más y más en cualquier obra. Esa es la magia de la música, de algún modo no termina nunca.

Por supuesto, hay piezas y autores que quizá tenga más sentido dirigir más adelante, una vez haya pasado por otras partituras. Cada vez que abro una obra me encuentro con decenas y decenas de preguntas e intento darles respuesta. Pero aquellas obras en las que tengo más preguntas que respuestas, las dejo para más adelante.

Foto: © Marco Borggreve