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Manuel Gómez Ruiz: "El arte verdadero es el que tiene una razón social"

El tenor grancanario presenta su nuevo álbum, dedicado al compositor Joaquín García, de quien rescata algunas de sus mejores piezas, escritas para la Catedral de Las Palmas de Gran Canaria. Junto a una formación de experimentados músicos historicistas, reunidos para la ocasión, hablamos con Gómez Ruiz de todo ello, así como del arte en general y de su compromiso con la sociedad a través de este. 

¿Quién es, a grandes rasgos, Joaquín García?

Joaquín García fue un compositor, organista, violinista valenciano que, con muy temprana edad, 26 años, y recomendado por sus maestros, vino a Canarias para sustituir a Diego Durón, hermanastro de Sebastián Durón, en la Catedral de Las Palmas de Gran Canaria, como Maestro de Capilla

Diego Durón, por su parte, era también un grandísimo compositor, con cientos de obras. Lo que ocurre es que, en aquella época, cuando uno aceptaba un puesto como el de Maestro de Capilla, aquí en Canarias, sabía que era un poco  un exilio cultural, desgraciadamente. Estos puestos eran de por vida. Durón lo fue hasta que se murió y Joaquín García llegó con 26 añitos y ejerció hasta su muerte en 1779, durante más de 40 años. Lo cierto es que las condiciones de trabajo eran muy buenas, ya que para asumir el cargo no hacía falta ser clérigo, además la Diócesis ofrecía buenos sueldos para animar a grandes compositores a venir hasta Canarias.

¿Cómo fue su trabajo en la Catedral de Las Palmas?

Joaquín García llegó para modernizar las formas. En todas las cartas a las que he podido acceder de aquella época, se hace evidente que tuvo muchos encontronazos con los músicos de la Capilla de Santa Ana. Éstos estaban acostumbrados a Durón, su música y modos; y García tenía otra energía, otra fuerza; un estilo compositivo renovador, contemporáneo a la España y Europa del momento.

En su contrato estaba estipulado el número de obras que tenía que componer al año para las distintas festividades del calendario litúrgigo: Corpus, Santa Ana...  Y al estar tantísimos años en el puesto dejó una inmensa colección de villancicos, corales y cantadas.

¿Y cómo ha llegado usted a García?

Lothar Siemens, musicólogo con raíces alemanas, pero canario como el que más, publicó en 1989, por primera vez, 14 Villancicos y Cantadas de Joaquín García, gracias también a las Jornadas de Didáctica de la Música y Musicología de Cuenca. Por otro lado, una de las pioneras de la musicología en España, Lola de la Torre, fue la primera que recayó en el tesoro que había en el Archivo Diocesano creando el primer y único catálogo del archivo musical. La labor de su vida fue ordenar las miles de partituras que se compusieron para la Catedral de Las Palmas a lo largo de tres siglos.

Esas son mis primeras referencias. Cuando llegaron a mis manos las partituras publicadas por Siemens, en la introducción se hacía referencia a que Joaquín García llegó a escribir cerca de 600 obras. De ellas, sólo una treintena estaban editadas. ¡Eso no podía ser! (Risas). Evidentemente, yo no soy el descubridor de García; de hecho, hay varios discos que recogen músicas suyas. Pero sí que he rescatado algunas de las que quedan por ver la luz. Obras inéditas que no habían sido transcritas, editadas o grabadas.

¿Cómo ha seleccionado las seis que se presentan en el disco?

Fue un reto, porque en el catálogo que dejó Lola de la Torre sólo ponía “voz sola”… muy fácil no me lo dejó… (Risas). Fui investigando con todas ellas, las que se adaptaban a la voz de tenor y, en un principio, comencé con las que llevan acompañamiento de cuerda, ¡pero claro! Enseguida vi que las había también con oboe, con trompa… ¡y la trompa y el tenor siempre han casado muy bien!

Dado que el tenor del Barroco español es un tenor casi abaritonado, más grave, fui también escogiendo por tesitura. La misión del tenor entonces era esa, “tenere”, mantener la armonía y el balance. Seleccioné las que no fueran demasiado graves, porque al estar la afinación a 415, son aún más graves para hoy en día… y finalmente cogí aquellas que abarcaran toda la cronología compositiva de Joaquín García en Las Palmas. Hay una de los primeros años aquí y la última es de tres o cuatro años antes de su muerte.

¿Cómo son, a grandes rasgos, estas cantadas?

No son cantadas al uso, como pueden ser, por ejemplo, las de Telemann. Son cantadas sencillas, con recitativo y aria. Excepto la primera de ellas, Vuele en alas de mi voz, de estilo más arcaico, donde García añade una introducción.

Le acompaña la agrupación Flamma Ensemble, ¿lo ha reunido usted?

Efectivamente, es un grupo de destacados especialistas internacionales en la interpretación de música antigua con instrumentos originales de época y criterios históricos, que reuní yo mismo para este proyecto y con los cuales espero realizar más programas y proyectos. Verá que son asiduos a grandes temporadas de conciertos y formaciones de música antigua.

¿Cómo ha sido el trabajo con ellos?

Ha sido reto complicado, pero muy satisfactorio. Todas las piezas eran estrenos en tiempos modernos, y muy pocos de nosotros conocíamos a Joaquín García y su obra. Sí habíamos intepretado obras del barroco español, así que el lenguaje no era totalmente ajeno. Tuvimos el tiempo para trabajar las obras en profundidad de forma consensuada, haciendo música de cámara, buscando un diálogo musical contínuo, donde cada uno aportaba algo a la interpretación. Estoy muy contento con el resultado de nuestro trabajo.

¿Prestamos la atención debida al patrimonio musical de Las Palmas y de Canarias?

Creo que no. Es muy dificil prestar atención a un patrimonio que no se ve, sólo se escucha. Porque los resultados son efímeros. Históricamente el patrimonio musical de Canarias está ligado a la Iglesia, y políticamente no resulta atractivo rescatarlo. Pero no hay que olvidar que su recuperación es esencial para saber de donde venimos culturalmente. Con este trabajo reivindico la figura de Joaquín García y su música, pero también el camino y la historia musical de Canarias. Una vez desintegrada la capilla de la catedral a mediados del S. XIX, sus músicos formaron la orquesta de la Sociedad Filarmónica de Las Palmas, que en los años ochenta del S.XX se transformó en la acual Orquesta Filarmónica de Gran Canaria.

El disco se llama “Arda mi afecto”. ¿Dónde reside el afecto musical de Manuel Gómez Ruiz en estos momentos?

Mi afecto está en proyectos que me motiven musicalmente. Proyectos donde pueda evolucionar y aportar como artista, donde pueda crecer, proyectos que me inspiren, ahí arde mi afecto.

Me ha costado tiempo averiguar lo que quiero hacer como intérprete y qué me hace feliz en la profesión. Tras la época de estudiante uno siente un vacío grande, un abismo, y acepta ofertas y proyecto por inercia, por medio existencial, por seguir la corriente, pero sin pararse a reflexionar, que es lo que quiero hacer, que es lo que quiero aportar. Me siento ahora mismo en una época musical muy plena y libre, donde me identifico con cada uno de los proyectos y actuaciones que hago, ya sea una grabación, un descubrimiento, concierto u ópera.

Usted le encuentra la belleza y el disfrute a cantar Schubert o Schumann, con Antonio Galera al piano, por ejemplo, o al programa que llevó a Alemania con Isabel Dobarro y Ana Tonna, cantando mujeres compositoras

Efectivamente. Pues sí, ahí es donde disfruto mucho, sinceramente. Todos esos proyectos salen del corazón y son los que me impulsan a seguir cada día dedicandome a la música. Porque verdaderamente son cosas que quiero hacer. La música que sale del corazón es la única que, al final, merece verdaderamente la pena.

Ahora, por ejemplo, estamos en Canarias, donde ayer empezamos una gira de un proyecto familiar precioso en el que se mezcla ópera y commedia dell´Arte: “El sonajero de Polichinela” dirigida por José Carlos Campos. Es un proyecto híbrido con cantantes que actúan y actores que cantan. Para mí, como cantante lírico, ha sido un reto precioso ponerme también en las tablas de un actor, aprender el lenguaje de la commedia dell´Arte, sus máscaras y cantar a la vez arias barrocas.

No quisiera terminar la entrevista sin preguntarle por su participación como miembro de la iniciativa SDSN-Youth Arts Twenty Thirty (ONU), una red de artistas de todo el mundo que lucha por alcanzar la consecución de los Objetivos para un Desarrollo Sostenible a nivel global a través de las artes.

Sí, en eso me involucré gracias a a Isabel Dobarro. El arte con mensaje, arte con sentido, arte con un motivo. Ese es el arte verdadero, el que tiene una razón social, el que sabe palpar el pulso de la sociedad. Creo que el arte está para el disfrute. El arte está para engrandecer y embellecer la vida, pero si podemos mandar un mensaje, mejor aún. Como Verdi con el Patria Oppressa que canta el coro en Macbeth, o el Guernica de Picasso. En definitiva, si a través de la música podemos hacer que el mundo sea un poquito mejor, pues aquí estoy.

Eso es lo grandioso de la música, ¿no? Cómo a partir de los años debemos renovar sus lecturas, pero puede seguir mandando un mensaje. La música no ha de ser nunca un lugar arqueológico, museístico. Debemos reflexionar sobre la música, siempre, y con ella el mundo en el que vivimos.