Piotr Beczała: “La prudencia es la mejor receta para una carrera larga”
La creciente proyección del tenor Piotr Beczala se ha visto refrendada en los últimos años con su incontestable creación del rol de Lohengrin, en la ópera homónima de Richard Wagner. Tras su debut con esta parte en Dresde, en 2016, bajo la batuta de Christian Thielemann, no ha cesado de pasear su interpretación del papel por los principales coliseos internacionales, recientemente en Nueva York y Viena y la próxima temporada en París.
Lo cierto es que su interpretación de este papel wagneriano confirma tanto la madurez de su voz como la versatilidad del intérprete polaco, quien viene incorporando otros importantes papeles a su repertorio, como el Don José de Carmen, Mario Cavaradossi en Tosca, o Radames en Aida. Su último debut se produjo hace apenas unos meses, en Nueva York, con el Loris Ipanov de Fedora. Y el próximo mes de junio, en Zúrich, hará lo propio con el Calaf de Turandot. Todo un crisol de papeles, entre lo heroico y lo dramático, que confirman la extraordinaria valía de Beczala, dueño de un instrumento amplio, bien timbrado y desahogado en el agudo.
El recital con el que Piotr Beczala se presenta en Baluarte es un buen muestrario de sus mejores virtudes, comenzando con Verdi (Luisa Miller, Aida y La forza del destino), pasando por un autor para él muy querido como es el polaco Stanislaw Moniuszko (La casa embrujada) y cerrando con una segunda mitad entretejida de obras de Puccini (Tosca, Turandot) y fragmentos veristas (Cavalleria rusticana de Mascagni y Andrea Chénier de Leoncavallo). Un programa amplio y exigente, un verdadero tour de force, al alcance de muy pocos tenores hoy en día. En ocasión de su visita a Pamplona, conversamos con el tenor polaco, siempre amable y sereno en sus respuestas.
Esta es nuestra tercera entrevista, tras una primera en Viena en 2014 y una segunda en Zaragoza en 2020. En todo este tiempo, lo cierto es que su trayectoria no ha dejado de consolidarse y ascender. El rol de Lohengrin, que ahora está cantando en Viena y que acaba de interpretar en Nueva York, diría que ha sido uno de sus mayores hallazgos.
Sí, este es mi ‘año Lohengrin’ (risas). En 2023 haré un total de 23 representaciones de este título. Empecé en Nueva York, en el Metropolitan, con diez funciones de una nueva producción; ahora otra tanda en Viena y después nueve representaciones de una nueva producción en París, en otoño. Son muchas funciones, pero es un rol que me encanta y con el que me siento muy cómodo.
Todo el mundo, creo, tiene esa impresión, la de escucharle cómodo y muy natural cantando esta parte. Todavía recuerdo cuando se cuestionaba su debut con el rol, allá por 2016, en Dresde, con Christian Thielemann.
Lo cierto es que es un papel grande, extenso, protagonista y para hacerse con él se requiere tiempo. Me refiero a que una cosa es debutarlo y otra cosa distinta es dominarlo; eso requiere años, experiencia. Y por eso me siento muy feliz de haber podido ahondar en el papel en varias producciones, también en Bayreuth.
En cualquier caso, lo más importante para mí es no convertir Lohengrin en aquello a lo que se reduzca mi agenda. Hace unos días, en mitad de las representaciones de este título en Viena, tuve un recital con estilos y repertorios diversos. Y noté que tenía que esforzarme para cambiar el color de la voz y la actitud, para poder cantar Werther por ejemplo. Por eso no quiero insistir en exceso en estos papeles.
Lo cierto es que en su agenda permanecen roles como Edgardo, Werther, Duque de Mantua…
Por supuesto. Por un tiempo pensé en retirar la parte de Werther, pero seguramente la haré el año próximo en el Colón de Buenos Aires, quizá por última vez.
Seguramente, como ahora apuntaba, volver a estos papeles es importante para mantener la flexibilidad de la voz.
Absolutamente de acuerdo. La flexibilidad es algo muy importante en la voz de un tenor. Cantar Wagner, quizá a excepción de Lohengrin precisamente, es arriesgado porque puede fatigar tu instrumento, por la orquestación entre otras cosas.
Lo cierto es que Lohengrin no es su única incursión en un repertorio más dramático y heroico. También ha incorporado Cavaradossi, Don José, Radames, Manrico… y llegará Calaf en breve.
Sí, aunque esto no ha sido algo que suceda de un día para otro. Yo mantuve los roles de Mozart en mi agenda durante muchos años, cantados con mi voz, sin usar falseto, y lo mismo con partes como Edgardo o Duque de Mantua.
Para mí ha sido un desarrollo natural, primero con Luisa Miller y Un ballo in maschera. Y como decía, esto sucede poco a poco: he incorporado Manrico después de unas cincuenta o sesenta representaciones de Un ballo in maschera, y llegué ahí tras otras cincuenta o sesenta de Traviata y Rigoletto.
Esto es algo que hablé mucho con Nello Santi, un maestro muy inteligente y muy importante para mí en Zúrich. Tiene que ser un proceso progresivo, paso a paso; si alguien cree que puede cantar Rossini y Donizetti durante veinte años y de repente cambiar a un repertorio dramático, no va a funcionar. Al final es una cuestión física, es la preparación de tu cuerpo.
A veces, y creo que con acierto, esta cuestión del desarrollo físico de la carrera de un cantante se compara con el trabajo de los atletas.
Es una buena comparación, sin duda. Yo nunca he querido correr, no he tenido prisa. Cuando me planteo cantar un rol nuevo, primero voy incorporando las arias y dúos en recitales y conciertos, para ir probando la voz antes de hacer el papel completo en escena. Es un proceso, algo progresivo, como decía antes.
Y también le digo que soy realista, con mi Calaf no aspiro a ser el nuevo Corelli. Será mi Calaf, con mi voz, en este momento de mi carrera. Cada cantante es único, cada persona es única; no tiene ningún sentido intentar copiar a nadie. Corelli fue, en mi opinión, el mejor Calaf de la historia, tiene toda mi admiración; lo cierto es que cuando yo descubrí su grabación con Birgit Nilsson, yo jamás imaginé con cantar este papel.
Es importante esta idea de cantar con la propia voz, sin intentar copiar a nadie.
Además, en estos papeles heroicos y dramáticos, conviene recordar que hay muchos pasajes líricos, no todo está escrito en forte y fortissimo, en absoluto. Es así en Aida, en Trovatore, en Turandot…
La realidad es que este repertorio ha tenido grandes representantes en tenores líricos, como Bergonzi, Pavarotti… Durante un tiempo ha habido sin embargo una confusión, como si hiciera falta una voz pesada y oscura para cantar este repertorio.
Exacto. El trabajo más importante para un tenor tiene que ver con el color de la voz, con las notas. Recuerdo cuando canté por primera vez Luisa Miller, en el Metropolitan, con Bertrand de Billy en el foso. Fue un trabajo interesante porque Rodolfo es un papel que requiere en realidad tres tenores, uno para cada acto: comienza como si fuera Donizetti, sigue como un rol lírico de Verdi y concluye como si fuera Otello.
Ahora que menciona Otello, me sirve en bandeja la pregunta. ¿Está en sus planes? ¿Y el Don Álvaro de La forza del destino?
No tengo planes para cantar ninguno de estos dos títulos, a pesar de que me los han propuesto en varias ocasiones. Sabe, a mí me gusta mucho ahondar en los papeles que debuto, no simplemente añadir debuts como si se tratase de coleccionarlos. Tengo por delante dos producciones más de Aida, otras dos de Turandot… No me interesa para nada debutar Otello si no voy a cantar el papel más veces a lo largo de los años. No digo que nunca vaya a cantarlo, si ha de llegar, llegará; pero sí le digo que sería feliz al final de mi carrera si no lo llego a debutar, no es algo a lo que aspiro. En este momento estoy luchando para no cantar demasiado Wagner. Por eso soy reacio a incorporar más papeles como Parsifal. Si lo hago, podría pasar que la mitad de mi temporada fuesen roles wagnerianos. Como el decía antes, para mí es muy importante el balance entre repertorios.
Menciona Parsifal, un papel que de hecho tenía previsto debutar en Bayreuth antes de la pandemia.
Sí, me pidieron protagonizar la nueva producción de Parsifal que se estrena este verano, y ese era el plan original, pero con el covid cambiaron todos las previsiones y agendas y ya no tenía tiempo para ello. Tampoco para el revival de esta producción de Bayreuth de 2025, cuando estaré cantando Rusalka en el Liceu.
Parsifal, en todo caso, es un título que no me importaría incorporar en algún momento. Acabo de hacer el Lohengrin de François Girard en Nueva York y su Parsifal de hacer seis años es muy semejante, está planteado casi como una secuela. Me han pedido hacer los dos papeles en la misma temporada allí y es algo que me encantaría poder abordar, lo estoy considerando seriamente. También tengo propuestas para hacer Parsifal en Viena y en Milán. En realidad es un papel no tan exigente como Lohengrin, es más corto; seguramente llegará en torno a 2026, es cuestión de tiempo y de balance en mi agenda. Sabe, quizá suene demasiado precavido por mi parte pero creo que un tenor tiene que ser muy inteligente a la hora de aceptar o no este tipo de propuestas; los errores pueden salir muy caros. La prudencia es la mejor receta para una carrera larga. Yo llevo cantando desde 1991.
No todos sus colegas son así de prudentes. De hecho suele hablarse de ‘testa di tenore’, aludiendo más bien a la imprudencia general que ha comandado la carrera de otros colegas de su cuerda.
Equivocarse es algo muy normal y los cantantes jóvenes en particular tienen derecho a equivocarse. Pero a estas alturas de mi carrera, si quiero seguir estando donde estoy y seguir disfrutando de lo que hago, tengo que ser cauteloso. Hay pasos adelante que no te dejan volver atrás. Para mí es muy importante disfrutar con lo que hago, sentirme cómodo cada vez que subo a escena.
Su repertorio en Pamplona yo diría, no obstante, que es todo menos cómodo (risas). Aida, La forza del destino, Cavalleria rusticana, Tosca, Turandot… ¿Va a cantar todo eso?
Claro, es mi trabajo (risas). La orquesta también hará algunos fragmentos orquestales para darme un respiro. Y las arias que hago, son todas fabulosas. Algunas de ellas adelantan además algunos papeles que incorporaré próximamente a mi repertorio, como Andrea Chénier, que debutaré en Madrid en unos tres años. También me gustaría incorporar Turiddu de Cavalleria rusticana, que no tengo aún en mi agenda pero que me encantaría cantar algún día. El repertorio para Pamplona está centrado en mi repertorio actual y futuro, no hay nada de los roles que me han acompañado en el pasado.
Finalmente, una pregunta acerca de la polémica con los artistas rusos y su posicionamiento hacia la guerra en Ucrania. Hace unas semanas usted hizo unas declaraciones muy abiertas acerca de esto, en relación a su amiga y colega Anna Netrebko.
Verá, yo soy polaco. Conozco la realidad de Rusia muy bien. Crecí en una Polonia, la de los años sesenta y setenta, que estaba bajo la influencia de la Rusia comunista. Les conozco bien, a los rusos y a su país. Déjeme explicárselo con una broma, que surgió precisamente en conversación con un colega ruso, hace unos años. Si tienes un amigo ruso, me decía, será tu mejor amigo para siempre; son gente honesta, fantástica. Dos amigos rusos en la misma habitación, es algo todavía mejor, porque puedes compartir una botella de vodka con ellos y pasar un rato espléndido. Pero tres rusos contigo en una habitación, eso ya es imperialismo. Esta broma es hoy una terrible verdad. Los rusos no conocen la democracia, esto es así de simple. Ellos nunca la tuvieron: pasaron de los zares a Stalin y de ahí a Putin. Yo no culpo a los rusos, no tienen elección a menudo. Rusia es hoy en día un régimen terrible. Yo estoy en contra de cualquier guerra. Cualquier país debería ser libre para existir, como es el caso de Ucrania. Sufro mucho por esta realidad, sufro por mis colegas rusos, por el lavado de cerebro al que han sido sometidos durante años. Y de veras, sé de lo que hablo, he crecido en un el entorno de un régimen grisáceo, de liderazgo ciego. Yo soy y quiero ser libre, independiente y demócrata. Vivo para ser libre, no conozco ni reconozco otra sociedad que aquella en la que esto sea posible.
Foto: © Julia Wesely